25/03/2021, 13:01
Yui abrió y cerró la boca varias veces. Cerró los puños, los abrió. Tembló, y a Ayame le pareció ver vapor salir por los agujeros de sus orejas —tal vez solo fue su imaginación—. Se dio la vuelta para evitar el confrontamiento, pero un pequeño duende le pinzó en la nuca como solía hacerlo siempre, y volvió a voltearse señalando al pecho de Ayame.
—¡Mira quién fue hablar de los humanos, teniendo a esa rata escondida ahí arriba en el norte sin los huevos de presentarse ante nosotros directamente! —bramó Yui—. ¡Actuando a través de otros "humanos" a los que tiene como mascota! ¡No sé por quién me habrás tomado, pero yo no voy con trucos, ni con venenos, ni con tejemanejes! ¡Yo voy directa y caigo como un rayo encima de mis enemigos! —Llegados a este punto, la cara de Yui ya estaba roja de ira como un tomate maduro—. ¡Incluso ahora, te escondes dentro de Ayame y la utilizas a ella tú también como una marioneta para contestarme a mí! ¿¡Quién es la de los trucos sucios, eh!? ¿¡Quién!? ¡Maldita presuntuosa y presumida princesita de los bijūuuuuuuuus! ¡¡AAAAAH!!
Como queriendo deshacerse de un poco de esa rabia, la Tormenta se dio la vuelta y sacudió los brazos de golpe. La desventaja de que los bijū fuesen mucho más inteligentes de lo que habían pensado hacía mucho tiempo era que podían ser tan impertinentes como los más obstinados de los humanos. Y Yui no estaba acostumbrada a lidiar con gente impertinente. No con quien no pudiera colgar un rato de un poste de la torre de la Arashikage o meter una semanita en el calabozo.
Excepto por Señores Feudales petulantes y otros kage, como esa gilipollas de la Hierba. Ahh, una de sus razones para dejar que Shanise se ocupase de esas cosas.
Yui se acarició el entrecejo con las yemas de los dedos pulgar e índice.
—Mañana a las seis de la mañana a la salida de la aldea. Tráete abrigo y todo lo que te tengas que traer. No le digas nada a nadie más. —Yui suspiró y se alejó a grandes zancadas. Por su bien, por el de Ayame y por el de su villa.
Resguardada entre las hojas de un árbol, un águila observaba la situación con sumo interés. El ave rapaz alzó el vuelo y se perdió entre las húmedas fachadas de las torres de Amegakure.
—¡Mira quién fue hablar de los humanos, teniendo a esa rata escondida ahí arriba en el norte sin los huevos de presentarse ante nosotros directamente! —bramó Yui—. ¡Actuando a través de otros "humanos" a los que tiene como mascota! ¡No sé por quién me habrás tomado, pero yo no voy con trucos, ni con venenos, ni con tejemanejes! ¡Yo voy directa y caigo como un rayo encima de mis enemigos! —Llegados a este punto, la cara de Yui ya estaba roja de ira como un tomate maduro—. ¡Incluso ahora, te escondes dentro de Ayame y la utilizas a ella tú también como una marioneta para contestarme a mí! ¿¡Quién es la de los trucos sucios, eh!? ¿¡Quién!? ¡Maldita presuntuosa y presumida princesita de los bijūuuuuuuuus! ¡¡AAAAAH!!
Como queriendo deshacerse de un poco de esa rabia, la Tormenta se dio la vuelta y sacudió los brazos de golpe. La desventaja de que los bijū fuesen mucho más inteligentes de lo que habían pensado hacía mucho tiempo era que podían ser tan impertinentes como los más obstinados de los humanos. Y Yui no estaba acostumbrada a lidiar con gente impertinente. No con quien no pudiera colgar un rato de un poste de la torre de la Arashikage o meter una semanita en el calabozo.
Excepto por Señores Feudales petulantes y otros kage, como esa gilipollas de la Hierba. Ahh, una de sus razones para dejar que Shanise se ocupase de esas cosas.
Yui se acarició el entrecejo con las yemas de los dedos pulgar e índice.
—Mañana a las seis de la mañana a la salida de la aldea. Tráete abrigo y todo lo que te tengas que traer. No le digas nada a nadie más. —Yui suspiró y se alejó a grandes zancadas. Por su bien, por el de Ayame y por el de su villa.
Resguardada entre las hojas de un árbol, un águila observaba la situación con sumo interés. El ave rapaz alzó el vuelo y se perdió entre las húmedas fachadas de las torres de Amegakure.