8/01/2021, 22:25
(Última modificación: 8/01/2021, 22:46 por Himura Ren. Editado 2 veces en total.)
Las goteras en el país de la Lluvia eran algo habitual, pero para muchos de sus habitantes seguía siendo algo molesto ¿A quién le gusta tener los pies mojados continuamente? O la casa llena de humedades; la ropa además era un gran problema a la hora de secarse. Y aquel lugar de mala muerte pese a estar tan alejado de aquellas tierras, no era distinto; el sonido de una gotera se extendía por toda la habitación que tenía un color verdoso oscuro. Las esquinas y cualquier otro sitio donde se pudiera proyectar una sombra por aquella luz verdosa, extendían una oscuridad desagradable, en parte por la falta de fuerza de aquella bombilla sobre las paredes alicatadas de con algún tipo de piedras que proyectaba pequeños brillos ante la luz.
Fue facil secuestrarlos; una de las dos personas había sido un ninja activo pero abandono dicha vida años atras, solo estaba viviendo su vida alegremente, con su esposa, yendo de viaje por todo el mundo con lo poco que habían ahorrado y al volver, formar una pequeña familia con un pequeño negocio. Una vida tranquila y simple ¿Para que aspirar a más?
Había restos de sangre que adornaban el mármol de los lavabos, las sabanas de las camillas, espejos, cristales, mamparas, suelo, paredes y hasta el propio techo, carecían de la más mínima señal de tener un color rojizo, siendo pegajosos y ruidosos cada paso que se producía al andar sobre uno de aquellas inmensas manchas.
—Bueno, bueno ¿Estás cómodo? Espero que mis chicos no hayan sido muy duros contigo —dijo con un tono jocoso, su habitual y único tono aparte del más sarcástico jamás escuchado.
Se trataba ni más ni menos que de Akira Yoshikage, director y dueño de la farmacéutica Yoshikage de las primeras en aquel ámbito y sin duda uno de los negocios que comenzaba a conseguir un gran poder e impacto económico en Oonindo. Akira era un hombre alto y delgado, su rostro tenía facciones afiladas y ligeramente puntiagudas, como su barbilla. Sus ojos eran también agudos, de un color muy marrón oscuro siendo difícil distinguir donde empezaba el iris y donde la pupila. Su nariz era ligeramente larga, pero nada fuera de lo común; y esbozaba una sonrisa desagradable continuamente, por lo que tenía unos suaves hoyuelos en sus mejillas. Aunque cualquier que lo conociera lo más mínimo, hubiera deseado borrar esa sarcástica sonrisa de un puñetazo y partirle varios dientes de paso.
A su alrededor, una gran variedad de hombres y mujeres; todos tenían una fuerte complexión, aunque solo los más grandes, anchos y amenazadores, eran los que podían ser reconocidos en la sucia oscuridad de aquella habitación.
—¿¡Te crees que te vas a salir con la tuya!? ¡En cuanto s-! —un golpe secó en la cabeza producido por una tubería de metal, calló a la mujer de larga melena negra que yacía atada a una camilla a un par de metros de él.
—¡EH! ¡¿SE PUEDE SABER QUE HACES?! ¡PODRÍAS HABERLA MATADO! —se acercó completamente desquiciado al grandullón que propino el golpe, arreándole con las palmas de las manos abiertamente en su enorme torso. Con solo una mano, aquel armario de casi dos metros y medio podría haberle estrujado la cabeza como si de un tomate muy maduro se tratase, le cabía en toda la palma; pero retrocedió intimidado. —¡Estoy rodeado de inútiles, maldita sea! ¡BASTANTE TUVE YA LA ÚLTIMA VEZ! ¡AQUELLOS OJOS SE PODÍAN HABER VENDIDO POR UN PAÍS ENTERO, Y NO PIENSO DEJAR ESCAPAR OTRA OPORTUNIDAD! ¡¿ME OÍS?!
Golpeó un cubo de metal que resonó por todo el edificio durante un buen rato hasta que ceso de moverse, y como si hubiera sido una representación de su ira, cuando este se detuvo, inspiró profundamente. Puso ambas manos en su rostro, y poco a poco pasandolas por la cara hasta acariciándose el pequeño y mullido tupe hasta acabar en la nuca.
