21/01/2021, 16:32
La alumna de Yasahiro se quedó contenta con la respuesta del grupo y se despidió de ellos, ahora sólo les quedaba partir.
—Dijiste que pasabas a menudo por aquí ¿no? ¿Conoces algún camino seguro? No sería bueno que nos encontráramos con bandidos por el camino. —Preguntó Ryo.
—Nací y me crié aquí en Inaka, así que se me ocurre algo para tener un viaje tranquilo. —Una buena idea la de designarle una misión así a un nativo de los desiertos, el Viento es un país peligroso y no todo el mundo está capacitado para sobrevivir entre sus arenas, pero Takumi se había criado entre ellas. —Tal vez lo mejor es seguir el cauce del Río de Oro, tenemos agua asegurada y a lo largo del mismo hay una serie de pequeñas aldeas en las que nos podemos refugiar por las noches. Dudo que los bandidos se acerquen tanto a las poblaciones y yo puedo negociar con los nativos por si se ven reticentes a acogernos.
Cuando el kazejin acabó de exponer a su compañera y al conductor del carro su plan algo llamó su atención, en una pared cercana vio una serie de carteles de criminales buscados, y hubo uno que le llamó especialmente. Se trataba de una jodida recompensa por Daigo, y no pequeña precisamente, a saber lo que había hecho el kusajin para enfadar a un noble de la zona; tenía suerte de no ser de aquí, porque en tal caso su cadáver ya estaría desecado cerca de las Pirámides de Sanbei. «La verdad es que no me extraña según se comportó en la catástrofe del Torneo que llegase por aquí y cabreara a algún daimyō... En el fondo parece buen chico, pero poco pragmático.»