7/03/2021, 13:16
Al tenso silencio le siguió un profundo alivio, y a este, un estallido de euforia. Lo habían pasado mal, muy mal. Pero al final lo habían conseguido: La Muerte Roja había sido sellada en el suelo de la caverna, y no parecía que fuera a poder liberarse pronto. Y eso Eri lo sabía mejor que nadie, pues las técnicas de sellado corrían por sus venas de Uzumaki.
Pero la alegría duró más bien poco. Amedama Daruu seguía gravemente herido, y perdía sangre a cada minuto que pasaba. Después de su último y desesperado intento por ayudar a sus compañeros, las fuerzas le abandonaron y ahora apenas era capaz de moverse. Yota se acercó a él a toda velocidad, mientras le pedía a Eri que fuera a buscar ayuda en Yachi, que salió corriendo con toda la velocidad que le permitían sus piernas.
Justo entonces, Naiyoru, el gato invocado por Daruu, le habló a Yota. Y no le faltaba razón: si se le ocurría cargar o mover a Daruu sin practicarle primeros auxilios, lo más probable era que perdiera sangre aún más rápido...
Uzumaki Eri, por su parte, llegó hasta Yachi en cuestión de minutos. La calmada noche del pueblo la recibió , pero la kunoichi no podía permitirse el lujo de disfrutarla. Entre esforzados resuellos de agotamiento, se dirigió hacia la residencia de Hada. Dadas las horas que eran, sólo uno de los guardias estaba presente. Era probable que se estuvieran turnando para montar guardia frente a la mansión. En este caso era Natsu, que no dudó en enarbolar su lanza contra la sombra que se abalanzaba sobre él, alerta.
—¿¡Quién va?!
—¡Uzumaki Eri reportándose! —exclamó, acelerada, y Natsu parpadeó varias veces, entre sorprendido y confundido—. ¡Necesitamos un médico! ¡Es urgente, uno de mis compañeros se está desangrando!
—E... Espera, espera, muchacha. No termino de entenderte. ¿Qué ocurre? ¿Qué le ha pasado a tu compañero?
Pero la alegría duró más bien poco. Amedama Daruu seguía gravemente herido, y perdía sangre a cada minuto que pasaba. Después de su último y desesperado intento por ayudar a sus compañeros, las fuerzas le abandonaron y ahora apenas era capaz de moverse. Yota se acercó a él a toda velocidad, mientras le pedía a Eri que fuera a buscar ayuda en Yachi, que salió corriendo con toda la velocidad que le permitían sus piernas.
Justo entonces, Naiyoru, el gato invocado por Daruu, le habló a Yota. Y no le faltaba razón: si se le ocurría cargar o mover a Daruu sin practicarle primeros auxilios, lo más probable era que perdiera sangre aún más rápido...
Uzumaki Eri, por su parte, llegó hasta Yachi en cuestión de minutos. La calmada noche del pueblo la recibió , pero la kunoichi no podía permitirse el lujo de disfrutarla. Entre esforzados resuellos de agotamiento, se dirigió hacia la residencia de Hada. Dadas las horas que eran, sólo uno de los guardias estaba presente. Era probable que se estuvieran turnando para montar guardia frente a la mansión. En este caso era Natsu, que no dudó en enarbolar su lanza contra la sombra que se abalanzaba sobre él, alerta.
—¿¡Quién va?!
—¡Uzumaki Eri reportándose! —exclamó, acelerada, y Natsu parpadeó varias veces, entre sorprendido y confundido—. ¡Necesitamos un médico! ¡Es urgente, uno de mis compañeros se está desangrando!
—E... Espera, espera, muchacha. No termino de entenderte. ¿Qué ocurre? ¿Qué le ha pasado a tu compañero?
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