Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Minori era un pequeño pueblecito situado al sur del legendario Valle del Fin y al este del Valle de los Dojos, cerca de Tanzaku Gai. Su modo de vida se centraba, casi y exclusivamente, en la agricultura, y así se podía apreciar en cada uno de los campos de cultivos que invadían el espacio. O al menos se habría podido apreciar de esta manera, si no fuera porque un grueso manto de nieve había enterrado Minori en lo más crudo del invierno. Sólo unos pocos invernaderos, dispersos aquí y allá, podrían salvar unas pocas reservas de verduras.
—¡Esto no pasaría si, en lugar de plantar lechugas, tuviésemos unas pocas cabezas de ganado! ¡Seguro que esto no está pasando en Ushi!
Ayame escuchó aquellas palabras según abandonó el Bosque de la Hoja y se adentró en Minori. Dos granjeros discutían acaloradamente en las inmediaciones del pueblo sosteniendo sendas horcas mientras señalaban lo que antes debían haber sido campos de tomates y otro tipo de hortalizas que no habían podido resistir la crudeza del invierno. A lo lejos, un espantapájaros había sido transformado en un curioso muñeco de nieve. Sin duda alguna, obra de algunos niños que habían sabido ver la diversión en la tragedia. Ayame inclinó la cabeza en la dirección de los dos agricultures a modo de saludo antes de arrebujarse aún más en su gruesa capa de viaje y terminar de adentrarse en Minori. Con el frío que hacía, lo primero que buscaron sus ojos fue un lugar donde poder refugiarse y abrazar el calor de una buena hoguera. No tardó en encontrarlo: "El Tomate Soleado", una modesta posada que quedaba cerca de la plaza central del pueblo, le dio la bienvenida. Era un lugar más bien pequeño, con apenas cinco mesas para cuatro comensales y un organillo cerca de una de las esquinas. En el otro extremo crepitaba el fuego en la chimenea, alimentado con leña extraída directamente del bosque. Profundamente aliviada, Ayame se quitó la capa, liberando sus cabellos oscuros que cayeron sobre su espalda, y se sentó en la barra.
—¡Buenos días!
—¿Buenos días? ¿Pero tú has visto la que está cayendo ahí fuera, chiquilla? —Al otro lado de la barra, un hombre notablemente corpulento y de cabellos castaños la miró con profunda irritación—. ¡No habíamos tenido una nevada así en años! ¿Qué digo años? ¡Décadas!
—Sí, la verdad es que parece... problemático... —respondió ella, torciendo ligeramente el gesto, apurada. Parecía que no había llegado en el mejor momento a Minori...
—Esperemos que no dure demasiado, o tendremos que pedir provisiones a esos desgraciados de Ushi. ¡Menuda suerte tienen, sus ovejas no se pochan con el frío!
«No, pero la hierba que necesitan sí...» Pensó para sus adentros, pero no quiso hurgar en la herida.
—En fin, ¿qué puedo hacer por ti?
—Te queda algo de caldo? Necesito algo calentito para quitarme este frío de encima...
—¡Marchando una sopa de verduras, la especialidad de la casa!
24/12/2020, 16:57 (Última modificación: 24/12/2020, 21:56 por Yasuyori Hayato. Editado 4 veces en total.)
El Bosque de la Hoja estaba invadido por el frío. El castañeo de sus dientes con cada ráfaga de viento que lograba atravesar los árboles, era un recordatorio de la estación por la que estaban pasando. Hayato dejaba tras de sí huellas de sandalias en la nieve, abrazándose a si mismo para conservar calor dentro de la capa que llevaba puesta sobre su uniforme médico, cuyo color blanco no ayudaba a conservar el calor. Miraba a su alrededor, con su rostro oculto tras una bufanda y bajo una capucha, viendo las copas de los árboles coronadas por la nieve. La sola visión de este paisaje le hizo dar más frío. Agradeció que su banda ninja en su frente le diera calor a su cabeza, a pesar del frío metal con el símbolo de Uzushiogakure.
Llegó a Minori, donde había sido llamado más como médico que como ninja, para atender algunos casos de gripe y pneumonía, comunes con el frío de la época. Además, cabía la posibilidad de que necesitara llevar un mensaje hasta una aldea en la costa para solicitar provisiones para Minori, ya que sus cultivos estaban esencialmente muertos bajo una gruesa capa de nieve, con solo la posibilidad de abastecerse con los pocos invernaderos que habían.
