23/03/2021, 15:56
Eri, junto a Mai, le explicó que aquella criatura no era ningún peligro, sino una de las invocaciones de Daruu. De hecho, y ahora que se fijaba mejor, junto a aquel monstruoso gato viajaba el otro shinobi, el de Kusagakure.
Pese a todo, Mai se mostró reticente y recelosa cuando la de Uzushiogakure la instó a avanzar, agarrando su lanza y empujándola.
—Espero que estés segura de lo que haces... —le susurró entre dientes, nada convencida.
Y mayor fue su sobresalto cuando el gigantesco gato... ¡arrancó a hablar! Pero ese recelo inicial se evaporó cuando les indicó que llevaba a Daruu atado al lomo para poder moverlo, y que no aguantaría mucho sin atención médica.
—¡Ay, no! ¡Rápido, ayudadme a bajarle! —indicó, corriendo a cortar aquellas extrañas telarañas que Yota había utilizado como cuerdas—. ¡Ay! ¿Pero qué es esto? —preguntó, asqueada, con las telarañas entre las manos y los dedos. Miraba alternativamente a Yota, a Eri y al gato, buscando respuestas. Pero no se detuvo mucho para encontrarlas. Con una delicadeza exquisita, Mai dejó al shinobi en el suelo, bocaarriba, y utilizó el filo de su lanza para terminar de cortar los improvisados vendajes que le habían aplicado en el torso. Entonces soltó un soplido en forma de silbido—. Esta herida no pinta bien... Nada bien...
»Mucho me temo... que tendré que aplicar mi tratamiento especial.... —añadió, con un hilo de voz y las mejillas encendidas.
Pese a todo, Mai se mostró reticente y recelosa cuando la de Uzushiogakure la instó a avanzar, agarrando su lanza y empujándola.
—Espero que estés segura de lo que haces... —le susurró entre dientes, nada convencida.
Y mayor fue su sobresalto cuando el gigantesco gato... ¡arrancó a hablar! Pero ese recelo inicial se evaporó cuando les indicó que llevaba a Daruu atado al lomo para poder moverlo, y que no aguantaría mucho sin atención médica.
—¡Ay, no! ¡Rápido, ayudadme a bajarle! —indicó, corriendo a cortar aquellas extrañas telarañas que Yota había utilizado como cuerdas—. ¡Ay! ¿Pero qué es esto? —preguntó, asqueada, con las telarañas entre las manos y los dedos. Miraba alternativamente a Yota, a Eri y al gato, buscando respuestas. Pero no se detuvo mucho para encontrarlas. Con una delicadeza exquisita, Mai dejó al shinobi en el suelo, bocaarriba, y utilizó el filo de su lanza para terminar de cortar los improvisados vendajes que le habían aplicado en el torso. Entonces soltó un soplido en forma de silbido—. Esta herida no pinta bien... Nada bien...
»Mucho me temo... que tendré que aplicar mi tratamiento especial.... —añadió, con un hilo de voz y las mejillas encendidas.
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