12/11/2020, 01:13
Datsue incluso deshizo la invisibilidad que le cubría para aclarar a Aiko que hubo demasiadas veces en que hasta él se sintió así. Pero hizo hincapié en que lo importante era siempre mantener la perseverancia, que eso estaba incluso por encima de la propia habilidad de uno mismo. Hizo fuerza en que centrarse, y permanecer férreo a una idea casi siempre era lo mejor, por buena o mala que al final resultase. Aiko permaneció callada en su cubierta, meditando las palabras de Datsue. No sabía ni qué responder a eso, seguramente tenía toda la razón. El Uchiha volvió a activar la técnica que le volvía invisible, y terminaron esperando de nuevo.
[...]
Tardaron casi una hora en percibir más movimiento por el lugar. Por demasiado tiempo pareció no verse un alma en lo alrededores, pero por fin la cosa cambiaba. Los chicos que habían huido del lugar con el rabo entre las piernas, volvían de nuevo. Eso sí, como les faltaba valor, decidieron acudir a un viejo refrán: No somos machos, pero somos muchos.
Cerca de diez niños, cada uno de su madre y de su padre, de una variopinta uniformidad y formas. Algunos incluso llevaban palos, tirachinas e incluso una pala. Bastante mas atrás, casi escondida, andaba una chica pelirroja que bien podía ser la mencionada cabecilla de la banda. Todo el grupo se paró a pocos metros del grafiti de los shinobis, el de la banda del pinguino.
El chico que se meó antes, señaló la pintura —¿¡BORREMOS ESA MIERDA!?
«Joder... que cantidad de enanos pandilleros....»
Uno de los chicos del grupo se descolgó una mochil que llevaba, y de dentro de ésta sacó un par de aerosoles de pintura. Sin demora, el susodicho se adelantó y comenzó a menear la pintura, para tras ello comenzar a pintar sobre la fachada. Comenzó por lo principal para ellos, borrar la obra de Datsue y Aiko con un solo color para que éste sirviese de fondo para la nueva obra.
En lo que ésto sucedía, la chica pelirroja que se escondía pegó un silbido, alertando a uno de los últimos chicos del grupo. Rápidamente le hizo un gesto para que se acercase, a lo cuál el chico acudió corriendo. Para cuando estuviesen a una distancia adecuada, la chica le comentaría algo a éste. Básicamente, indicándole que la genin se encontraba con un jutsu básico justo al lado del grafiti.
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Tardaron casi una hora en percibir más movimiento por el lugar. Por demasiado tiempo pareció no verse un alma en lo alrededores, pero por fin la cosa cambiaba. Los chicos que habían huido del lugar con el rabo entre las piernas, volvían de nuevo. Eso sí, como les faltaba valor, decidieron acudir a un viejo refrán: No somos machos, pero somos muchos.
Cerca de diez niños, cada uno de su madre y de su padre, de una variopinta uniformidad y formas. Algunos incluso llevaban palos, tirachinas e incluso una pala. Bastante mas atrás, casi escondida, andaba una chica pelirroja que bien podía ser la mencionada cabecilla de la banda. Todo el grupo se paró a pocos metros del grafiti de los shinobis, el de la banda del pinguino.
El chico que se meó antes, señaló la pintura —¿¡BORREMOS ESA MIERDA!?
«Joder... que cantidad de enanos pandilleros....»
Uno de los chicos del grupo se descolgó una mochil que llevaba, y de dentro de ésta sacó un par de aerosoles de pintura. Sin demora, el susodicho se adelantó y comenzó a menear la pintura, para tras ello comenzar a pintar sobre la fachada. Comenzó por lo principal para ellos, borrar la obra de Datsue y Aiko con un solo color para que éste sirviese de fondo para la nueva obra.
En lo que ésto sucedía, la chica pelirroja que se escondía pegó un silbido, alertando a uno de los últimos chicos del grupo. Rápidamente le hizo un gesto para que se acercase, a lo cuál el chico acudió corriendo. Para cuando estuviesen a una distancia adecuada, la chica le comentaría algo a éste. Básicamente, indicándole que la genin se encontraba con un jutsu básico justo al lado del grafiti.