29/12/2020, 23:34
Daruu caminó a paso acelerado, tratando de alcanzar a Yuki, valiéndose de su espada envuelta en la furia de Raijin para iluminarse.
—¡¡Eek!! —El bosque acabó de pronto, y el Hyūga se encontró balanceándose sobre un solo pie al borde de un acantilado, haciendo aspavientos con los brazos para mantener el equilibrio. El corazón se le aceleró tanto que casi se le sale del pecho.
Su primer pensamiento fue con Yuki. Inquieto, trató de registrar con su Byakugan el fondo, pero los árboles proyectaban sombras más oscuras incluso que allá arri...
—¡Cuidado, Nyaruu! —maulló Yuki, alarmado, apenas a un metro a su lado.
—¡Ay, me cago en los dioses, Yuki! —Daruu dio un bote hacia atrás. Casi resbala y se despeña—. Creía que te habías caído.
—¿Qué es nyeso?
Daruu levantó una ceja y se asomó de nuevo, esta vez centrando su atención en un pequeño sendero que se extendía paralelo al borde del acantilado, una suerte de escalón a medio camino de la cima y el fondo. El camino parecía conducir a una cueva. «No me gusta por dónde está yendo esto.»
—Espera un segundo —dijo, y se agachó, se mordió el dedo pulgar y dibujó una discreta marca de sangre con el ideograma de la palabra Caramelo en una roca.
Daruu activó el Sello de la Hermandad Intrépida.
»Chicos, he seguido el rastro de Negoba y he encontrado una cueva en lo más profundo del bosque, al este desde su casa. Si en media hora no tenéis noticias mías, venid para acá. Intentaría registrar el interior con el Byakugan, pero está muy oscuro y no veo una mierda.
—¿Nyaruu, qué haces hablando solo? ¿Te has vuelto loco?
—Calla, coño. Es como un comunicador.
—¿Un comunyiqué?
—Bueno, gente, que os dejo.
El Hyūga suspiró y se dedicó una mirada reprobatoria mutua con Yuki. Le hizo una seña a su compañero y, de un salto, descendió al sendero. Aún ayudándose de su espada para iluminarse, trató de asomarse discretamente por la entrada.
»¿Crees que podrías ir tú delante? Así no alarmaremos al asesino si está ahí.
—Nya, claro, nyaaaa, ¡asi me encuentro yo primero el cuchinyo!
—Primero: sabes que no dejaría que te pasara nada. Segundo: cuchillo, Yuki. Cu-chi-llo.
—¿Chuchillo?
Daruu se encogió de hombros.
—Casi. Venga, tira p'adentro, desgraciao. —Le propinó un puntapié amistoso en el culo.
—¡¡Eek!! —El bosque acabó de pronto, y el Hyūga se encontró balanceándose sobre un solo pie al borde de un acantilado, haciendo aspavientos con los brazos para mantener el equilibrio. El corazón se le aceleró tanto que casi se le sale del pecho.
Su primer pensamiento fue con Yuki. Inquieto, trató de registrar con su Byakugan el fondo, pero los árboles proyectaban sombras más oscuras incluso que allá arri...
—¡Cuidado, Nyaruu! —maulló Yuki, alarmado, apenas a un metro a su lado.
—¡Ay, me cago en los dioses, Yuki! —Daruu dio un bote hacia atrás. Casi resbala y se despeña—. Creía que te habías caído.
—¿Qué es nyeso?
Daruu levantó una ceja y se asomó de nuevo, esta vez centrando su atención en un pequeño sendero que se extendía paralelo al borde del acantilado, una suerte de escalón a medio camino de la cima y el fondo. El camino parecía conducir a una cueva. «No me gusta por dónde está yendo esto.»
—Espera un segundo —dijo, y se agachó, se mordió el dedo pulgar y dibujó una discreta marca de sangre con el ideograma de la palabra Caramelo en una roca.
Daruu activó el Sello de la Hermandad Intrépida.
»Chicos, he seguido el rastro de Negoba y he encontrado una cueva en lo más profundo del bosque, al este desde su casa. Si en media hora no tenéis noticias mías, venid para acá. Intentaría registrar el interior con el Byakugan, pero está muy oscuro y no veo una mierda.
—¿Nyaruu, qué haces hablando solo? ¿Te has vuelto loco?
—Calla, coño. Es como un comunicador.
—¿Un comunyiqué?
—Bueno, gente, que os dejo.
El Hyūga suspiró y se dedicó una mirada reprobatoria mutua con Yuki. Le hizo una seña a su compañero y, de un salto, descendió al sendero. Aún ayudándose de su espada para iluminarse, trató de asomarse discretamente por la entrada.
»¿Crees que podrías ir tú delante? Así no alarmaremos al asesino si está ahí.
—Nya, claro, nyaaaa, ¡asi me encuentro yo primero el cuchinyo!
—Primero: sabes que no dejaría que te pasara nada. Segundo: cuchillo, Yuki. Cu-chi-llo.
—¿Chuchillo?
Daruu se encogió de hombros.
—Casi. Venga, tira p'adentro, desgraciao. —Le propinó un puntapié amistoso en el culo.