12/01/2016, 20:25
(Última modificación: 12/01/2016, 20:26 por Aotsuki Ayame.)
—¡No puedo más! —el alarido del vendedor, a su espalda, la sobresaltó. Y Ayame se dio la vuelta, comprobó con horror que Datsue se había detenido y ahora trataba de recuperar el aliento con las manos apoyadas en las rodillas—. No… puedo… más.
—¡Ay, no! —Ayame volvió sobre sus pasos para colocarse a su vera. Con delicadeza, apoyó una mano sobre su hombro. ¿Cómo no se había dado cuenta hasta entonces? Bastante se había esforzado Datsue teniendo en cuenta que no había recibido entrenamiento militar y era un simple civil. Debería haber sido más considerada con él y asegurarse de su estado...—. ¿Estás bien, Datsue-san? No pasa nada, no te sobreesfuerces...
Datsue levantó la cabeza, enmudecido, y cuando Ayame siguió la dirección de su mirada pudo ver qué era lo que había llamado tanto su atención. Una serie de luminiscencias perforaban las tinieblas de la tempestad que les rodeaban, alumbrando el camino a seguir como un faro en mitad de una noche en el océano.
—Ta... ¿Tanto hemos corrido? —preguntó al aire, entre resuellos, pues recordaba que aquel poblado se encontraba a unos diez kilómetros desde el puente donde habían comenzado aquella locura. Visto de aquella manera, no era nada extraño que estuviesen tan fatigados.
—Seguro que Okura ya está dentro de la posada —dijo Datsue—. Ahora hay que pensar un plan para rescatar a Tormenta sin que me relacionen de algún modo con ello. De lo contrario, mis padres pagarían las consecuencias.
Ayame torció el gesto ligeramente, mientras las gotas de lluvia seguían cayendo sobre ella sin descanso como una cortina de agua. Tampoco era buena idea que la relacionaran a ella con algo como el robo de un caballo a un civil, podría poner a la aldea en serios problemas. Y entonces, de lo último que tendría que preocuparse sería de la decepción que vería en los rostros de su padre y su hermano mayor.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal de sólo pensarlo.
—Lo ideal sería que pudiéramos "disfrazarnos" para ocultar nuestras identidades, pero me temo que eso no va a ser posible... —se llevó una mano a la frente, pero sus dedos se detuvieron bruscamente a escasos milímetros del metal que la identificaba como kunoichi de Amegakure. Ayame tensó los labios hasta convertirlos en una final línea, sumergida en un violento debate emocional interno. Finalmente, dejó caer la mano junto a su costado sin más—. Quizás si actuamos durante la noche no nos verá nadie que pueda reconocernos...
«Pero en la noche no habrá luz para poder ver y...»
Exasperada, se llevó una mano a la nuca y exhaló un profundo suspiro. No se le ocurría ninguna buena idea.
—¡Ay, no! —Ayame volvió sobre sus pasos para colocarse a su vera. Con delicadeza, apoyó una mano sobre su hombro. ¿Cómo no se había dado cuenta hasta entonces? Bastante se había esforzado Datsue teniendo en cuenta que no había recibido entrenamiento militar y era un simple civil. Debería haber sido más considerada con él y asegurarse de su estado...—. ¿Estás bien, Datsue-san? No pasa nada, no te sobreesfuerces...
Datsue levantó la cabeza, enmudecido, y cuando Ayame siguió la dirección de su mirada pudo ver qué era lo que había llamado tanto su atención. Una serie de luminiscencias perforaban las tinieblas de la tempestad que les rodeaban, alumbrando el camino a seguir como un faro en mitad de una noche en el océano.
—Ta... ¿Tanto hemos corrido? —preguntó al aire, entre resuellos, pues recordaba que aquel poblado se encontraba a unos diez kilómetros desde el puente donde habían comenzado aquella locura. Visto de aquella manera, no era nada extraño que estuviesen tan fatigados.
—Seguro que Okura ya está dentro de la posada —dijo Datsue—. Ahora hay que pensar un plan para rescatar a Tormenta sin que me relacionen de algún modo con ello. De lo contrario, mis padres pagarían las consecuencias.
Ayame torció el gesto ligeramente, mientras las gotas de lluvia seguían cayendo sobre ella sin descanso como una cortina de agua. Tampoco era buena idea que la relacionaran a ella con algo como el robo de un caballo a un civil, podría poner a la aldea en serios problemas. Y entonces, de lo último que tendría que preocuparse sería de la decepción que vería en los rostros de su padre y su hermano mayor.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal de sólo pensarlo.
—Lo ideal sería que pudiéramos "disfrazarnos" para ocultar nuestras identidades, pero me temo que eso no va a ser posible... —se llevó una mano a la frente, pero sus dedos se detuvieron bruscamente a escasos milímetros del metal que la identificaba como kunoichi de Amegakure. Ayame tensó los labios hasta convertirlos en una final línea, sumergida en un violento debate emocional interno. Finalmente, dejó caer la mano junto a su costado sin más—. Quizás si actuamos durante la noche no nos verá nadie que pueda reconocernos...
«Pero en la noche no habrá luz para poder ver y...»
Exasperada, se llevó una mano a la nuca y exhaló un profundo suspiro. No se le ocurría ninguna buena idea.