26/11/2020, 17:24
El grupo se dividió en tres bajo la tenue luz de un sol que agonizaba en el oeste. La tarde caía, y en pocos minutos se haría de noche. No tenían demasiado tiempo antes de que las tinieblas reclamaran como suyas las tierras de las calabazas.
Yota, antes de dirigirse hacia su destino, optó por buscar a su inseparable y fiel Kumopansa. La araña había sido despachada justo antes de que los tres shinobi entraran en la mansión de Hada, por lo que no debía andar muy lejos de allí.
De hecho, una sombra pequeña se arrastraba por el suelo a toda velocidad hacia él...
Eri, decidida a encontrar pistas en el parque donde Shigeru estuvo jugando con sus amigos antes de desaparecer, se dirigió hacia la plaza central de Yachi. Tal y como había afirmado Hada, no tenía ninguna pérdida. Era una plaza amplia, de adoquines de piedra, con varios bancos de metal y una fuente con cuatro cañerías que expulsaban agua y forma de calabaza en su centro.
Cerca de ella estaba el parque, ahora absolutamente vacío, después de que los padres hubiesen llamado a todos sus niños a casa. Era un parque más bien rudimentario, más propio de un pueblo humilde como Yachi que de una gran aldea como Uzushiogakure. Los columpios eran tablas de madera atadas a las ramas más gruesas de los árboles, apropiadas para soportar el peso de los pequeños. También había algún que otro trampolín con forma de animal e incluso un tobogán improvisado con maderas inclinadas. Cerca, una pequeña pelota de cuero lucía abandonada por algún chiquillo. Pero lo más llamativo, sin lugar a dudas, es que uno de los columpios yacía caído, pues el árbol que lo sostenía había sido partido por la mitad.
Daruu había sido el primero en separarse, y también fue el primero en llegar a su destino.
Al este de Yachi, y sobre un tejado, en aquellos instantes estaba discutiendo con Yuki sobre sus planes y diversas rencillas personales. Desde allí no le costó nada vislumbrar la colina más alta del pueblo de la que le había hablado Hada. Y sobre la que se encontraba una pequeña casa similar en estructura a las del resto de vecinos, pero indudablemente más vieja y deteriorada por el paso del tiempo. Las macetas y plantas de las que tan cariñosamente había cuidado Yagoba se habían convertido en plantas silvestres y enredaderas que cubrían parte de las paredes de la morada.
Los iris perlados de Daruu pudieron atravesar sus defensas sin ningún tipo de problema: era una casa pequeña pero acogedora, con una habitación, un cuarto de baño y un salón que hacía las veces de cocina. Con muebles bastante antiguos y desgastados (de madera en su mayoría) y cortinas y sábanas llenas de estampados. Sobre la cocina, una tetera ya fría y agrietada. No parecía haber nada más reseñable.
Yuki, que había echado a correr hacia la colina, se encontró con una curiosa estampa al llegar a su cima: Una familia de unos seis gatos rondaban los alrededores. Eran gatos callejeros como lo había sido él, pero bastante más escuálidos y en peor forma física. Parecía que la ausencia de la anciana de verdad les había hecho mella.
Yota, antes de dirigirse hacia su destino, optó por buscar a su inseparable y fiel Kumopansa. La araña había sido despachada justo antes de que los tres shinobi entraran en la mansión de Hada, por lo que no debía andar muy lejos de allí.
De hecho, una sombra pequeña se arrastraba por el suelo a toda velocidad hacia él...
Eri, decidida a encontrar pistas en el parque donde Shigeru estuvo jugando con sus amigos antes de desaparecer, se dirigió hacia la plaza central de Yachi. Tal y como había afirmado Hada, no tenía ninguna pérdida. Era una plaza amplia, de adoquines de piedra, con varios bancos de metal y una fuente con cuatro cañerías que expulsaban agua y forma de calabaza en su centro.
Cerca de ella estaba el parque, ahora absolutamente vacío, después de que los padres hubiesen llamado a todos sus niños a casa. Era un parque más bien rudimentario, más propio de un pueblo humilde como Yachi que de una gran aldea como Uzushiogakure. Los columpios eran tablas de madera atadas a las ramas más gruesas de los árboles, apropiadas para soportar el peso de los pequeños. También había algún que otro trampolín con forma de animal e incluso un tobogán improvisado con maderas inclinadas. Cerca, una pequeña pelota de cuero lucía abandonada por algún chiquillo. Pero lo más llamativo, sin lugar a dudas, es que uno de los columpios yacía caído, pues el árbol que lo sostenía había sido partido por la mitad.
Daruu había sido el primero en separarse, y también fue el primero en llegar a su destino.
Al este de Yachi, y sobre un tejado, en aquellos instantes estaba discutiendo con Yuki sobre sus planes y diversas rencillas personales. Desde allí no le costó nada vislumbrar la colina más alta del pueblo de la que le había hablado Hada. Y sobre la que se encontraba una pequeña casa similar en estructura a las del resto de vecinos, pero indudablemente más vieja y deteriorada por el paso del tiempo. Las macetas y plantas de las que tan cariñosamente había cuidado Yagoba se habían convertido en plantas silvestres y enredaderas que cubrían parte de las paredes de la morada.
Los iris perlados de Daruu pudieron atravesar sus defensas sin ningún tipo de problema: era una casa pequeña pero acogedora, con una habitación, un cuarto de baño y un salón que hacía las veces de cocina. Con muebles bastante antiguos y desgastados (de madera en su mayoría) y cortinas y sábanas llenas de estampados. Sobre la cocina, una tetera ya fría y agrietada. No parecía haber nada más reseñable.
Yuki, que había echado a correr hacia la colina, se encontró con una curiosa estampa al llegar a su cima: Una familia de unos seis gatos rondaban los alrededores. Eran gatos callejeros como lo había sido él, pero bastante más escuálidos y en peor forma física. Parecía que la ausencia de la anciana de verdad les había hecho mella.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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