9/04/2021, 12:25
—¿Cómo lo has hecho? — preguntó Yota, pero antes de que Mai pudiera decir nada al respecto, añadió—: Bueno, en realidad no importa, lo que importa es que está vivo.
Mai pegó un ligero respingo cuando el gigantesco gato desapareció en apenas una nube de humo. Desde luego, si había visto invocaciones shinobi con anterioridad, no daba muestras de ello. O al menos no estaba acostumbrada a ellas. Pero poco duró su sobresalto, pues Amedama Daruu abrió sus ojos perlados y balbuceó algo débilmente antes de incorporarse de golpe. Mai tuvo que apartarse ligeramente para no recibir un cabezazo en la nariz.
—¡No deberías moverte de esa forma tan brusca! —le riñó, preocupada, mientras Daruu se palpaba el pecho, buscando aquella terrible herida que había estado a punto de mandarle al Yomi. Sin embargo, no encontraría más que aquella delgada cicatriz en la que se había convertido.
—Gracias... —murmuró el Amejin, y cuando sus ojos se encontraron con los de Mai, las mejillas de ella se encendieron con energía renovada. Pero Daruu giró la cabeza a su alrededor—. ¿Dónde está Yuki? ¿Está...? —Pero una nueva punzada de dolor le obligó a detenerse—. ¡Aaagh!
—¡Cuidado, cuidado! —le repitió Mai.
—¡Yuki! —exclamó Eri, horrorizada—. Akashi le pateó lejos en la cueva, pero con todo el barullo no volví a mirar, ¡iré corriendo!
—Ya está todo bajo control y todo el mundo está bien —aclaró el de Kusagakure—. Eri selló finalmente a ese hijo de la gran puta y tu te recuperarás gracias a las habilidades de tu fan. Dale las gracias a ella.
Ella, roja como los cerezos de Uzushiogakure, se inclinó aún más sobre Daruu. Casi invadía su espacio personal.
—¡Mi nombre es Mai! Y... Y... ¡Siempre te he admirado, Daruu! ¡No me perdí ninguno de tus combates en el Valle de los Dojos! ¡Sabía que ganarías! Y... Y... ¡Es un honor para mí poder ayudar... te!
Mai pegó un ligero respingo cuando el gigantesco gato desapareció en apenas una nube de humo. Desde luego, si había visto invocaciones shinobi con anterioridad, no daba muestras de ello. O al menos no estaba acostumbrada a ellas. Pero poco duró su sobresalto, pues Amedama Daruu abrió sus ojos perlados y balbuceó algo débilmente antes de incorporarse de golpe. Mai tuvo que apartarse ligeramente para no recibir un cabezazo en la nariz.
—¡No deberías moverte de esa forma tan brusca! —le riñó, preocupada, mientras Daruu se palpaba el pecho, buscando aquella terrible herida que había estado a punto de mandarle al Yomi. Sin embargo, no encontraría más que aquella delgada cicatriz en la que se había convertido.
—Gracias... —murmuró el Amejin, y cuando sus ojos se encontraron con los de Mai, las mejillas de ella se encendieron con energía renovada. Pero Daruu giró la cabeza a su alrededor—. ¿Dónde está Yuki? ¿Está...? —Pero una nueva punzada de dolor le obligó a detenerse—. ¡Aaagh!
—¡Cuidado, cuidado! —le repitió Mai.
—¡Yuki! —exclamó Eri, horrorizada—. Akashi le pateó lejos en la cueva, pero con todo el barullo no volví a mirar, ¡iré corriendo!
—Ya está todo bajo control y todo el mundo está bien —aclaró el de Kusagakure—. Eri selló finalmente a ese hijo de la gran puta y tu te recuperarás gracias a las habilidades de tu fan. Dale las gracias a ella.
Ella, roja como los cerezos de Uzushiogakure, se inclinó aún más sobre Daruu. Casi invadía su espacio personal.
—¡Mi nombre es Mai! Y... Y... ¡Siempre te he admirado, Daruu! ¡No me perdí ninguno de tus combates en el Valle de los Dojos! ¡Sabía que ganarías! Y... Y... ¡Es un honor para mí poder ayudar... te!
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