25/05/2021, 20:20
—Tenía la caña clavada en el suelo, me despisté un segundo y se la llevó un pez. — Relató el Sarutobi. —Cuidado no te vaya a pasar a ti también.
La muchacha bufó y dio un vistazo rápido al objeto enterrado. Estaba demasiada confiada de sí misma y sabía que no le iba a pasar nada a su caña. Parecía que el otro lo decía bien y con buenas intenciones, pero de todos modos le molestó un poco que se lo diga.
—Pfffff. Vos tranquilo. No creo que pase-.
Por un segundo vio que el muchacho se estaba sacando la sudadera. Ya se iba notando un poco el frío en esa época del año y estaban en un lugar que podía correr unas brisas bastantes frescas. Dio un leve suspiro y lo miró con cierta piedad.
—Te vas a resfriar si sigues así ¿No tienes nada para secarte? — desvió su mirada por el lugar de donde venía para ver si encontraba algo. —Te prestaría mi sudadera pero creo que te quedaría un poco chica.
Mientras la amejin intentaba resolver el problema que se le había presentado, su caña que estaba clavada en la tierra comenzaba a arquearse un poco, dejando en evidencia que algún pez había mordido el anzuelo. Por desgracia para ella, no se pudo dar cuenta en ese momento, le estaba dando la espalda a su herramienta de pesca y se comenzaba a preocupar por el estado del chico, delegando la actividad pesquera y, por ende, su atención hacia la misma a un segundo plano.
La muchacha bufó y dio un vistazo rápido al objeto enterrado. Estaba demasiada confiada de sí misma y sabía que no le iba a pasar nada a su caña. Parecía que el otro lo decía bien y con buenas intenciones, pero de todos modos le molestó un poco que se lo diga.
—Pfffff. Vos tranquilo. No creo que pase-.
Por un segundo vio que el muchacho se estaba sacando la sudadera. Ya se iba notando un poco el frío en esa época del año y estaban en un lugar que podía correr unas brisas bastantes frescas. Dio un leve suspiro y lo miró con cierta piedad.
—Te vas a resfriar si sigues así ¿No tienes nada para secarte? — desvió su mirada por el lugar de donde venía para ver si encontraba algo. —Te prestaría mi sudadera pero creo que te quedaría un poco chica.
Mientras la amejin intentaba resolver el problema que se le había presentado, su caña que estaba clavada en la tierra comenzaba a arquearse un poco, dejando en evidencia que algún pez había mordido el anzuelo. Por desgracia para ella, no se pudo dar cuenta en ese momento, le estaba dando la espalda a su herramienta de pesca y se comenzaba a preocupar por el estado del chico, delegando la actividad pesquera y, por ende, su atención hacia la misma a un segundo plano.