10/02/2021, 23:13
—Ya veo... la luna nos ha enseñado mucho sobre el agua... pero no todo —dijo Hayato, y Ayame le devolvió una sonrisa misteriosa. En un pasado lejano habría corrido a ocultar aquella marca de nacimiento que tanto mal le había traído, pero ya no. Esos eventos eran cosa del pasado y ahora lucía su propia luna con el orgullo de una Aotsuki.
Aunque nunca se lo había planteado de aquella manera. La luna estaba estrechamente relacionada con el agua y siempre se habían considerado dos elementos místicos. ¿Era posible que la marca de los Aotsuki estuviera relacionada de alguna manera con su afinidad con el Suiton? ¿O era un mero capricho del destino?
Afortunadamente para todos, parecía que el anciano veía aliviado su malestar. Aunque fuera un poco. Una enfermedad así no se curaría con un par de horas de agua caliente, pero desde luego la acción del médico y su profesionalidad estaba ayudando a mejorar su condición. Ayame escuchaba y observaba fascinada las acciones del Uzujin. Estaba claro que sabía lo que estaba haciendo.
—Ahora vamos con los niños, Ayame —le dijo, señalando a dos chiquillos que no debían tener más de cuatro años.
—¡Claro!
—¿Cómo están, chicos? —Les preguntó, al llegar a ellos. Pero los pobres estaban tan débiles que sólo pudieron responder con unos quedos tosidos—. ¡Pero si son dos campeones! Estos niños estarán bien en poco tiempo, pero les ayudaremos un poco. Ayame, sumerge dos trapos, ponle uno al pequeño en el pecho y dame el otro. Asegurate que puedan respirar el vapor.
—¡Enseguida! —Exclamó ella, corriendo a cumplir con su cometido.
—Y esa luna en tu frente... —Escuchó decir a Hayato, mientras sumergía los dos trapos en el agua caliente y procedía a escurrirlos bien, pero se vio interrumpido por una voz.
La voz de una mujer de aspecto demacrado y huesos marcados que estaba tendida cerca de ellos.
—Ustedes... ¿nos ayudarán?... ¿traerán comida?
—Haremos lo que podamos.
—¿Tan mal está el tema de las provisiones? ¿Tan crudo está siendo el invierno? —preguntó Ayame, notablemente preocupada.
—Debemos hacer algo por ellos... —dijo Hayato—. ¿Qué opinas? entiendo que hay una aldea ganadera al norte... pero el viaje es largo... aunque si tienes algo por hacer lo entenderé... ya me estas ayudando mucho aquí.
—¿Te refieres a Ushi? Tardaría como tres días en ir y volver, no lo haría a tiempo —Negó con la cabeza. Ni siquiera con sus halcones podría lograr acortar el tiempo lo suficiente para lograrlo—. Pero quizás podría acercarme Tanzaku Gai, está al sur de aquí y es la capital, deben tener de todo. Podría hacerlo en unas pocas horas.
»Pero... no tengo suficiente dinero como para comprar comida para toda esta gente...
Aunque nunca se lo había planteado de aquella manera. La luna estaba estrechamente relacionada con el agua y siempre se habían considerado dos elementos místicos. ¿Era posible que la marca de los Aotsuki estuviera relacionada de alguna manera con su afinidad con el Suiton? ¿O era un mero capricho del destino?
Afortunadamente para todos, parecía que el anciano veía aliviado su malestar. Aunque fuera un poco. Una enfermedad así no se curaría con un par de horas de agua caliente, pero desde luego la acción del médico y su profesionalidad estaba ayudando a mejorar su condición. Ayame escuchaba y observaba fascinada las acciones del Uzujin. Estaba claro que sabía lo que estaba haciendo.
—Ahora vamos con los niños, Ayame —le dijo, señalando a dos chiquillos que no debían tener más de cuatro años.
—¡Claro!
—¿Cómo están, chicos? —Les preguntó, al llegar a ellos. Pero los pobres estaban tan débiles que sólo pudieron responder con unos quedos tosidos—. ¡Pero si son dos campeones! Estos niños estarán bien en poco tiempo, pero les ayudaremos un poco. Ayame, sumerge dos trapos, ponle uno al pequeño en el pecho y dame el otro. Asegurate que puedan respirar el vapor.
—¡Enseguida! —Exclamó ella, corriendo a cumplir con su cometido.
—Y esa luna en tu frente... —Escuchó decir a Hayato, mientras sumergía los dos trapos en el agua caliente y procedía a escurrirlos bien, pero se vio interrumpido por una voz.
La voz de una mujer de aspecto demacrado y huesos marcados que estaba tendida cerca de ellos.
—Ustedes... ¿nos ayudarán?... ¿traerán comida?
—Haremos lo que podamos.
—¿Tan mal está el tema de las provisiones? ¿Tan crudo está siendo el invierno? —preguntó Ayame, notablemente preocupada.
—Debemos hacer algo por ellos... —dijo Hayato—. ¿Qué opinas? entiendo que hay una aldea ganadera al norte... pero el viaje es largo... aunque si tienes algo por hacer lo entenderé... ya me estas ayudando mucho aquí.
—¿Te refieres a Ushi? Tardaría como tres días en ir y volver, no lo haría a tiempo —Negó con la cabeza. Ni siquiera con sus halcones podría lograr acortar el tiempo lo suficiente para lograrlo—. Pero quizás podría acercarme Tanzaku Gai, está al sur de aquí y es la capital, deben tener de todo. Podría hacerlo en unas pocas horas.
»Pero... no tengo suficiente dinero como para comprar comida para toda esta gente...