Pudo divisar a lo lejos una posada donde refugiarse antes de ir a buscar a sus pacientes: 2 niños y una mujer y un anciano, los cuatro con casos leves de pneumonía, bastante manejables según le habían dicho, pero siempre habrían podido agravarse por causa del tiempo. Entro a "El Tomate Soleado", un nombre bastante irónico para aquella época. El calor del lugar lo recibió como un abrazo. Pudo ver en la barra a una mujer de cabellos oscuros que, por su vestimenta, era evidentemente una Kunoichi y, por sus colores, probablemente de Amegakure, aunque debía confirmarlo con la banda que llevaba en su brazo que no alcanzaba a ver por la distancia. Se quitó la capa y se sentó a una silla de distancia de la chica y vio la banda de Amegakure confirmando su pensamiento. No dijo nada, hasta que el posadero llegó con la sopa para la kunoichi.
-¡Bienvenido joven! Veo que es un ninja médico, ¿vienes por los enfermos?- Dijo el hombre, reconociendo la vestimenta blanca de Hayato.
-Gracias.... así es... em...- Pensó un momento antes de hablar, con su timidez taladrándole la garganta. Miró de reojo la sopa de verduras de la kunoichi. -Quisiera lo que ella pidió, por favor...-
-Otra sopa de verduras caliente para el doctor- Dijo el posadero con energía, tratando de brindar confianza al chico.
-Espere y...- Detuvo al posadero antes de que partiera por la sopa. El labio inferior de Hayato temblaba, pero no sabía si era por el frío o por su timidez. -Podría... por favor... ¿calentar una olla con agua y prestarme algunas toallas?... es para los pacientes... digo... el calor les puede ayudar a fortalecer su sistema inmunológico y disminuir los temblores, ya que el calor corporal se equilibrará y el cuerpo podrá invertir energía en combatir la infección más que en mantener el calor.- Dijo como si recitara un libro de memoria.
-Emmm... claro que si chico, ya mismo lo haré, pondré la olla y te traeré tu sopa.- Respondió el posadero algo confundido por la retahíla de palabras dichas por el ninja médico quien se limitó a asentir.
"Soy un idiota..." Pensó viendo de reojo algo incómodo a la chica que se encontraba a su lado y luego al posadero.
Siento la demora, con todo esto de las Navidades se me ha hecho complicado postear n_nU
A modo de consejo sobre el rol, aquí no pasa nada, pero cuando alguien introduce un NPC (en este caso el tabernero) es mejor que sólo lo maneje una persona para que no haya líos o incongruencias. Te lo digo para otro tipo de tramas más importantes, como pueden ser las misiones y demás.
Enfrascada en su deliciosa y caliente comida, Ayame aún tuvo tiempo a escuchar cómo la puerta se abría a sus espaldas y por el rabillo del ojo vio a alguien se sentaba cerca de ella en la barra, dejando una silla de separación entre ambos. Era un chico, que parecía algo más joven que ella, con el cabello oscuro y revuelto.
«¿Así que médico?» Se preguntó Ayame, al escuchar la conversación que este mantuvo brevemente con el tabernero antes de pedir otro plato de sopa con verduras. También solicitó calentar una olla con agua y algunas toallas, explicando que eso le ayudaría a tratar a sus pacientes.
Todo aquello llamó la atención de una curiosa Ayame, que terminó girando el rostro hacia él. Ahora que le miraba directamente, pudo fijarse en la resplandeciente bandana de Uzushiogakure que adornaba su frente.
No te preocupes y me disculpo también por la demora por la fiestas
Siento mucho lo del NPC, fue mera costumbre de otros foros donde he estado y para acelerar un poco el rol, pero no hay problema, si quieres dejemos en que tu controlas al tabernero y cada quien controla a los NPCs que vaya introduciendo. Es cierto que pueden salir incongruencias en ese sentido
Hayato miró nervioso a la kunoichi sentada a una silla de distancia luego de escuchar su pregunta. No estaba preparado mentalmente para ninguna conversación más allá de las necesarias para hacer su trabajo y maldijo para sus adentros por no haberse sentado en una mesa en la esquina más oscura de la taberna para ser ignorado por todos. Pero ahora estaba allí y su ansiedad social tenía su mente funcionando a la velocidad de la luz.
