29/03/2021, 00:12
En algún lugar del bosque, invisible a ojos normales, imposible de encontrar salvo para aquellos que ya saben dónde se encuentra y, además, conocen el camino que no lleva a él, un hombre corría despavorido.
Atravesó un campo de trigo hasta alcanzar un asentamiento de cabañas; tropezó contra una rueca, que se desplomó en el suelo y provocó los improperios de un anciano que la estaba utilizando; pisoteó unas peonzas con las que jugaban unos críos, despertando unos insultos todavía más feos, que niños de su edad desde luego no deberían ni conocer; y llegó hasta la última cabaña, la más alta de todas, cuya chimenea escupía una columna de humo.
Entró dando un portazo y se dejó caer, apoyando rodillas y manos en el suelo. Gotas de sudor caían de su rostro, rojo por la extenuación, formando un diminuto charco en la madera.
Había dos mujeres en el interior de aquella cabaña. Una de ellas, de ojos color avellana y cabello castaño claro recogido en trenzas, que poseía una mirada tan fiera, vibrante y eléctrica como un relámpago en una noche cerrada. Detrás de ella, una mujer de aspecto todavía más fiero, pero con unos ojos verdes más calmados, le observaba con aprensión. La mujer de ojos avellana, tras mirar a la de ojos verdes, se acercó a ofrecerle un paño.
—P-perdón… —dijo el cazador, tomando el paño entre sus manos y secando con mucho cuidado las gotas de sudor que se habían formado en los tablones de madera.
No fue hasta que lo dejó impoluto que la mujer de ojos verdes le habló:
—¿Tiene que ver con el fuego de anoche?
—No… Sí… No sé.
—¿Qué pasó, Rinu?
—Es… Es…
»Es tu hijo.
Atravesó un campo de trigo hasta alcanzar un asentamiento de cabañas; tropezó contra una rueca, que se desplomó en el suelo y provocó los improperios de un anciano que la estaba utilizando; pisoteó unas peonzas con las que jugaban unos críos, despertando unos insultos todavía más feos, que niños de su edad desde luego no deberían ni conocer; y llegó hasta la última cabaña, la más alta de todas, cuya chimenea escupía una columna de humo.
Entró dando un portazo y se dejó caer, apoyando rodillas y manos en el suelo. Gotas de sudor caían de su rostro, rojo por la extenuación, formando un diminuto charco en la madera.
Había dos mujeres en el interior de aquella cabaña. Una de ellas, de ojos color avellana y cabello castaño claro recogido en trenzas, que poseía una mirada tan fiera, vibrante y eléctrica como un relámpago en una noche cerrada. Detrás de ella, una mujer de aspecto todavía más fiero, pero con unos ojos verdes más calmados, le observaba con aprensión. La mujer de ojos avellana, tras mirar a la de ojos verdes, se acercó a ofrecerle un paño.
—P-perdón… —dijo el cazador, tomando el paño entre sus manos y secando con mucho cuidado las gotas de sudor que se habían formado en los tablones de madera.
No fue hasta que lo dejó impoluto que la mujer de ojos verdes le habló:
—¿Tiene que ver con el fuego de anoche?
—No… Sí… No sé.
—¿Qué pasó, Rinu?
—Es… Es…
»Es tu hijo.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es