6/02/2021, 13:53
(Última modificación: 6/02/2021, 13:53 por Uchiha Akame.)
El mentado sonrió ligeramente al escuchar su nombre,.
—El que viste y calza. A su servicio, m'lord —respondió con cierta guasa.
Akame se apartó de la hoguera, recostándose de nuevo sobre la suave loma de arena para relajar su postura y tratar de parecer menos amenazante. Juro era la primera persona con la que entablaba conversación en más días de los que podía recordar, e incluso en aquellas desaparecibles circunstancias —el frío invernal del Desierto se sentía como el mordisco de un can rabioso, apenas mitigado por el calor de la lumbre— el Uchiha trataba de disfrutar de aquel pequeño placer. Incluso para el más huraño de los criminales, un poco de compañía era de agradecer de tanto en tanto.
"Ha pasado mucho tiempo", dijo Juro. Akame se mesó el mentón con una mano repleta de callos y marcas de trabajo; ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que ambos se habían visto. Hacía mucho tiempo ya que todo lo acontecido años atrás se le antojaba borroso y lejano, como un sueño distante. Desistió a los pocos momentos, contentándose con pegarle otro trago a su vieja calabaza —que quizás había jugado un papel fundamental en su reciente mala memoria—.
Las palabras de Juro le sacaron otra sonrisa, e incluso una breve carcajada con su última chanza. El Uchiha se sacó un cigarrillo de algún bolsillo oculto bajo su capa de viaje y se lo encendió con toda la parsimonia del mundo, haciendo uso de una canica iridiscente que hizo aparecer y desaparecer con un chasquido de dedos. Luego fumó un par de caladas, dejando que el humo del cigarro se uniera al de la hoguera en su vana escalada hacia las estrellas.
—Eso espero, camarada. Eso espero —dijo al fin. "No creo que nadie olvide lo vuestro en mucho tiempo". «Ojalá tengas razón.». Luego rió con el chiste de Juro, y dió otra calada al pitillo.
Incluso en su disfraz, Akame se había esforzado por no mantenerse quieto mucho tiempo en el mismo sitio. Sabía cómo funcionaban los ninjas que estarían buscándole; él mismo había conocido a muchos de ellos. Así pues, aunque nunca se paraba en una taberna a tomar una pinta de cerveza y conversar de actualidad con los parroquianos, sí sabía la auténtica tormenta que el atentado de los Dojos había propiciado sobre Ōnindo. Aunque en los tres grandes países —Tormenta, Bosque y Espiral— la situación no había mejorado mucho, pues las poltronas vacías habían sido rápidamente repobladas, las naciones más pequeñas y menos influyentes atravesaban, casi sin excepción, un periodo convulso.
—Nada es inmutable en este nuestro reino mortal —terció—. Quienes se aferran a lo contrario no son más que dinosaurios esperando al meteorito.
Y de eso sí que estaba jodidamente seguro; conocía a un buen puñado de tipos duros que podían dar buena fe de ello.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Qué pasó? —disparó a bocajarro—. Tendrás que disculpar mi curiosidad, pero entiende que no todos los días me encuentro con un compañero matakages. Somos pocos en nuestra especie.
—El que viste y calza. A su servicio, m'lord —respondió con cierta guasa.
Akame se apartó de la hoguera, recostándose de nuevo sobre la suave loma de arena para relajar su postura y tratar de parecer menos amenazante. Juro era la primera persona con la que entablaba conversación en más días de los que podía recordar, e incluso en aquellas desaparecibles circunstancias —el frío invernal del Desierto se sentía como el mordisco de un can rabioso, apenas mitigado por el calor de la lumbre— el Uchiha trataba de disfrutar de aquel pequeño placer. Incluso para el más huraño de los criminales, un poco de compañía era de agradecer de tanto en tanto.
"Ha pasado mucho tiempo", dijo Juro. Akame se mesó el mentón con una mano repleta de callos y marcas de trabajo; ni siquiera recordaba cuándo había sido la última vez que ambos se habían visto. Hacía mucho tiempo ya que todo lo acontecido años atrás se le antojaba borroso y lejano, como un sueño distante. Desistió a los pocos momentos, contentándose con pegarle otro trago a su vieja calabaza —que quizás había jugado un papel fundamental en su reciente mala memoria—.
Las palabras de Juro le sacaron otra sonrisa, e incluso una breve carcajada con su última chanza. El Uchiha se sacó un cigarrillo de algún bolsillo oculto bajo su capa de viaje y se lo encendió con toda la parsimonia del mundo, haciendo uso de una canica iridiscente que hizo aparecer y desaparecer con un chasquido de dedos. Luego fumó un par de caladas, dejando que el humo del cigarro se uniera al de la hoguera en su vana escalada hacia las estrellas.
—Eso espero, camarada. Eso espero —dijo al fin. "No creo que nadie olvide lo vuestro en mucho tiempo". «Ojalá tengas razón.». Luego rió con el chiste de Juro, y dió otra calada al pitillo.
Incluso en su disfraz, Akame se había esforzado por no mantenerse quieto mucho tiempo en el mismo sitio. Sabía cómo funcionaban los ninjas que estarían buscándole; él mismo había conocido a muchos de ellos. Así pues, aunque nunca se paraba en una taberna a tomar una pinta de cerveza y conversar de actualidad con los parroquianos, sí sabía la auténtica tormenta que el atentado de los Dojos había propiciado sobre Ōnindo. Aunque en los tres grandes países —Tormenta, Bosque y Espiral— la situación no había mejorado mucho, pues las poltronas vacías habían sido rápidamente repobladas, las naciones más pequeñas y menos influyentes atravesaban, casi sin excepción, un periodo convulso.
—Nada es inmutable en este nuestro reino mortal —terció—. Quienes se aferran a lo contrario no son más que dinosaurios esperando al meteorito.
Y de eso sí que estaba jodidamente seguro; conocía a un buen puñado de tipos duros que podían dar buena fe de ello.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Qué pasó? —disparó a bocajarro—. Tendrás que disculpar mi curiosidad, pero entiende que no todos los días me encuentro con un compañero matakages. Somos pocos en nuestra especie.