-S...si, s...soy médico, ninja.- Dijo con esfuerzo luego de un suspiro y rezando para que la sopa llegara rápido y llenar su boca para no tener que responder más preguntas. -Tu también, cierto? D...digo, eres ninja-
"Idiota, ¿Por qué continuas la conversación? Concentrate en tu misión... atiende a los enfermos y vete con la carta pidiendo suministros... será rápido" Pensó arrepentido por haber hablado cuando no quería hacerlo.
Allí sentado, miró nervioso hacia donde se encontraba el tabernero esperando a que se apresurara a traer la sopa, la cual había perdido todo su encanto ya que lo retrasaría con aquella ninja y el tabernero, dos personas que al parecer eran bastante conversadoras; aunque igualmente tendría que esperar al agua caliente para tratar a sus pacientes. ¿Por qué los principios de la termodinámica eran tan caprichosos y el agua no calentaba de inmediato? Sintió como le hormigueaban las manos por la ansiedad y pensando de cuantas formas dierentes podría arruinar una conversación normal.
Oki doki, yo me encargo del tabernero por ahora, y si sacas algún NPC lo controlarás tú. No te preocupes, de verdad
—S...si, s...soy médico, ninja —respondió el chico, que parecía terriblemente nervioso ante la presencia de la kunoichi allí—. Tu también, cierto? D...digo, eres ninja-
—Soy kunoichi, sí. Pero no médico —sonrió ella afable. Aunque, por reserva personal, se ahorró el comentar que su padre sí lo era. Y sólo había que escuchar al muchacho hablar para darse cuenta de que él también lo era. ¿Cuántas veces habría escuchado Ayame la misma cantinela sobre las gripes, y el frío y lo peligroso que era salir bajo la lluvia sin protección? Entonces se señaló la placa metálica que relucía en su brazo—. De Amegakure. Oh, disculpa mis modales, mi nombre es Aotsuki Ayame. Es un placer —añadió, con una leve inclinación de cabeza.
Justo en ese momento regresó el tabernero, con un humeante plato entre sus manos que dejó frente al shinobi.
—¡Aquí tienes, muchacho! ¡Que aproveche! —exclamó, sacudiendo las manos—. Estamos calentando agua en las cocinas, pero la dejaremos hasta que termines de comer, ¿sí? Seguro que no quieres que se te enfríe antes de tiempo.
11/01/2021, 04:30 (Última modificación: 11/01/2021, 04:31 por Yasuyori Hayato. Editado 1 vez en total.)
Ante la aclaración de la kunoichi, Hayato se sintió peor. Se había equivocado y en su mente solo revoloteaba la idea de que pensaría que era un bicho raro por andar tartamudeando y diciendo cosas que no son. Sin embargo, cuando la chica se presentó con aquella amabilidad, se sintió algo más tranquilo, así que le sonrió, pero siguió tratando de evitar su mirada. Pero, antes de presentarse, el tabernero le trajo la sopa y Hayato le sonrió.
-Claro que si... gracias. Comeré lo más pronto posible, los pacientes no esperan.- Dijo con una voz que denotaba algo de cariño, debido al sentimiento que poseía hacia cualquier paciente.
Tomó un sorbo de la sopa y recordó que no se había presentado con la kunoichi. -Lo...lo siento. Soy Yasuyori Hayato, de Uzushiogakure. Es un gusto conocerte.- Dijo señalando la placa metálica en su frente. -Y..y a tu servicio, si necesitas algún médico.- Dijo y suspiró. Era bueno para él tratar de decir más de lo que se esperaba, o al menos eso pensaba, y siendo médico, su deber era ofrecer sus servicios.
Luego de tomar otros dos sorbos, se aventuró a mirar de reojo a la kunoichi antes de decir algo más.
-Llegaste antes, ¿no? ¿Que sabes de la situación de este pueblo? Quisiera hacer todo por ayudar, luego de atender a los enfermos, claro- Dijo con voz tembolorosa pero con algo más de confianza. -¿Tienes algún asunto aquí? Porque podría necesitar tu ayuda... solo digo... em... si no quieres está bien...- Dijo cada vez más nervioso.
"Soy el mayor idiota del mundo" Se volvió a castigar para sus adentros.
