31/03/2021, 12:02
Ayame se arrebujó en su capa de viaje cuando otra brisa invernal pasó a través de ella. Aunque se había abrigado a conciencia, sabiendo hacia dónde se dirigían, no podía evitarlo. Era demasiado friolera para soportar aquellas temperaturas. Por si no fuera suficiente, encima una densa niebla había inundado el lugar. Y, para sorpresa de la kunoichi, en la entrada se encontró con dos ANBU custodiando los dos extremos del puente además de los habituales dos chūnin.
«Cuánta vigilancia... ¿Estarán esperando algo?» Se preguntó, extrañada.
En ese momento salió otro ANBU desperezándose, que se dirigió hacia sus compañeros.
—Hola, Takeshi... Hey, Konkūro.
—¡Eh! —protestó uno de los guardias, visiblemente molesto—. ¡Que te he dicho mil veces que no nos llames por nuestro nombre real, capullo!
—Bah, es Ayame, está con la Arashikage todo el día. Seguro que se sabe nuestros nombres, ¿verdad, Ayame? Además, he oído que es muy buena con los nombres.
La repentina interpelación consiguió sobresaltarla. Con un ligero brinco, Ayame parpadeó un par de veces y su mirada vagó entre los tres ANBU, todos ellos cubiertos con máscaras inescrutables.
—Eh... sí... claro...
«¿Sí?» Era inútil intentar engañarse. Aunque pudiera reconocer sus rostros, era más que probable que Ayame hubiese terminado olvidando sus nombres o, peor aún, confundiéndolos. Habría acabado llamándolos Kokeshi y Takūro, o algo así.
De hecho... ¿quién era aquel ANBU que ahora le estaba indicando que le siguiera con una seña de sus dedos?
Ayame frunció el ceño, indecisa. Yui le había indicado que la esperara en la salida de la aldea, pero ahora había aparecido un desconocido. Sus ojos viraron momentáneamente a los que había llamado Takeshi y Konkurō. Ellos no habían reaccionado de forma recelosa ante el recién llegado; de hecho, por la forma que le habían hablado, debían conocerle. Pero...
«Maldita sea...»
Con un par de zancadas rápidas, Ayame se colocó junto al ANBU, pero a una cierta distancia, y caminó junto a él. Le miraba con curiosidad, como si quisiera ver más allá de su máscara.
—Disculpa, pero... tengo que esperar a alguien en ese mismo puente, y si me alejo demasiado...
«Cuánta vigilancia... ¿Estarán esperando algo?» Se preguntó, extrañada.
En ese momento salió otro ANBU desperezándose, que se dirigió hacia sus compañeros.
—Hola, Takeshi... Hey, Konkūro.
—¡Eh! —protestó uno de los guardias, visiblemente molesto—. ¡Que te he dicho mil veces que no nos llames por nuestro nombre real, capullo!
—Bah, es Ayame, está con la Arashikage todo el día. Seguro que se sabe nuestros nombres, ¿verdad, Ayame? Además, he oído que es muy buena con los nombres.
La repentina interpelación consiguió sobresaltarla. Con un ligero brinco, Ayame parpadeó un par de veces y su mirada vagó entre los tres ANBU, todos ellos cubiertos con máscaras inescrutables.
—Eh... sí... claro...
«¿Sí?» Era inútil intentar engañarse. Aunque pudiera reconocer sus rostros, era más que probable que Ayame hubiese terminado olvidando sus nombres o, peor aún, confundiéndolos. Habría acabado llamándolos Kokeshi y Takūro, o algo así.
De hecho... ¿quién era aquel ANBU que ahora le estaba indicando que le siguiera con una seña de sus dedos?
Ayame frunció el ceño, indecisa. Yui le había indicado que la esperara en la salida de la aldea, pero ahora había aparecido un desconocido. Sus ojos viraron momentáneamente a los que había llamado Takeshi y Konkurō. Ellos no habían reaccionado de forma recelosa ante el recién llegado; de hecho, por la forma que le habían hablado, debían conocerle. Pero...
«Maldita sea...»
Con un par de zancadas rápidas, Ayame se colocó junto al ANBU, pero a una cierta distancia, y caminó junto a él. Le miraba con curiosidad, como si quisiera ver más allá de su máscara.
—Disculpa, pero... tengo que esperar a alguien en ese mismo puente, y si me alejo demasiado...