13/01/2016, 19:45
Regularmente las noches de aquel pueblo solían ser pura tranquilidad, una brisa fresca, silencio y un cielo estrellado, pero hacía ya un rato que el aire danzaba seco y llenos de cenizas, mientras que los gritos aseguraron que la paz fuera cosa del pasado. No fue mucho el tiempo que Kazuma descanso en aquel sitio, pero ya extrañaba aquel aire helado que ardía en los pulmones y el silencio cordial que le envolvía. Le hubiese gustado mirar un rato las estrellas y olvidarse de todo, pero el humo de los incendios recién apagados le negaba aquel privilegio.
«Solo espero que la nieta del viejo aun siga con vida» —su expresión se torcía solo de pensar en que no tuviera tanta suerte.
Después de buscar por unos minutos, por fin dio con Karamaru. Se detuvo un instante a verlo, y parecía estar en buenas condiciones, sin sangre y con su herida medio vendada, como para seguir combatiendo si hiciera falta, y mucha falta haría en el futuro inmediato.
—Si estoy bien, y es bueno verte en las mismas condiciones, compañero —respondió él.
Al Ishimura le hubiera gustado preguntarle algunas cosas, pero el tiempo apremiaba, faltaba poco para el amanecer y quería cumplir su promesa. No había tiempo para preguntar al monje a que se enfrentó, ni cómo le fue y menos para averiguar quién era la joven que le acompañaba tan de cerca.
—¡No hay tiempo para saludos! —Se reprocho así mismo—. El líder del pueblo murió, Karamaru. Me dijo que los bandidos le habían arrebatado los fondos de los que dependían —trago saliva y continuo—. Sé que puede parecer demasiado, pero debemos recuperar lo que les fue arrebatado.
—Necesito que me ayudes con esto Karamaru —. Sabía lo que hacía, sabía que estaba siendo egoísta y temerario, pero no había espacio ni tiempo para las dudas. No deseaba llevar el asunto a mayores y tampoco deseaba involucrar a más gente. Pese a todo aquello, tenía claros dos hechos; primeramente el crimen no podía quedar impune y luego… Que aquello no podría hacerlo solo.
«Solo espero que la nieta del viejo aun siga con vida» —su expresión se torcía solo de pensar en que no tuviera tanta suerte.
Después de buscar por unos minutos, por fin dio con Karamaru. Se detuvo un instante a verlo, y parecía estar en buenas condiciones, sin sangre y con su herida medio vendada, como para seguir combatiendo si hiciera falta, y mucha falta haría en el futuro inmediato.
—Si estoy bien, y es bueno verte en las mismas condiciones, compañero —respondió él.
Al Ishimura le hubiera gustado preguntarle algunas cosas, pero el tiempo apremiaba, faltaba poco para el amanecer y quería cumplir su promesa. No había tiempo para preguntar al monje a que se enfrentó, ni cómo le fue y menos para averiguar quién era la joven que le acompañaba tan de cerca.
—¡No hay tiempo para saludos! —Se reprocho así mismo—. El líder del pueblo murió, Karamaru. Me dijo que los bandidos le habían arrebatado los fondos de los que dependían —trago saliva y continuo—. Sé que puede parecer demasiado, pero debemos recuperar lo que les fue arrebatado.
—Necesito que me ayudes con esto Karamaru —. Sabía lo que hacía, sabía que estaba siendo egoísta y temerario, pero no había espacio ni tiempo para las dudas. No deseaba llevar el asunto a mayores y tampoco deseaba involucrar a más gente. Pese a todo aquello, tenía claros dos hechos; primeramente el crimen no podía quedar impune y luego… Que aquello no podría hacerlo solo.