—Claro que si... gracias. Comeré lo más pronto posible, los pacientes no esperan —masculló el apurado shinobi, mientras apuraba su comida. Escuchándole hablar, a Ayame no le cupo duda de que la responsabilidad del médico hacia sus pacientes era sincera—. Lo...lo siento. Soy Yasuyori Hayato, de Uzushiogakure. Es un gusto conocerte. Y..y a tu servicio, si necesitas algún médico.
—El placer es mío, Hayato —sonrió ella, alzando la cuchara para llevársela a la boca. La calidez de la sopa calentándola desde el interior era todo lo que podía pedir en aquellos días tan fríos—. Yo estoy bien sana por el momento, afortunadamente. Pero gracias por el ofrecimiento.
—Llegaste antes, ¿no? ¿Que sabes de la situación de este pueblo? Quisiera hacer todo por ayudar, luego de atender a los enfermos, claro —le preguntó entonces, después de darle un par de tientos a su propio plato.
Pero Ayame torció ligeramente el gesto y cruzó los tobillos en su asiento.
—En realidad, acabo de llegar hace unos pocos minutos —confesó, apurada—. Ni siquiera sabía que había gente enferma que necesitara la ayuda de un médico. Pero si q...
—¿Tienes algún asunto aquí? Porque podría necesitar tu ayuda... solo digo... em... si no quieres está bien...
Ella se rio, aunque Hayato parecía tan nervioso que parecía que iba a enterrar la cabeza en la tierra en cualquier momento.
—¡Justo estaba a punto de sugerírtelo! No soy médica, pero he ayudado a mi padre alguna que otra vez con cosas básicas. Para mí sería todo un placer ayudar, Hayato —Y, dicho y hecho, Ayame se terminó su plato y lo dejó sobre la barra junto a un par de monedas—. Deja que te invite yo esta vez.
Hayato se sonrojó ante la risa de la kunoichi y jugueteó con su cuchara en lo que le quedaba de sopa, contemplando la posibilidad de cortarse las cuerdas bucales con ella, a ver si dejaba de decir tantas idioteces. Sin embargo, la amable respuesta de Aotsuki, lo tranquilizó y redujo el rubor en su rostro, arrancándole una tímida sonrisa, moviendo rápidamente los ojos para ver a la chica sin hacer contacto visual.
-Muchas gracias, Aotsuki-san- Dijo sonriendo, con el debido respeto de acuerdo con la edad. -La ayuda siempre será útil-
Su sonrisa se desvaneció casi de inmediato y, como si de un camaleón se tratara, su rostro que antes había estado rojo, se tornó pálido en el momento en el que la chica se ofreció a pagar por la sopa.
-N..n... espe...- Suspiró temblorosamente tratando de evitar que la chica pusiera el dinero en el mostrador, sin éxito. -Gracias, Aotsuki-san, más tarde te invito a un té caliente... si quieres...- Dijo con timidez y resignado a sufrir la vergüenza que sentía en ese momento, tomando ya sus últimos sorbos de sopa.
-Disculpe, señor, ¿ya está el agua para los pacientes?- Dijo al tabernero, tratando de desviar la atención.
Hayato pareció ir relajándose conforme avanzaba la conversación. O al menos eso era lo que Ayame quería creer. No le habían pasado desapercibidos los gestos nerviosos del muchacho y, de alguna manera, se sentía responsable de romper el hielo con él. O, al menos, que se sintiera más cómodo en su presencia. Siendo shinobi, podía entender que se mostrara receloso hacia otros shinobi, y esa era otro motivo para hacerle entender sin palabras que ella no tenía ningún tipo de mala intención.
—Gracias, Aotsuki-san, más tarde te invito a un té caliente... si quieres... —dijo Hayato, avergonzado después de que Ayame le invitara a comer.
—Puedes llamarme Ayame, no hay problema —repuso ella, agitando una mano en el aire—. Pero está bien. Aunque mejor si es un chocolate caliente, no me gustan demasiado las infusiones —se rio.
—Disculpe, señor, ¿ya está el agua para los pacientes? —Hayato se había vuelto hacia el tabernero, que asintió de forma behemente.
—¡Sí! ¡Ahora mismo te la traigo! —El hombre desapareció tras la barra y apareció al cabo de unos pocos minutos, aferrando con las manos desnudas las asas de una cazuela bastante grande. Aún estando cubierta con una tapa, se apreciaba el vapor del agua caliente surgiendo de las hendiduras. También dejó varios trapos de cocina cuidadosamente doblados sobre la barra—. Mucha suerte, muchachos.
