9/05/2021, 16:58
Apenas fue un parpadeo. Un instante, y su hijo ya no era su hijo. No del todo, al menos. Él la rodeó con sus enormes brazos, en un Abrazo de Oso, y ella no pudo hacer nada por impedirlo. Él apretó con fuerza, queriendo quitarle el aliento, mas no pudo. El aliento ya lo había perdido antes.
............................No es real.
.................No es real.
...........................................................................................No es real.
.........................................No es real.
............................. ¡No es real!
..................................................................¡No es real!
...............................................................................................................................¡No es real!
......................................................... ¡No es real!
..........................¡NO ES REAL!
Era eso. Una ilusión. Un ardid. ¡Un Henge no Jutsu! Era falso, era falso, era falso... No tenía de qué preocuparse, no tenía de qué… ¡Oh, Dioses! La cara de su hijo… Toda su piel… Tenía… ¡Era como si tuviese la lepra! ¡Decenas de manchas cubriéndole la piel! ¡Una enfermedad contagiosa por el contacto! ¡Y la estaba…tocando!
Por el rabillo del ojo, vio a su hijo, allá en lo alto, alzando el mandoble hacia el cielo.
—¡K-kaiba, espera!
............................No es real.
.................No es real.
...........................................................................................No es real.
.........................................No es real.
............................. ¡No es real!
..................................................................¡No es real!
...............................................................................................................................¡No es real!
......................................................... ¡No es real!
..........................¡NO ES REAL!
Era eso. Una ilusión. Un ardid. ¡Un Henge no Jutsu! Era falso, era falso, era falso... No tenía de qué preocuparse, no tenía de qué… ¡Oh, Dioses! La cara de su hijo… Toda su piel… Tenía… ¡Era como si tuviese la lepra! ¡Decenas de manchas cubriéndole la piel! ¡Una enfermedad contagiosa por el contacto! ¡Y la estaba…tocando!
Por el rabillo del ojo, vio a su hijo, allá en lo alto, alzando el mandoble hacia el cielo.
—¡K-kaiba, espera!