30/03/2021, 19:31
Su madre era tal y como la recordaba. Poseía una enorme cicatriz blanquecina en el hombro derecho, y una línea blanca bajaba desde su labio inferior hasta el mentón. Quizá contase con alguna arruga más, con alguna cana más, pero por el resto era igual de alta e igual de fornida. Cada tendón sobresalía de su piel como las cadenas que atenazaban el ancla de un enorme navío, y cada curva en su rostro y en su cuerpo parecía esculpido de forma tosca, como si su piel y sus huesos fuesen un material demasiado duro como para ser moldeado al gusto del escultor.
También era igual de charlatana, para irritación suya. Esperó a que le preguntase lo obvio antes de molestarse en responder.
—¿A qué has venido?
—A entrar en el Santuario de los Despojos.
Su respuesta era obvia. ¿Por qué habría venido sino? A su madre la noticia pareció pillarla por sorpresa, no obstante.
—¿Eso quiere decir que admites tu condición de despojo? —preguntó, con una mueca que Ryūnosuke intuyó pretendía ser una sonrisa. Casi se tomó un minuto antes de continuar. Cuando lo hizo, masticó muy bien sus palabras:—. Necesitas esconderte, lo entiendo. Pero el Santuario de los Despojos también necesita permanecer en la sombra, y a poder ser en paz. Te conozco, hijo, y sé que no pasará ni una cosa ni la otra contigo allí dentro. Solo hay que ver el numerito de anoche —añadió, dedicándole una larga mirada—. Puedes decirme que has cambiado, pero oyendo la fama que te precede, diría que no fue para mejor. Lo siento, no puedo permitírtelo.
Se produjo un breve silencio, muy parecido al instante que se produce entre el relámpago y el trueno. Fue su gutural voz quien lo rasgó:
—No te estaba pidiendo permiso.
También era igual de charlatana, para irritación suya. Esperó a que le preguntase lo obvio antes de molestarse en responder.
—¿A qué has venido?
—A entrar en el Santuario de los Despojos.
Su respuesta era obvia. ¿Por qué habría venido sino? A su madre la noticia pareció pillarla por sorpresa, no obstante.
—¿Eso quiere decir que admites tu condición de despojo? —preguntó, con una mueca que Ryūnosuke intuyó pretendía ser una sonrisa. Casi se tomó un minuto antes de continuar. Cuando lo hizo, masticó muy bien sus palabras:—. Necesitas esconderte, lo entiendo. Pero el Santuario de los Despojos también necesita permanecer en la sombra, y a poder ser en paz. Te conozco, hijo, y sé que no pasará ni una cosa ni la otra contigo allí dentro. Solo hay que ver el numerito de anoche —añadió, dedicándole una larga mirada—. Puedes decirme que has cambiado, pero oyendo la fama que te precede, diría que no fue para mejor. Lo siento, no puedo permitírtelo.
Se produjo un breve silencio, muy parecido al instante que se produce entre el relámpago y el trueno. Fue su gutural voz quien lo rasgó:
—No te estaba pidiendo permiso.