—En fin ¿Por dónde íbamos? Ah es verdad. Me ibas a decir hasta donde sabeís, y yo a cambio te dejaré vivito y coleando ¿Es un buen trato eh? ¡Cómo podrías resistirte a semejante oferta! Deberías darte prisa en aceptarla; expira en una media hora. Puedes pagar a contra reembolso, con tarjeta de crédito, o con tu tarjeta de compra de El Corte Amengles. —rió ante su pésimo chiste.
—¡Eres un maldito cabrón! ¡Ya se lo he dicho a tu estupido gorila, abandonamos la vida de Shinobi hace más de diez años! ¡Dirijo una pequeña tienda junto a mi mujer! ¡No sabemos nada de ningún puto Sharingan! Ninguno de los dos tenemos una ascendencia Uchiha —replicó; aquel hombre había visto claramente días mejores, sus ojos mostraban grandes signos de fatiga, las nuevas heridas y la sangre habían ocultado ya todas sus antiguas cicatrices de guerra, y su pelo marrón oscuro, estaba completamente desordenado. Salvo por sus pantalones y alguna venda esporádica en sus fuertes brazos, nada ocultaba su carne mientras permanecía atado con correas de cuero a una camilla de hospital. — Y aunque lo supiera, no te lo contaria ni por todo el oro del mundo.
—Por Dios del amor hermoso. Dejad ya de una puta vez vuestras mierdas de honor, lealtad y dadle al coco de una jodida vez ¡QUE ESTOY A PUNTO DE MATARTE! ¿¡QUE PARTE DE ESO NO ENTIENDES?! — gritó poniéndose a escasos centímetros de la cara de aquel cansado hombre, agarrándole de los carrillos.
Y un escupitajo con restos de sangre, golpeó su mejilla en señal de respuesta; pasó los dedos de sus guantes de cuero color crema por estos, mirando aquel desagradable mejunje entre el índice y el pulgar, comenzando a esbozar una sonrisa.
— Te lo repito; aunque supiera algo, no te lo contaría.
—Perfecto. No te preocupes. Ya no vas a tener que hacerlo, he cambiado de opinión —chasqueó los dedos, y casi en el momento, parte de su personal agarró de los brazos con fuerza al hombre de la camilla; mientras él mostraba una jeringuilla que brilló en su extremo. Su voz se tornaba esta vez tranquila y sosegada, al contrario que hace unos segundos, mientras vertía todo el contenido en las venas de aquel hombre. —Ahora, nos vamos a divertir. Con esta droga, tu cuerpo aguantará mucho más el dolor antes de desmayarte; y de mientras, haremos un poco de cirugía invasiva. Oh, es verdad, no seas muy duro conmigo; no tengo ni puta idea de medicina. Podría usar un bisturí; créeme, en verdad tengo un buen manejo con armas cortantes. Pero eso le quita la gracia ¿Por qué iba a abrirte en canal con herramienta así con tanta delicadeza y dedicación, cuando un buen corte en todo el estómago por parte de una espada como esta, lo hace en un momento? —desenvaino una katana lentamente, alzándola por encima de su cabeza, y después toqueteando la hoja. — Oh... Ya comienza a hacer efecto.
Los espasmos del moreno agitaban toda la camilla, sus ojos dieron la sensación de estar a punto de salirse de sus órbitas, y las venas y arterias comenzaron a marcarse por su torso o brazos; una mujer vestida con un traje como todos los presentes, se apresuró en ponerle un grueso paño en la boca, con el objetivo de que no se tragara o mordiera su propia lengua, buscando aliviar su sufrimiento.