—Muchas gracias, señor —Ayame inclinó la cabeza a modo de agradecimiento, antes de levantarse de su asiento—. Te sigo, Hayato. ¿Necesitas ayuda para cargar con el agua o los trapos?
Cuando al fin vio al tabernero llegar con la cazuela tapada despidiendo vapor por las hendiduras, Hayato tomó rápidamente las dos cucharadas de sopa que le quedaban y, con su boca aún llena, tomó una servilleta y se limpió las comisuras de su boca, para después levantarse de la silla.
-No te preocupes, Aots... Ayame, sería descortés de mi parte pedirte ayuda y luego hacer que cargues esto. Pero si toma los trapos. Gracias, y gracias a usted también señor.- Se apartó un poco para poder tener a ambos al frente e hizo una profunda reverencia.
Se acercó entonces a la cazuela y tocó levemente las asas para asegurar que era una temperatura resistible por su piel, para luego asir con fuerza la cazuela, que calculó pesaba 3 kilos, tomando aire para distribuir bien la fuerza en su vientre, brazos y espalda. Hizo un gesto a Ayame con la cabeza para que lo siguiera y caminó hacia la puerta, saliendo de la taberna.
-En el mensaje decía que tenían a los enfermos en un salón de la escuela, donde había más espacio para tenerlos acostados juntos y así fuera más fácil su cuidado...- Dijo mientras se dirigía hacía ese sitio.
El calor de la cazuela en contraste con el frío del ambiente, causaban que esta humeara aún más profusamente y le preocupó que el agua se enfriara demasiado pronto. Miró el blanco paisaje que lo rodeaba, los techos cubiertos de nieve que hacían que las casas parecieran gigantes ancianos, los árboles completamente blancos con el dosel completamente cubierto, con el suelo a juego... y a pesar de lo hermoso que todo esto parecía, maldijo que el clima fuera tan poco favorecedor y que esto pusiera en riesgo a los enfermos que lo esperaban en la escuela.
-Ayame, por favor amarra uno de los trapos al rededor de la cazuela, esto la aislará térmicamente... a menos que tengas algún jutsu que nos permita mantener esto bien caliente hasta la escuela...- Dijo, mientras apartaba de sí la cazuela para permitir a la kunoichi amarrar el trapo al rededor de esta, mientras señalaba con un gesto a la escuela que se encontraba aún bastante lejos.
Tras coger los trapos que le tendía Hayato, se adelantó momentáneamente para sostenerle la puerta de la taberna para que pudiera pasar lo más cómodamente posible, teniendo en cuenta que cargaba con aquella pesada olla, y después le siguió por las calles de Minori.
—En el mensaje decía que tenían a los enfermos en un salón de la escuela, donde había más espacio para tenerlos acostados juntos y así fuera más fácil su cuidado... —le explicó por el camino. Y entonces sus ojos viraron con cierta preocupación del vapor que brotaba de la olla al propio paisaje que les rodeaba—. Ayame, por favor amarra uno de los trapos al rededor de la cazuela, esto la aislará térmicamente... a menos que tengas algún jutsu que nos permita mantener esto bien caliente hasta la escuela...
—¡Oh, es cierto! —exclamó la kunoichi, exaltada. La olla estaba hecha de metal y, como tal, era muy buena conductora térmica. Si no tenían cuidado, y con aquel frío invernal, el agua podría enfriarse rápidamente y entonces no les serviría de nada. Por eso Ayame se apresuró a anudar uno de los trapos que llevaba en torno al cuerpo del objeto con un fuerte nudo—. Lo siento, lo cierto es que el calor no es lo mío. Esto tendrá que servir —se rio, nerviosa.
Echaron de nuevo a andar hacia la escuela, un edificio notoriamente reconocible por lo diferente de su estructura arquitectónica con respecto a las casitas que componían el resto de la villa. Aún quedaba algo lejos de su alcance.
—Si en algún momento necesitas que cambiemos de posiciones y cargue yo con el agua, dímelo, ¿vale? —le comentó, preocupada por el chico. A juzgar por sus brazos, no parecía especialmente fuerte, y cargar durante tanto tiempo con el agua podía llegar a ser pesado y doloroso. Lo último que necesitaban era tener un accidente con agua hirviendo—. ¿Has hecho esto más veces? —le preguntó, con curiosidad.
