1/06/2021, 14:00
El grupo volvió a dividirse.
Yota y Eri atravesaron las nocturnas calles de Yachi, en búsqueda de una posada, un hostal, o cualquier lugar que les permitiera pasar la noche con un mínimo de comodidad. En algún momento giraron una esquina, enfilando una calle empedrada que iba cuesta arriba. Allí, al final del callejón e iluminada por numerosas calabazas talladas, pudieron ver un cartel: Posada Cucurbita. Era un edificio de madera de dos plantas, con roca en su base, construido al estilo tradicional (como muchas de las casitas que les rodeaban). El tejado a dos aguas le permitía deshacerse del agua de las continuas lluvias que sufrían en Yachi, que resbalaba entre sus tejas y terminaba desembocando en unos canalones que la despachaban después. A través de las ventanas, ambos vieron la luz que iluminaba el interior. Debía de estar abierta.
Mientras tanto, Daruu había seguido la visión de su Byakugan hasta la que parecía ser la casa de Mai. Los amortiguados y desgañitados llantos que llegaban desde el interior llegaron hasta sus oídos en cuanto comenzó a acercarse, pero el Hyūga se atrevió a llamar a la puerta. Los sollozos se interrumpieron de golpe, sorprendidos por la intromisión. Y, tras varios largos segundos de incómodo silencio, la puerta se abrió con un estruendoso chirrido y Mai apareció tras ella.
—¿Quié diemonios quieres ahora? ¡Hip! ¿Por quié nio te vas con tu novia aaaaaaa dar una vuelta? Yiachi está... ¡Hip! preciooosa estos días...
No hacía más que unos pocos minutos que Mai los había abandonado en el bosque, pero estaba claro que no había perdido un solo instante. Apestaba a alcohol, presumiblemente de lo mismo que la botella que colgaba de una de sus manos. Con los ojos entornados y la mirada vidriosa, la mujer se apoyó con languidez en el marco de la puerta y volvió a empinar el codo. Parte de lo que estaba bebiendo se le escurrió por la comisura de los labios, pero no pareció importarle.
Yota y Eri atravesaron las nocturnas calles de Yachi, en búsqueda de una posada, un hostal, o cualquier lugar que les permitiera pasar la noche con un mínimo de comodidad. En algún momento giraron una esquina, enfilando una calle empedrada que iba cuesta arriba. Allí, al final del callejón e iluminada por numerosas calabazas talladas, pudieron ver un cartel: Posada Cucurbita. Era un edificio de madera de dos plantas, con roca en su base, construido al estilo tradicional (como muchas de las casitas que les rodeaban). El tejado a dos aguas le permitía deshacerse del agua de las continuas lluvias que sufrían en Yachi, que resbalaba entre sus tejas y terminaba desembocando en unos canalones que la despachaban después. A través de las ventanas, ambos vieron la luz que iluminaba el interior. Debía de estar abierta.
Mientras tanto, Daruu había seguido la visión de su Byakugan hasta la que parecía ser la casa de Mai. Los amortiguados y desgañitados llantos que llegaban desde el interior llegaron hasta sus oídos en cuanto comenzó a acercarse, pero el Hyūga se atrevió a llamar a la puerta. Los sollozos se interrumpieron de golpe, sorprendidos por la intromisión. Y, tras varios largos segundos de incómodo silencio, la puerta se abrió con un estruendoso chirrido y Mai apareció tras ella.
—¿Quié diemonios quieres ahora? ¡Hip! ¿Por quié nio te vas con tu novia aaaaaaa dar una vuelta? Yiachi está... ¡Hip! preciooosa estos días...
No hacía más que unos pocos minutos que Mai los había abandonado en el bosque, pero estaba claro que no había perdido un solo instante. Apestaba a alcohol, presumiblemente de lo mismo que la botella que colgaba de una de sus manos. Con los ojos entornados y la mirada vidriosa, la mujer se apoyó con languidez en el marco de la puerta y volvió a empinar el codo. Parte de lo que estaba bebiendo se le escurrió por la comisura de los labios, pero no pareció importarle.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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