17/05/2021, 01:51
—JAJAJAJA ¿De en serio? ¿Ni siquiera una mojarrita?
—¡Cállate ya y dame eso! — le arrebató la caña que sostenía el viejo que se estaba descojonando. —Después te la traigo viejo.
—Quédatela, aquí no le damos uso y está bastante vieja. — el campesino ya parecía más calmado e, incluso, se puso un poco serio. —Escúchame, ten cuidado. Hay muchas animales salvajes y se dice que-.
—Me da igual, sabes que yo no creo esas cosas. No creo que haya ningún bicho tan raro para que me pueda hacer nada. — más que no creer, parecía que no quería escuchar lo que le iba a decir el anciano.
Luego de una larga caminata, se plantó frente a un arroyo en el que fluían el caudal de agua. No se detenía, después de todo, era uno de los ríos que se encontraban por aquella zona del País del Fuego. Del otro lado del río, se podía avistar el otro pedazo de tierra donde también se podía circular. De fondo acompañaba unas montañas, que, junto al ruido de la corriente, transmitían una sensación de tranquilidad única. La brisa del viento era poco notoria, aunque si sentía algo de fresco en el ambiente.
La muchacha, abrigada hasta el cuello y sentada frente al caudal, comenzó a preparar la carnada en el anzuelo: unas lombrices coloradas, lo único que le habían proporcionado. Lanzó el anzuelo, el cual cayó en el agua y paciente espero a que picaran.
...
...
¿Paciente?
—¡AHHH! — exclamó con fuerza y, tranquilamente, cualquier persona que estuviera medianamente cera del lugar la pudo haber escuchado. —¿Quién mierda me mandó a hacer esto? Es tremendamente aburrido.
Otra cosa a la lista de cosas que no le gusta hacer. Pescar: tachado.
—Me aburro. — susurró para ella misma, mientras la caña no daba ningún indicio de que haya ningún pez cerca.
—¡Cállate ya y dame eso! — le arrebató la caña que sostenía el viejo que se estaba descojonando. —Después te la traigo viejo.
—Quédatela, aquí no le damos uso y está bastante vieja. — el campesino ya parecía más calmado e, incluso, se puso un poco serio. —Escúchame, ten cuidado. Hay muchas animales salvajes y se dice que-.
—Me da igual, sabes que yo no creo esas cosas. No creo que haya ningún bicho tan raro para que me pueda hacer nada. — más que no creer, parecía que no quería escuchar lo que le iba a decir el anciano.
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Luego de una larga caminata, se plantó frente a un arroyo en el que fluían el caudal de agua. No se detenía, después de todo, era uno de los ríos que se encontraban por aquella zona del País del Fuego. Del otro lado del río, se podía avistar el otro pedazo de tierra donde también se podía circular. De fondo acompañaba unas montañas, que, junto al ruido de la corriente, transmitían una sensación de tranquilidad única. La brisa del viento era poco notoria, aunque si sentía algo de fresco en el ambiente.
La muchacha, abrigada hasta el cuello y sentada frente al caudal, comenzó a preparar la carnada en el anzuelo: unas lombrices coloradas, lo único que le habían proporcionado. Lanzó el anzuelo, el cual cayó en el agua y paciente espero a que picaran.
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¿Paciente?
—¡AHHH! — exclamó con fuerza y, tranquilamente, cualquier persona que estuviera medianamente cera del lugar la pudo haber escuchado. —¿Quién mierda me mandó a hacer esto? Es tremendamente aburrido.
Otra cosa a la lista de cosas que no le gusta hacer. Pescar: tachado.
—Me aburro. — susurró para ella misma, mientras la caña no daba ningún indicio de que haya ningún pez cerca.