-Gracias, pero no te preocupes- Dijo notando la preocupación en el tono de voz de Ayame. Luego escuchó la pregunta hecha por la kunoichi y pensó un instante antes de responder. ¿Haberlo hecho en su entrenamiento como ninja médico, en un entorno académico, contaba en algo? Sin embargo, si había tenido unas cuantas experiencias reales, como parte de su entrenamiento, y unas cuantas luego de ser oficialmente un médico.
-Si, lo he hecho antes.- Dijo y suspiró, más por un conflicto en sus pensamientos que con el peso del agua que se balanceaba dentro de la cazuela a medida que caminaban hacia la escuela. -Tristemente, en esta época del año no crecen muchas plantas que podrían ayudar a estas personas y no se si haya un boticario cerca. Un poco de jengibre, regaliz o eucalipto habrían ayudado, pero esta agua caliente será suficiente.- Dijo levantando un poco como para subrayar lo que acababa de decir.
Poco después llegaron a la escuela y entraron. No había nadie para recibirlos así que Hayato se tuvo que guiar con el oído para encontrar el salón donde se encontraban los pacientes. Las toses y las voces de varias personas lo guiaron a un salón en el centro de la escuela. "Muy inteligentes. Debe ser el sitio más aislado térmicamente de este edificio." Pensó mientras entraba al salón.
-¡Ay! ¡Que alivio!- Exclamó una mujer que estaba sentada entre los dos niños enfermos, por lo cual, a juzgar por su edad, seguramente era la madre. Por su parte, la mujer enferma, que estaba acostada junto a los niños, estaba acompañada por un hombre mayor, y el anciano enfermo estaba acompañado por su esposa.
Mientras Hayato descargaba la olla, hizo una evaluación inicial visual a los enfermos y pudo deducir, a partir de su aspecto y del sonido de sus toses, que la neumonía había empeorado desde que llegó la carta que lo llamaba a aquel sitio. -Buenos días a todos. Ella es Aotsuki Ayame, kunoichi de Amegakure, que muy amablemente ofreció su ayuda, y yo soy Yasuyori Hayato, ninja médico de Uzushiogakure .- Dijo elevando su voz para que todos los presentes lo escucharan. En lo que respectaba a personas que necesitaban su ayuda como médico, toda la timidez que lo invadía se mantenía a ralla. -A todos los acompañantes les pido por favor que esperen al fondo del salón mientras Ayame y yo atendemos a sus familiares. No se preocupen, están en buenas manos.- No estaba muy seguro de esto por parte de la kunoichi, pero podía sentir que podía confiar en ella, por lo menos para esto.
De su kit médico en su cinturón extrajo un dos pares de guantes y dos tapabocas, todos de tela. -Toma Ayame. Si esta neumonía es contagiosa, no quiero que te toque a ti.- Le dijo.
Primero fue con el anciano, ya que su tos sonaba más desgarradora. Acercó la cazuela a su lado y puso suavemente su mano enguantada sobre la frente del viejo, quien estaba dormido. La temperatura era bastante alta. Posó su oído en el pecho del hombre y escucho como sus pulmones gruñían cada vez que hacía un ciclo respiratorio, el cual era bastante rápido.
-Ayame, por favor sumerge dos trapos en el agua caliente y pásame uno. Que no goteen mucho. El otro ponlo por favor sobre los pies, lentamente, y cúbrelos bien.- Extendió su mano. -Y... ¿en que estas especializada como shinobi?- Dijo, tratando de continuar la conversación que tenía antes, ya que se había sentido algo grosero al interrumpirla cuando llegaron a la escuela. Además, era bueno para despejar el estrés al momento de tratar un paciente.
—Si, lo he hecho antes —admitió Hayato, con un pesado suspiro—. Tristemente, en esta época del año no crecen muchas plantas que podrían ayudar a estas personas y no se si haya un boticario cerca. Un poco de jengibre, regaliz o eucalipto habrían ayudado, pero esta agua caliente será suficiente.
—Sí, parece que la nieve lo ha sepultado todo —Ayame miró apenada a su alrededor. Todos y cada uno de los campos de Minori, habían sido tapados por un grueso manto de gélida muerte. Pocas plantas podrían sobrevivir a algo así, y no había manera de esperar a la siguiente Primavera.
