23/01/2021, 13:05
(Última modificación: 23/01/2021, 13:08 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
«Así que efectivamente, este monstruo fue creado por Kurama». A Zaide todavía le costaba asimilar que los bijūs no solo tuviesen capacidad de hablar, sino la inteligencia suficiente como para planear y crear semejantes cosas.
—Mi conocido tuvo la suerte de ser un Kage Bunshin en esos momentos —explicó, recordando a Aiza—. De lo contrario hubiese sido reducido a partículas de polvo por la bijūdama que le lanzaron.
Aiza había sido el clon que atacó a la jinchūriki de Ame a traición. Ella había sido la que, después de tantas cosas, se prestó a ayudarle en aquella empresa suya. Por última vez. Recordaba demasiado bien cómo le remarcó esto último cuando se encontraron, días después del atentado, en una taberna de mala muerte. El rostro de Aiza siempre había sido un libro abierto para él. Zaide podía sentirse orgulloso de que en la mayoría de las ocasiones este reflejaba felicidad, pasión y amor cuando se veían. Llegó un tiempo en que la felicidad se transformó en pena; la pasión, en compasión; el amor en cansancio. Pero nada le había dolido tanto como lo que vio aquel día: decepción, repudia… asco.
Aquella misma noche, tras su encuentro, y con los chillidos de centenares de personas todavía resonando en su cráneo, Uchiha Zaide se tomó dos botellas de sake y, en algún momento poco claro, se ató una soga al cuello.
Se colgó de ella.
No se murió.
Lo intentó de nuevo.
No se murió.
Lo intentó de nuevo.
Se quedó dormido.
Al día siguiente, cuando despertó encharcado en su propio vómito, comprendió lo que había sucedido. El imbécil había estado tan borracho que no se dio cuenta de que había intentado colgarse atando el otro extremo de la soga a la pata de una cama. En el momento debió confundir el suelo con la pared y la pata de la cama con una viga del techo.
Solo de recordarlo le daba vergüenza ajena.
—Pareces conocer mucho sobre Kurama, ¿huh? Dime, chaval, ¿cuál era tu nombre? Lo tengo visto en los carteles bajo el precio por tu cabeza, pero no termino de acordarme.
Sí se acordaba de la bonita cifra que le habían puesto, sin embargo. Supuso que por gajes del oficio. Eso, y porque era la más alta que había visto en su maldita vida. Treinta mil jodidos y genuinos ryōs. Casi nada.
—Mi conocido tuvo la suerte de ser un Kage Bunshin en esos momentos —explicó, recordando a Aiza—. De lo contrario hubiese sido reducido a partículas de polvo por la bijūdama que le lanzaron.
Aiza había sido el clon que atacó a la jinchūriki de Ame a traición. Ella había sido la que, después de tantas cosas, se prestó a ayudarle en aquella empresa suya. Por última vez. Recordaba demasiado bien cómo le remarcó esto último cuando se encontraron, días después del atentado, en una taberna de mala muerte. El rostro de Aiza siempre había sido un libro abierto para él. Zaide podía sentirse orgulloso de que en la mayoría de las ocasiones este reflejaba felicidad, pasión y amor cuando se veían. Llegó un tiempo en que la felicidad se transformó en pena; la pasión, en compasión; el amor en cansancio. Pero nada le había dolido tanto como lo que vio aquel día: decepción, repudia… asco.
Aquella misma noche, tras su encuentro, y con los chillidos de centenares de personas todavía resonando en su cráneo, Uchiha Zaide se tomó dos botellas de sake y, en algún momento poco claro, se ató una soga al cuello.
Se colgó de ella.
No se murió.
Lo intentó de nuevo.
No se murió.
Lo intentó de nuevo.
Se quedó dormido.
Al día siguiente, cuando despertó encharcado en su propio vómito, comprendió lo que había sucedido. El imbécil había estado tan borracho que no se dio cuenta de que había intentado colgarse atando el otro extremo de la soga a la pata de una cama. En el momento debió confundir el suelo con la pared y la pata de la cama con una viga del techo.
Solo de recordarlo le daba vergüenza ajena.
—Pareces conocer mucho sobre Kurama, ¿huh? Dime, chaval, ¿cuál era tu nombre? Lo tengo visto en los carteles bajo el precio por tu cabeza, pero no termino de acordarme.
Sí se acordaba de la bonita cifra que le habían puesto, sin embargo. Supuso que por gajes del oficio. Eso, y porque era la más alta que había visto en su maldita vida. Treinta mil jodidos y genuinos ryōs. Casi nada.
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)