18/01/2021, 13:29
Yota desenvainó su ninjatō, y, de una forma similar a como había hecho Daruu anteriormente, utilizó su habilidad con el Raiton para infundir el arma con rayos e iluminar el camino. A medio camino recibió los mensajes de Daruu y Eri, el primero parecía encontrarse en apuros, mientras que la segunda se mostraba visiblemente preocupada por él. Pero la búsqueda de sus compañeros se vio interrumpida cuando escuchó el crujir de las ramas cerca de él.
—N... ¡No me hagas daño por favor!
Para su sorpresa, se trataba del mismo chiquillo que no llegaba ni a los diez años que les había asustado al llegar a Yachi. Entre violentos temblores y audibles sollozos, el chico se había cubierto el rostro, temiendo que Yota le hiciera algo. ¿Pero qué hacía allí, en mitad del bosque, en plena noche? Aquel muchacho no estaba en la lista de personas desaparecidas...
Mientras tanto, Kumopansa seguía fielmente las huellas, ahora reducidas a sólo un par. Enseguida se dio cuenta de algo: No sólo las zancadas se habían hecho más largas, sino que la tierra a su alrededor parecía haberse ennegrecido. Se dirigían hacia un bosque que había al este de Yachi, tras la colina más alta de todo el pueblo.
En un acto reflejo desesperado, el de Amegakure liberó una espada que llevaba oculta en su antebrazo y la interpuso entre su cuerpo y su atacante. Pero eso no evitó que el filo curvo de la guadaña terminara acariciando su costado, cortando tela y después piel. La sangre quedó al descubierto, y la sonrisa de Akashi se ensanchó aún más, visiblemente excitado. Pero Daruu no iba a rendirse sin luchar, y, aún a ciegas, hizo un característico movimiento con su espada. Buscaba desarmarle de su amada Ōgama. Pero Akashi también estaba versado en el estilo de lucha con armas, y respondió con un movimiento idéntico de su guadaña.
—¡VAS A NECESITAR ALGO MÁS QUE ESO, CHAVAL!
Sólo hizo falta un movimiento de muñeca para arrancar la espada de las manos de Daruu, y otr movimiento para realizar un corte en diagonal sobre su torso. Akashi reía, descontrolado, y estaba a punto de asestar un nuevo golpe, quizás de gracia, cuando...
El tapón de rocas que sellaba la entrada de la caverna saltó por los aires, y los pedruscos volaron en todas direcciones. Sobresaltado, Akashi saltó hacia atrás, alejándose de su presa hasta colocarse jusnto a su escritorio, al fondo de la caverna, desde donde tenía una buena visión de la entrada. Pero al otro lado sólo vio a una niñita de cabellos tan rojos como los suyos con un gato blanco al hombro. La bandana de Uzushiogakure relucía en su cabeza.
—¡Otra invitada a la fiesta! ¡Pasa, pasa, ponte cómoda! Estaba divirtiéndome con tu amigo... —dijo, señalando a Daruu con la guadaña. Entonces retrajo el brazo y lamió el filo del arma de la muerte, pasando la lengua por los restos de la sangre que le había arrancado al muchacho. Y unas extrañas marcas blancas aparecieron en su piel, bordeando sus ojos, recubriendo su nariz, ensanchando aún más su sonrisa. En contraste con su piel oscura, daba la sensación de haberse convertido en una terrorífica calavera—. ¿Bailamos?
A ojos de Daruu, fue como si el chakra blanco hubiese ganado la batalla sobre el propio chakra de Akashi. Ahora inundaba todo su cuerpo, e incluso se desbordaba de él.
—N... ¡No me hagas daño por favor!
Para su sorpresa, se trataba del mismo chiquillo que no llegaba ni a los diez años que les había asustado al llegar a Yachi. Entre violentos temblores y audibles sollozos, el chico se había cubierto el rostro, temiendo que Yota le hiciera algo. ¿Pero qué hacía allí, en mitad del bosque, en plena noche? Aquel muchacho no estaba en la lista de personas desaparecidas...
Mientras tanto, Kumopansa seguía fielmente las huellas, ahora reducidas a sólo un par. Enseguida se dio cuenta de algo: No sólo las zancadas se habían hecho más largas, sino que la tierra a su alrededor parecía haberse ennegrecido. Se dirigían hacia un bosque que había al este de Yachi, tras la colina más alta de todo el pueblo.
. . .
En un acto reflejo desesperado, el de Amegakure liberó una espada que llevaba oculta en su antebrazo y la interpuso entre su cuerpo y su atacante. Pero eso no evitó que el filo curvo de la guadaña terminara acariciando su costado, cortando tela y después piel. La sangre quedó al descubierto, y la sonrisa de Akashi se ensanchó aún más, visiblemente excitado. Pero Daruu no iba a rendirse sin luchar, y, aún a ciegas, hizo un característico movimiento con su espada. Buscaba desarmarle de su amada Ōgama. Pero Akashi también estaba versado en el estilo de lucha con armas, y respondió con un movimiento idéntico de su guadaña.
Ninpō: Bunkai
Intento de desarme de Daruu: 100 ([Destreza)) + 20 (Fuerza/2) + 30 (Daño más alto de la Futatsu Mukei) + 20 (Dos manos) = 170
Intento de desarme de Akashi: 70 (Destreza) + 40 (Fuerza/2) + 70 (Daño más alto de la Ōgama) + 20 (Dos manos) = 200
Intento de desarme de Daruu: 100 ([Destreza)) + 20 (Fuerza/2) + 30 (Daño más alto de la Futatsu Mukei) + 20 (Dos manos) = 170
Intento de desarme de Akashi: 70 (Destreza) + 40 (Fuerza/2) + 70 (Daño más alto de la Ōgama) + 20 (Dos manos) = 200
—¡VAS A NECESITAR ALGO MÁS QUE ESO, CHAVAL!
Sólo hizo falta un movimiento de muñeca para arrancar la espada de las manos de Daruu, y otr movimiento para realizar un corte en diagonal sobre su torso. Akashi reía, descontrolado, y estaba a punto de asestar un nuevo golpe, quizás de gracia, cuando...
¡¡¡BROOOOOOOOOOOOOOOOM!!!
El tapón de rocas que sellaba la entrada de la caverna saltó por los aires, y los pedruscos volaron en todas direcciones. Sobresaltado, Akashi saltó hacia atrás, alejándose de su presa hasta colocarse jusnto a su escritorio, al fondo de la caverna, desde donde tenía una buena visión de la entrada. Pero al otro lado sólo vio a una niñita de cabellos tan rojos como los suyos con un gato blanco al hombro. La bandana de Uzushiogakure relucía en su cabeza.
—¡Otra invitada a la fiesta! ¡Pasa, pasa, ponte cómoda! Estaba divirtiéndome con tu amigo... —dijo, señalando a Daruu con la guadaña. Entonces retrajo el brazo y lamió el filo del arma de la muerte, pasando la lengua por los restos de la sangre que le había arrancado al muchacho. Y unas extrañas marcas blancas aparecieron en su piel, bordeando sus ojos, recubriendo su nariz, ensanchando aún más su sonrisa. En contraste con su piel oscura, daba la sensación de haberse convertido en una terrorífica calavera—. ¿Bailamos?
A ojos de Daruu, fue como si el chakra blanco hubiese ganado la batalla sobre el propio chakra de Akashi. Ahora inundaba todo su cuerpo, e incluso se desbordaba de él.
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