Afortunadamente, no tardaron mucho más en llegar a la escuela. Dadas las circunstancias, era normal que no encontraran a nadie para recibirlos, pero aún así Ayame se sintió un poco cohibida al entrar en aquel enorme edificio de piedra. Suponía que Hayato conocería el camino, así que le siguió de cerca. Pronto, voces, toses y quejidos los rodearon.
—¡Ay! ¡Que alivio! —exclamó una mujer, sentada entre dos chiquillos enfermos. Parecía ser su madre.
—Buenos días a todos —habló Hayato—. Ella es Aotsuki Ayame, kunoichi de Amegakure, que muy amablemente ofreció su ayuda —Cuando la presentó, Ayame inclinó la cabeza a modo de respetuoso saludo—, y yo soy Yasuyori Hayato, ninja médico de Uzushiogakure. A todos los acompañantes les pido por favor que esperen al fondo del salón mientras Ayame y yo atendemos a sus familiares. No se preocupen, están en buenas manos.
Parecía que todo rastro de titubeo o timidez había abandonado la voz de Hayato, y la había sustituido con la firmeza profesional que Ayame ya había visto en su padre cada vez que ejercía como médico. No pudo evitar sonreír al notarlo.
—Toma Ayame —añadió, tendiéndole una mascarilla de médico—. Si esta neumonía es contagiosa, no quiero que te toque a ti.
—Ah, es cierto, gracias —respondió, colocándosela sobre la nariz y la boca. No pudo evitar arrugar el gesto al notar la opresión sobre su rostro.
Mientras tanto, Hayato se había inclinado sobre un hombre anciano dormido que tosía de forma angustiosa. Le acercó la cazuela y le puso la mano sobre la frente. Después posó el oído sobre su pecho y escuchó durante varios largos segundos en silencio que Ayame no se atrevió a romper.
—Ayame, por favor sumerge dos trapos en el agua caliente y pásame uno. Que no goteen mucho. El otro ponlo por favor sobre los pies, lentamente, y cúbrelos bien.
—¡Enseguida! —exclamó. Y corrió a sumergir dos de los paños que llevaba, cuidándose de no quemarse con el agua.
—Y... ¿en que estas especializada como shinobi?
Ayame ladeó la cabeza a un lado y a otro, con una media sonrisa. Como kunoichi, recelaba de hablar sobre sus propias habilidades. «El halcón virtuoso esconde sus garras», era uno de sus lemas, pero Hayato estaba confiando en ella para aquella tarea y, además, le había revelado que era médico.
—Me especializo... en el agua —Sonrió, misteriosa. Y lo dejó estar—. Por eso te dije que calentar cosas no era lo mío.
»¿Está muy grave? ¿Se pondrá bien? —preguntó, refiriéndose al hombre.
-Ya veo... la luna nos ha enseñado mucho sobre el agua... pero no todo.- Dijo con suspicacia devolviéndole la sonrisa a Ayame, refirendose claramente a la luna en la frente de la chica y su apellido. Pero al final no insistió más.
Su atención entonces se trasladó al anciano, el cual poco a poco fue recuperando su capacidad respiratoria, ante el calor y el vapor del agua del trapo caliente que puso el shinobi en el pecho del hombre.
-Estará bien.- Dijo con el suficiente volumen para que la esposa del hombre lo escuchara. -Excelente, ¿cierto?- Le dijo al hombre, esperando a ver si se despertaba con el ruido y el calor de las toallas. El hombre se limitó a asentir y sonreír levemente.
-Escúcheme, señor. Hágame el favor de respirar profundo, haga el esfuerzo, cuente hasta cuatro, sostenga 2 y suelte en 4, y así. Su esposa le ayudará.- El hombre comenzó a hacer el ejercicio y la anciana, entendiendo el mensaje, corrió a arrodillarse junto a su marido e hizo el ejercicio con él.
-Ahora vamos con los niños, Ayame.- Le dijo señalando a los jóvenes y tomando el recipiente con agua caliente. Dejándolo entre ambos niños, quienes tendrían 3 y 4 años.
-¿Cómo están, chicos?- La única respuesta que obtuvo fueron los tosidos de los niños, que se encontraban despiertos. La madre inmediatamente reaccionó caminando hacia allí y Hayato levantó la mano y, sonriéndole amablemente, le dio a entender que esperara.
