8/05/2021, 12:58
Un sonido. Una voz. Eso era todo lo que necesitaba para conocer su posición. No pedía más. No necesitó más.
El Kage Buyō le teletransportó a la posición que quería, justo encima de su objetivo. A lo lejos, oyó a su hijo gritar su posición. No importaba. El momento era suyo. El tiempo era de ella.
Oyó al dragón de Komodo, abajo, rugir. No lo volvería a hacer. Menos volvería a escupir. Como ya dijimos anteriormente, ella se había ganado cierta fama. De intransigente. De intolerante con ciertas cosas. De maniática, incluso. Ella pensaba que era una fama nada merecida…
… pero quizá algo sí lo fuese, después de todo. Quizá algo sí lo fuese.
Cuando ella gritó, el mundo enmudeció:
Ōnindo pareció partirse en aquel instante, como si se hubiese formado una nueva placa tectónica que dividiría el continente en dos islas. El dragón de Komodo no pareció partirse, no obstante, pues literalmente su columna vertebral se quebró por la mitad. Fue tal el impacto, que su cuerpo colisionó contra la superficie sobre la que rebosaba el lago, empujando los litros y litros de agua que formaron gigantescas olas a su alrededor y dejaron, por unos instantes, el cráter sobre el que yacía seco.
Luego el agua rugió con fuerza de vuelta a su origen, y Ōwatatsumi se vio alzada. Bajo sus pies, el cadáver del animal, flotando con el vientre asomándose sobre la superficie.
—Te dije que era mejor que se marchase, hijo. —No le había hecho caso. Ahora tenía que aceptar las consecuencias—. Y antes de eso —añadió, apretando tanto los puños que sus nudillos chasquearon—, también te dije que era mejor que tú te marchases.
—Hmm.
El Kage Buyō le teletransportó a la posición que quería, justo encima de su objetivo. A lo lejos, oyó a su hijo gritar su posición. No importaba. El momento era suyo. El tiempo era de ella.
Oyó al dragón de Komodo, abajo, rugir. No lo volvería a hacer. Menos volvería a escupir. Como ya dijimos anteriormente, ella se había ganado cierta fama. De intransigente. De intolerante con ciertas cosas. De maniática, incluso. Ella pensaba que era una fama nada merecida…
… pero quizá algo sí lo fuese, después de todo. Quizá algo sí lo fuese.
Cuando ella gritó, el mundo enmudeció:
GUILLOTINE
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200 PV + 50% (Segunda Puerta) + 20% (Fuerza legendaria) = 360 PV
Ōnindo pareció partirse en aquel instante, como si se hubiese formado una nueva placa tectónica que dividiría el continente en dos islas. El dragón de Komodo no pareció partirse, no obstante, pues literalmente su columna vertebral se quebró por la mitad. Fue tal el impacto, que su cuerpo colisionó contra la superficie sobre la que rebosaba el lago, empujando los litros y litros de agua que formaron gigantescas olas a su alrededor y dejaron, por unos instantes, el cráter sobre el que yacía seco.
Luego el agua rugió con fuerza de vuelta a su origen, y Ōwatatsumi se vio alzada. Bajo sus pies, el cadáver del animal, flotando con el vientre asomándose sobre la superficie.
—Te dije que era mejor que se marchase, hijo. —No le había hecho caso. Ahora tenía que aceptar las consecuencias—. Y antes de eso —añadió, apretando tanto los puños que sus nudillos chasquearon—, también te dije que era mejor que tú te marchases.
—Hmm.