11/05/2015, 16:50
El muchacho comenzó a temblar inconscientemente cuando Ayame volvió a llamarle Durru-san de nuevo.
—¡...meme... me... mememe ME LLAMO DARUU! —se sobresaltó, levantándose de golpe, caminando dos pasos a ciegas y dándose de bruces contra otro sauce. Cayó al suelo, y si no hubiese sido por su bandana se hubiera hecho un buen chichón y, probablemente, habría vuelto a quedar inconscientes.
—Santos peperonis... —gimoteó—. Qué dolor.
Carraspeó, se dio la vuelta y se sentó apoyado en el tronco del árbol, lastimado.
—¿Eres Aotsuki Ayame, no? Discúlpame, Ayame-san, iba para casa, pero me he dado con una rama y me he caído aquí...
Observó el entorno. Estaba cerca de la orilla del lago que rodeaba a la aldea, pero no reconocía el sitio. Habían sauces por todas partes, unos árboles que no había visto nunca por los alrededores. Se respiraba aire limpio, pero sobretodo más humedad de la habitual. En la ciudad, lo normal era que el aire estuviera hendido por un sinfín de fragancias, la mayoría de comida proveniente de los puestos. Afortunadamente, las baterías hidroeléctricas no contaminaban en absoluto. Pero aquello era tranquilidad, todo silencio y sin tanto gentío como en el centro...
—Nunca había estado aquí —rompió el hielo. Afortunadamente, no al Hielo.
Más tarde comprenderéis a qué me refiero.
—¡...meme... me... mememe ME LLAMO DARUU! —se sobresaltó, levantándose de golpe, caminando dos pasos a ciegas y dándose de bruces contra otro sauce. Cayó al suelo, y si no hubiese sido por su bandana se hubiera hecho un buen chichón y, probablemente, habría vuelto a quedar inconscientes.
—Santos peperonis... —gimoteó—. Qué dolor.
Carraspeó, se dio la vuelta y se sentó apoyado en el tronco del árbol, lastimado.
—¿Eres Aotsuki Ayame, no? Discúlpame, Ayame-san, iba para casa, pero me he dado con una rama y me he caído aquí...
Observó el entorno. Estaba cerca de la orilla del lago que rodeaba a la aldea, pero no reconocía el sitio. Habían sauces por todas partes, unos árboles que no había visto nunca por los alrededores. Se respiraba aire limpio, pero sobretodo más humedad de la habitual. En la ciudad, lo normal era que el aire estuviera hendido por un sinfín de fragancias, la mayoría de comida proveniente de los puestos. Afortunadamente, las baterías hidroeléctricas no contaminaban en absoluto. Pero aquello era tranquilidad, todo silencio y sin tanto gentío como en el centro...
—Nunca había estado aquí —rompió el hielo. Afortunadamente, no al Hielo.
Más tarde comprenderéis a qué me refiero.