—Si ha sido suficiente; escucharas el "crack" cuando mi amiguito destroce tu caja torácica mientras busco tus pulmones y corazón —añadió con una carcajada. —Verás, realmente con una pequeña muestra de tu sangre me valdría ¿sabes? Un par de test, comprobar un par tablas y ya esta, problema solucionado. Pero me gusta cuando la gente coopera ¿No es ese al fin y al cabo el objetivo del ser humano? Relacionarse y establecer relaciones, porque estamos incompletos. Apoyarnos cuando más nos necesitamos, y dar un fin a nuestras vidas, un objetivo; simplemente coexistir —el acero entonces penetró desde la parte inferior del abdomen, y lentamente fue ascendiendo en una incisión hasta la parte superior del pecho, mientas entre varias personas trajeadas, contenían a aquel pobre diablo, que lo único que podía hacer era gritar del dolor y sangrar. —¡¿Pero como vamos a coexistir entre nosotros?! ¡Guerras, asesinatos y cosas similares se desarrollan continuamente sin que nosotros lo sepamos! ¿Y quién gobierna? ¿Quien manda? Exacto, el más poderoso. El poder, y mediante ese poder, el miedo. O como coño te crees que se estableció tu puta aldea de mierda. — Se tomó su tiempo; removiendo los órganos simplemente por placer, e incluso dio un tirón de los huesos de la columna vertebral. Tras una hora después, cuando Akira se dio por satisfecho y lo único que yacía sobre la mesa era un cuerpo sin vida, la sangre estaba desparramada por el suelo junto a algún intestino, si este no se había quedado colgando.
—Todos los ninjas sois iguales. No aguantáis una mierda. Ágiles y veloces, con poderes que ya quisiera tener cualquier puto civil. Mi vida hubiera sido más sencilla hubiera podido ser capaz de utilizar esa mierda del Chakra desde un principio — suspiró, tras hablarle al cadáver. —Debí haberle avisado que también acentuaba el dolor. En fin, que puto asco; coged a la mujer y larguémonos, quiero darme una buena du-
—J-Jefe... —avisó el grandullón asustado, señalando a un lado.
—Y ahora que cojones qui-
La chica de antes, que yacía en una cama a varios metros de ellos atada de pies y manos como aquel hombre, ahora tenía los ojos abiertos de par en par; en su rostro podía leerse una furia arrolladora, pero había algo más. Unos ojos rojizos con motas negras. Aquel esbelto hombre volvió a dibujar otra sonrisa.
—¡JAJAJAJA! ¡PREMIO GORDO! ¡ME ENCANTA GANAR!—comenzó a aplaudir mientras se acercaba a ella con gran brío; movía tanto las piernas como los brazos de forma acentuada por la emoción que le recorría el cuerpo. —¡Eh! ¡Tsuki! ¡Te espera el quirófano cuando volvamos! Id eliminando todas las pruebas, y en cuanto acabe, prededle fuego a esteY ahora pásame la cuchara de los helados. Me apetece una tarrina de dos bolas.
Fue facil secuestrarlos; una de las dos personas había sido un ninja activo pero abandono dicha vida años atras, solo estaba viviendo su vida alegremente, con su esposa, yendo de viaje por todo el mundo con lo poco que habían ahorrado y al volver, formar una pequeña familia con un pequeño negocio. Una vida tranquila y simple ¿Para que aspirar a más?
Había restos de sangre que adornaban el mármol de los lavabos, las sabanas de las camillas, espejos, cristales, mamparas, suelo, paredes y hasta el propio techo, carecían de la más mínima señal de tener un color rojizo, siendo pegajosos y ruidosos cada paso que se producía al andar sobre uno de aquellas inmensas manchas.
—Bueno, bueno ¿Estás cómodo? Espero que mis chicos no hayan sido muy duros contigo —dijo con un tono jocoso, su habitual y único tono aparte del más sarcástico jamás escuchado.
Se trataba ni más ni menos que de Akira Yoshikage, director y dueño de la farmacéutica Yoshikage de las primeras en aquel ámbito y sin duda uno de los negocios que comenzaba a conseguir un gran poder e impacto económico en Oonindo. Akira era un hombre alto y delgado, su rostro tenía facciones afiladas y ligeramente puntiagudas, como su barbilla. Sus ojos eran también agudos, de un color muy marrón oscuro siendo difícil distinguir donde empezaba el iris y donde la pupila. Su nariz era ligeramente larga, pero nada fuera de lo común; y esbozaba una sonrisa desagradable continuamente, por lo que tenía unos suaves hoyuelos en sus mejillas. Aunque cualquier que lo conociera lo más mínimo, hubiera deseado borrar esa sarcástica sonrisa de un puñetazo y partirle varios dientes de paso.
