4/02/2021, 19:26
(Última modificación: 4/02/2021, 19:26 por Uchiha Akame.)
Apenas el suave crujido de los pasos de Juro fue tan audible como para alzarse por sobre el susurro chisporroteante de las llamas en la lumbre, el mentado viajero se apoyó en el suelo con la mano zurda, recostándose ligeramente. Un par de rubíes brillaron en la oscuridad, mirando —no, viendo— más allá del disfraz del muchacho, como dos luceros ocultos por el resplandor de la hoguera. Una carcajada brotó de la garganta del extraño, que volvió a arrearle a la calabaza antes de hablar. Cuando lo hizo, su voz sonó aguardientosa y un poco ronca, pero teñida del inconfundible color de la nostalgia.
—Bueno, eso depende de quién pregunte —disparó sin reservas. Luego se ajustó el sombrero de paja sobre la cabeza—. Para el ilustre jinchūriki de Kusagakure creo que me encuentro lo suficientemente bien.
Rió otra vez, por lo bajo. El hecho de que Juro se le hubiese acercado en su Henge sólo podía significar que o bien no le había reconocido —no hubiera sido fácil hacerlo, tuvo que admitir— o bien tenía la memoria de un caracol. Al instante se le vinieron a la cabeza las imágenes de aquellos curiosos afiches que las Villas tenían por costumbre usar para identificar a cualquier antiguo empleado ahora non grato, con un retrato robot del jovencito Juro y la cuantiosa suma de treinta mil ryōs bajo el mismo.
—Hay que joderse, treinta mil. Supongo que no es mala puntuación por haberse cepillado a un Kage.
Previendo que el otro se pondría en guardia al ser mentado, Akame se apresuró a levantar ambas manos y levantar la bandera blanca —metafóricamente—, no sin cierta sorna.
—Pero no te juzgo, ¿eh, compañero? Sólo dime una cosa, que ahora me has picado la curiosidad... —se inclinó ligeramente hacia el muchacho, dejando que la luz de la lumbre iluminara sus ojos encendidos con el Sharingan y proyectase una siniestra sombra sobre sus facciones castigadas—. ¿Cuánto crees que habrán subido la mía? Con gusto me acercaría a Inaka para comprobarlo, pero ¿sabes? Creo que he desarrollado cierta agorafobia estos últimos meses. Y es un trastorno muy serio.
—Bueno, eso depende de quién pregunte —disparó sin reservas. Luego se ajustó el sombrero de paja sobre la cabeza—. Para el ilustre jinchūriki de Kusagakure creo que me encuentro lo suficientemente bien.
Rió otra vez, por lo bajo. El hecho de que Juro se le hubiese acercado en su Henge sólo podía significar que o bien no le había reconocido —no hubiera sido fácil hacerlo, tuvo que admitir— o bien tenía la memoria de un caracol. Al instante se le vinieron a la cabeza las imágenes de aquellos curiosos afiches que las Villas tenían por costumbre usar para identificar a cualquier antiguo empleado ahora non grato, con un retrato robot del jovencito Juro y la cuantiosa suma de treinta mil ryōs bajo el mismo.
—Hay que joderse, treinta mil. Supongo que no es mala puntuación por haberse cepillado a un Kage.
Previendo que el otro se pondría en guardia al ser mentado, Akame se apresuró a levantar ambas manos y levantar la bandera blanca —metafóricamente—, no sin cierta sorna.
—Pero no te juzgo, ¿eh, compañero? Sólo dime una cosa, que ahora me has picado la curiosidad... —se inclinó ligeramente hacia el muchacho, dejando que la luz de la lumbre iluminara sus ojos encendidos con el Sharingan y proyectase una siniestra sombra sobre sus facciones castigadas—. ¿Cuánto crees que habrán subido la mía? Con gusto me acercaría a Inaka para comprobarlo, pero ¿sabes? Creo que he desarrollado cierta agorafobia estos últimos meses. Y es un trastorno muy serio.