3/05/2021, 20:18
Ni alcohol, ni gas. Tampoco tenía aquel regusto mentolado que le provocaba arcadas, el menta debía venir entonces de tormenta, tal y como auguraba el rayo que cruzaba el logotipo de la marca. Limormenta era un refresco con sabor a limón aguado, como le había dicho Yui. Estaba dulce, pero también ácido. Puede que no fuera nada del otro mundo, pero no estaba malo. Por eso, le pegó un nuevo sorbo, esta vez con más ganas.
—Oye, pero la verdad es que... —Yui, súbitamente animada, le dio un nuevo trago. Y de los grandes—. Es de estas mierdas que cuanto más las bebes más buena está.
—Bueno, tampoco está tan mal —respondió Ayame, con una risilla. Desde luego, había probado cosas mejores. Pero también mucho peores.
—Sobre los limones: sí, tienen bastante fama, sobre todo los de ese pueblo que... coño, cómo se llama. En fin. Como Yachi, pero con limoneros. Un pueblo aburrido lleno de gente aburrida que cultiva limoneros.
Ayame apoyó una mejilla en la mano, con gesto pensativo. Había pasado deliberadamente el desinterés que tenía Yui por las calabazas y los limoneros. Ya conocía su carácter lo suficiente como para saber que ese tipo de cosas no iban a despertar su interés. Sobre todo si no servían para golpear o derribar cosas.
—Pues... la verdad es que no me suena... Es la primera noticia que tengo de ese pueblo, tendré que visitarlo algún día.
—Coño, pues esto está bueno, ¿eh? —repitió. Entonces alzó la botella hasta la altura de sus ojos, que entrecerró mientras examinaba el etiquetado con un gesto meditativo que nada le pegaba—. ¿Limormenta, eh? ¿Serán de aquí? ¿Entonces por qué usar limones del País de la Tierra? Ah... ya.
—¿Ya? —repitió Ayame, confundida—. Si le digo la verdad, yo pensaba que el vendedor era del País de la Tierra. Es un poco extraño usar limones de allí y utilizar un nombre con la palabra "tormenta", ¿no?
—Oye, pero la verdad es que... —Yui, súbitamente animada, le dio un nuevo trago. Y de los grandes—. Es de estas mierdas que cuanto más las bebes más buena está.
—Bueno, tampoco está tan mal —respondió Ayame, con una risilla. Desde luego, había probado cosas mejores. Pero también mucho peores.
—Sobre los limones: sí, tienen bastante fama, sobre todo los de ese pueblo que... coño, cómo se llama. En fin. Como Yachi, pero con limoneros. Un pueblo aburrido lleno de gente aburrida que cultiva limoneros.
Ayame apoyó una mejilla en la mano, con gesto pensativo. Había pasado deliberadamente el desinterés que tenía Yui por las calabazas y los limoneros. Ya conocía su carácter lo suficiente como para saber que ese tipo de cosas no iban a despertar su interés. Sobre todo si no servían para golpear o derribar cosas.
—Pues... la verdad es que no me suena... Es la primera noticia que tengo de ese pueblo, tendré que visitarlo algún día.
—Coño, pues esto está bueno, ¿eh? —repitió. Entonces alzó la botella hasta la altura de sus ojos, que entrecerró mientras examinaba el etiquetado con un gesto meditativo que nada le pegaba—. ¿Limormenta, eh? ¿Serán de aquí? ¿Entonces por qué usar limones del País de la Tierra? Ah... ya.
—¿Ya? —repitió Ayame, confundida—. Si le digo la verdad, yo pensaba que el vendedor era del País de la Tierra. Es un poco extraño usar limones de allí y utilizar un nombre con la palabra "tormenta", ¿no?