A su alrededor, una gran variedad de hombres y mujeres; todos tenían una fuerte complexión, aunque solo los más grandes, anchos y amenazadores, eran los que podían ser reconocidos en la sucia oscuridad de aquella habitación.
—¿¡Te crees que te vas a salir con la tuya!? ¡En cuanto s-! —un golpe secó en la cabeza producido por una tubería de metal, calló a la mujer de larga melena negra que yacía atada a una camilla a un par de metros de él.
—¡EH! ¡¿SE PUEDE SABER QUE HACES?! ¡PODRÍAS HABERLA MATADO! —se acercó completamente desquiciado al grandullón que propino el golpe, arreándole con las palmas de las manos abiertamente en su enorme torso. Con solo una mano, aquel armario de casi dos metros y medio podría haberle estrujado la cabeza como si de un tomate muy maduro se tratase, le cabía en toda la palma; pero retrocedió intimidado. —¡Estoy rodeado de inútiles, maldita sea! ¡BASTANTE TUVE YA LA ÚLTIMA VEZ! ¡AQUELLOS OJOS SE PODÍAN HABER VENDIDO POR UN PAÍS ENTERO, Y NO PIENSO DEJAR ESCAPAR OTRA OPORTUNIDAD! ¡¿ME OÍS?!
Golpeó un cubo de metal que resonó por todo el edificio durante un buen rato hasta que ceso de moverse, y como si hubiera sido una representación de su ira, cuando este se detuvo, inspiró profundamente. Puso ambas manos en su rostro, y poco a poco pasandolas por la cara hasta acariciándose el pequeño y mullido tupe hasta acabar en la nuca.
—En fin ¿Por dónde íbamos? Ah es verdad. Me ibas a decir hasta donde sabeís, y yo a cambio te dejaré vivito y coleando ¿Es un buen trato eh? ¡Cómo podrías resistirte a semejante oferta! Deberías darte prisa en aceptarla; expira en una media hora. Puedes pagar a contra reembolso, con tarjeta de crédito, o con tu tarjeta de compra de El Corte Amengles. —rió ante su pésimo chiste.
—¡Eres un maldito cabrón! ¡Ya se lo he dicho a tu estupido gorila, abandonamos la vida de Shinobi hace más de diez años! ¡Dirijo una pequeña tienda junto a mi mujer! ¡No sabemos nada de ningún puto Sharingan! Ninguno de los dos tenemos una ascendencia Uchiha —replicó; aquel hombre había visto claramente días mejores, sus ojos mostraban grandes signos de fatiga, las nuevas heridas y la sangre habían ocultado ya todas sus antiguas cicatrices de guerra, y su pelo marrón oscuro, estaba completamente desordenado. Salvo por sus pantalones y alguna venda esporádica en sus fuertes brazos, nada ocultaba su carne mientras permanecía atado con correas de cuero a una camilla de hospital. — Y aunque lo supiera, no te lo contaria ni por todo el oro del mundo.
—Por Dios del amor hermoso. Dejad ya de una puta vez vuestras mierdas de honor, lealtad y dadle al coco de una jodida vez ¡QUE ESTOY A PUNTO DE MATARTE! ¿¡QUE PARTE DE ESO NO ENTIENDES?! — gritó poniéndose a escasos centímetros de la cara de aquel cansado hombre, agarrándole de los carrillos.
Y un escupitajo con restos de sangre, golpeó su mejilla en señal de respuesta; pasó los dedos de sus guantes de cuero color crema por estos, mirando aquel desagradable mejunje entre el índice y el pulgar, comenzando a esbozar una sonrisa.
— Te lo repito; aunque supiera algo, no te lo contaría.