-¡Pero si son dos campeones!- Les dijo sonriéndoles. -Estos niños estarán bien en poco tiempo, pero les ayudaremos un poco. Ayame, sumerge dos trapos, ponle uno al pequeño en el pecho y dame el otro. Asegurate que puedan respirar el vapor.-
Mientras esperaba los trapos, se aventuró otra vez a hablar con Ayame. -Y esa luna en tu frente...- Se vio interrumpido por la voz de la mujer acostada junto a ellos, quien claramente era hija del hombre mayor que la acompañaba. -Ustedes... ¿nos ayudarán?... ¿traerán comida?....- Hayato la miró preocupado y, concentrado como estaba en la neumonía de aquellas personas, no se había dado cuenta de que sus huesos se alcanzaban a marcar. -Haremos lo que podamos.- Dijo con algo de ternura en su voz.
El ninja médico suspiró y se acercó a Ayame para susurrarle. -Debemos hacer algo por ellos... ¿Qué opinas? entiendo que hay una aldea ganadera al norte... pero el viaje es largo... aunque si tienes algo por hacer lo entenderé... ya me estas ayudando mucho aquí.- Le dijo sonriéndole. Su objetivo era tratar la neumonía de aquellas personas pero también sentía el deber de ayudarles.
—Ya veo... la luna nos ha enseñado mucho sobre el agua... pero no todo —dijo Hayato, y Ayame le devolvió una sonrisa misteriosa. En un pasado lejano habría corrido a ocultar aquella marca de nacimiento que tanto mal le había traído, pero ya no. Esos eventos eran cosa del pasado y ahora lucía su propia luna con el orgullo de una Aotsuki.
Aunque nunca se lo había planteado de aquella manera. La luna estaba estrechamente relacionada con el agua y siempre se habían considerado dos elementos místicos. ¿Era posible que la marca de los Aotsuki estuviera relacionada de alguna manera con su afinidad con el Suiton? ¿O era un mero capricho del destino?
Afortunadamente para todos, parecía que el anciano veía aliviado su malestar. Aunque fuera un poco. Una enfermedad así no se curaría con un par de horas de agua caliente, pero desde luego la acción del médico y su profesionalidad estaba ayudando a mejorar su condición. Ayame escuchaba y observaba fascinada las acciones del Uzujin. Estaba claro que sabía lo que estaba haciendo.
—Ahora vamos con los niños, Ayame —le dijo, señalando a dos chiquillos que no debían tener más de cuatro años.
—¡Claro!
—¿Cómo están, chicos? —Les preguntó, al llegar a ellos. Pero los pobres estaban tan débiles que sólo pudieron responder con unos quedos tosidos—. ¡Pero si son dos campeones! Estos niños estarán bien en poco tiempo, pero les ayudaremos un poco. Ayame, sumerge dos trapos, ponle uno al pequeño en el pecho y dame el otro. Asegurate que puedan respirar el vapor.
—¡Enseguida! —Exclamó ella, corriendo a cumplir con su cometido.
—Y esa luna en tu frente... —Escuchó decir a Hayato, mientras sumergía los dos trapos en el agua caliente y procedía a escurrirlos bien, pero se vio interrumpido por una voz.
La voz de una mujer de aspecto demacrado y huesos marcados que estaba tendida cerca de ellos.
—Ustedes... ¿nos ayudarán?... ¿traerán comida?
—Haremos lo que podamos.
—¿Tan mal está el tema de las provisiones? ¿Tan crudo está siendo el invierno? —preguntó Ayame, notablemente preocupada.
—Debemos hacer algo por ellos... —dijo Hayato—. ¿Qué opinas? entiendo que hay una aldea ganadera al norte... pero el viaje es largo... aunque si tienes algo por hacer lo entenderé... ya me estas ayudando mucho aquí.
—¿Te refieres a Ushi? Tardaría como tres días en ir y volver, no lo haría a tiempo —Negó con la cabeza. Ni siquiera con sus halcones podría lograr acortar el tiempo lo suficiente para lograrlo—. Pero quizás podría acercarme Tanzaku Gai, está al sur de aquí y es la capital, deben tener de todo. Podría hacerlo en unas pocas horas.
»Pero... no tengo suficiente dinero como para comprar comida para toda esta gente...