18/01/2021, 00:09
(Última modificación: 18/01/2021, 00:10 por Amedama Daruu.)
No lo vio venir, lo cual es, si me permitís, irónico.
La bomba de luz arrojada a los pies del Hyūga le arrebató lo que más fuerte le hacía. Daruu gimió de dolor dos veces: la primera cuando quedó cegado y en un intento casi inútil de protegerse asió con dos manos su Mukei derecha y la interpuso. La segunda, cuando su acero fue desplazado hacia un lado para que otro, grande y curvo, besara su torso. El arma circunvaló su defensa y se clavó un poco en su costado. Amedama apretó los dientes y movió ligeramente su espada. Todavía no había recuperado del todo su vista, pero sí lo suficiente para devolvérsela a ese hijo de puta.
—No te preocupes, estoy acostumbrado a las harpías y a los cuervos —espetó, y le escupió en la cara. Aprovechó la distracción para girar las muñecas y arrancar de las manos del hombre la guadaña que portaba, arrojándola a un lado. Desde ahí, sólo tuvo que dar un tajo en horizontal en su vientre, envolviendo su filo por un instante con la esencia de Raijin.
La bomba de luz arrojada a los pies del Hyūga le arrebató lo que más fuerte le hacía. Daruu gimió de dolor dos veces: la primera cuando quedó cegado y en un intento casi inútil de protegerse asió con dos manos su Mukei derecha y la interpuso. La segunda, cuando su acero fue desplazado hacia un lado para que otro, grande y curvo, besara su torso. El arma circunvaló su defensa y se clavó un poco en su costado. Amedama apretó los dientes y movió ligeramente su espada. Todavía no había recuperado del todo su vista, pero sí lo suficiente para devolvérsela a ese hijo de puta.
—No te preocupes, estoy acostumbrado a las harpías y a los cuervos —espetó, y le escupió en la cara. Aprovechó la distracción para girar las muñecas y arrancar de las manos del hombre la guadaña que portaba, arrojándola a un lado. Desde ahí, sólo tuvo que dar un tajo en horizontal en su vientre, envolviendo su filo por un instante con la esencia de Raijin.