—Perfecto. No te preocupes. Ya no vas a tener que hacerlo, he cambiado de opinión —chasqueó los dedos, y casi en el momento, parte de su personal agarró de los brazos con fuerza al hombre de la camilla; mientras él mostraba una jeringuilla que brilló en su extremo. Su voz se tornaba esta vez tranquila y sosegada, al contrario que hace unos segundos, mientras vertía todo el contenido en las venas de aquel hombre. —Ahora, nos vamos a divertir. Con esta droga, tu cuerpo aguantará mucho más el dolor antes de desmayarte; y de mientras, haremos un poco de cirugía invasiva. Oh, es verdad, no seas muy duro conmigo; no tengo ni puta idea de medicina. Podría usar un bisturí; créeme, en verdad tengo un buen manejo con armas cortantes. Pero eso le quita la gracia ¿Por qué iba a abrirte en canal con herramienta así con tanta delicadeza y dedicación, cuando un buen corte en todo el estómago por parte de una espada como esta, lo hace en un momento? —desenvaino una katana lentamente, alzándola por encima de su cabeza, y después toqueteando la hoja. — Oh... Ya comienza a hacer efecto.
Los espasmos del moreno agitaban toda la camilla, sus ojos dieron la sensación de estar a punto de salirse de sus órbitas, y las venas y arterias comenzaron a marcarse por su torso o brazos; una mujer vestida con un traje como todos los presentes, se apresuró en ponerle un grueso paño en la boca, con el objetivo de que no se tragara o mordiera su propia lengua, buscando aliviar su sufrimiento.
—Si ha sido suficiente; escucharas el "crack" cuando mi amiguito destroce tu caja torácica mientras busco tus pulmones y corazón —añadió con una carcajada. —Verás, realmente con una pequeña muestra de tu sangre me valdría ¿sabes? Un par de test, comprobar un par tablas y ya esta, problema solucionado. Pero me gusta cuando la gente coopera ¿No es ese al fin y al cabo el objetivo del ser humano? Relacionarse y establecer relaciones, porque estamos incompletos. Apoyarnos cuando más nos necesitamos, y dar un fin a nuestras vidas, un objetivo; simplemente coexistir —el acero entonces penetró desde la parte inferior del abdomen, y lentamente fue ascendiendo en una incisión hasta la parte superior del pecho, mientas entre varias personas trajeadas, contenían a aquel pobre diablo, que lo único que podía hacer era gritar del dolor y sangrar. —¡¿Pero como vamos a coexistir entre nosotros?! ¡Guerras, asesinatos y cosas similares se desarrollan continuamente sin que nosotros lo sepamos! ¿Y quién gobierna? ¿Quien manda? Exacto, el más poderoso. El poder, y mediante ese poder, el miedo. O como coño te crees que se estableció tu puta aldea de mierda. — Se tomó su tiempo; removiendo los órganos simplemente por placer, e incluso dio un tirón de los huesos de la columna vertebral. Tras una hora después, cuando Akira se dio por satisfecho y lo único que yacía sobre la mesa era un cuerpo sin vida, la sangre estaba desparramada por el suelo junto a algún intestino, si este no se había quedado colgando.
—Todos los ninjas sois iguales. No aguantáis una mierda. Ágiles y veloces, con poderes que ya quisiera tener cualquier puto civil. Mi vida hubiera sido más sencilla hubiera podido ser capaz de utilizar esa mierda del Chakra desde un principio — suspiró, tras hablarle al cadáver. —Debí haberle avisado que también acentuaba el dolor. En fin, que puto asco; coged a la mujer y larguémonos, quiero darme una buena du-
—J-Jefe... —avisó el grandullón asustado, señalando a un lado.
—Y ahora que cojones qui-
La chica de antes, que yacía en una cama a varios metros de ellos atada de pies y manos como aquel hombre, ahora tenía los ojos abiertos de par en par; en su rostro podía leerse una furia arrolladora, pero había algo más. Unos ojos rojizos con motas negras. Aquel esbelto hombre volvió a dibujar otra sonrisa.
—¡JAJAJAJA! ¡PREMIO GORDO! ¡ME ENCANTA GANAR!—comenzó a aplaudir mientras se acercaba a ella con gran brío; movía tanto las piernas como los brazos de forma acentuada por la emoción que le recorría el cuerpo. —¡Eh! ¡Tsuki! ¡Te espera el quirófano cuando volvamos! Id eliminando todas las pruebas, y en cuanto acabe, prededle fuego a esteY ahora pásame la cuchara de los helados. Me apetece una tarrina de dos bolas.