17/03/2021, 01:52
—Mmh... ya —respondió Yui, incómoda, y paseó por el salón, mirando los cuadros, deteniéndose en un lustroso jarrón con algunas flores—. Zetsuo. —Musitó la Tormenta, muy seria.
»Si hace falta, moriré para que ella vuelva sana y salva. Tienes mi palabra.
Unos minutos más tarde, Ayame y Yui caminaban por las calles de Amegakure. Los que las reconocían tenían dos tipos de reacciones. O señalaban y emitían gritos ahogados de asombro o musitaban y se apartaban de forma nada disimulada. Yui prefería a los segundos, pero por desgracia estaban bastante mezclados.
De modo que condujo a Ayame a un solitario parque verde. Un sobrio lugar, pero un oasis entre la jungla de grandes torres plagadas de tubería. Y así, mientras caminaban, se rompió el silencio.
—Saldremos mañana por la mañana. Temprano. Sobre las seis. Es un viaje largo —dijo, de pronto—.Hiciste un reporte sobre Yukio, ¿recuerdas? Pues es hora de que vayamos a ver a ese tal Maimai.
A Yui no le hacía ni puta gracia la posibilidad de que Kurama estuviese medrando en su propio país, delante de sus narices. Había enviado a un par de hombres a investigar, pero no habían vuelto a tener noticias de ellos. «No me queda más remedio que ir yo misma.»
»Si hace falta, moriré para que ella vuelva sana y salva. Tienes mi palabra.
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Unos minutos más tarde, Ayame y Yui caminaban por las calles de Amegakure. Los que las reconocían tenían dos tipos de reacciones. O señalaban y emitían gritos ahogados de asombro o musitaban y se apartaban de forma nada disimulada. Yui prefería a los segundos, pero por desgracia estaban bastante mezclados.
De modo que condujo a Ayame a un solitario parque verde. Un sobrio lugar, pero un oasis entre la jungla de grandes torres plagadas de tubería. Y así, mientras caminaban, se rompió el silencio.
—Saldremos mañana por la mañana. Temprano. Sobre las seis. Es un viaje largo —dijo, de pronto—.Hiciste un reporte sobre Yukio, ¿recuerdas? Pues es hora de que vayamos a ver a ese tal Maimai.
A Yui no le hacía ni puta gracia la posibilidad de que Kurama estuviese medrando en su propio país, delante de sus narices. Había enviado a un par de hombres a investigar, pero no habían vuelto a tener noticias de ellos. «No me queda más remedio que ir yo misma.»