11/06/2021, 09:40
(Última modificación: 11/06/2021, 09:41 por Amedama Daruu.)
En la mayoría de lugares de Oonindo, todavía podía verse un bonito atardecer. En el Valle de los Dojos, el sol se escondía ya bajo los picos de la cordillera que rodeaba y protegía el valle. Ahora capital del País del Fuego, tampoco había cambiado mucho. El valle fue y era un refugio para combatientes, vinieran de donde viniesen, si se comportaban con honor.
Amedama Daruu no estaba seguro de si podía considerarse honorable. Pero era un combatiente. El campeón del último y fatídico torneo, de hecho. Le habían reconocido, en varias ocasiones, pero las conversaciones habían sido menos agradables de lo que le hubiera gustado. O quizás no. El Hyūga no era un joven de muchas palabras, y prefería no tener que volver a lidiar con otro fan loco, como había tenido que hacerlo mucho más lejos de allí.
Estaba sentado, distraído, tras un día algo ocioso. Mordisqueaba con cierto desdén unos dangos más bien sosos.
Lo que no esperaba Daruu, desde luego, era tener que lidiar con otro kusajin. Y cuando le vio, no supo qué sentir al respecto. Por una parte, Yota le había salvado la vida, y aquél otro era un buen amigo. Si es que las amistades entre los ninjas pueden forjarse con algún que otro intercambio de golpes. Por otra parte, la Morikage había declarado prácticamente una caza mayor en su territorio que le afectaba directamente.
Supuso que tendría que dejar su resentimiento aparte hasta que él se revelase como partidario o no de esa caza. O podría preguntárselo directamente. Solo tenía clara una cosa:
Cualquiera que apoyase a Kintsugi se convertía automáticamente en la presa. Él también tenía unos buenos ojos para cazar.
Amedama Daruu no estaba seguro de si podía considerarse honorable. Pero era un combatiente. El campeón del último y fatídico torneo, de hecho. Le habían reconocido, en varias ocasiones, pero las conversaciones habían sido menos agradables de lo que le hubiera gustado. O quizás no. El Hyūga no era un joven de muchas palabras, y prefería no tener que volver a lidiar con otro fan loco, como había tenido que hacerlo mucho más lejos de allí.
Estaba sentado, distraído, tras un día algo ocioso. Mordisqueaba con cierto desdén unos dangos más bien sosos.
Lo que no esperaba Daruu, desde luego, era tener que lidiar con otro kusajin. Y cuando le vio, no supo qué sentir al respecto. Por una parte, Yota le había salvado la vida, y aquél otro era un buen amigo. Si es que las amistades entre los ninjas pueden forjarse con algún que otro intercambio de golpes. Por otra parte, la Morikage había declarado prácticamente una caza mayor en su territorio que le afectaba directamente.
Supuso que tendría que dejar su resentimiento aparte hasta que él se revelase como partidario o no de esa caza. O podría preguntárselo directamente. Solo tenía clara una cosa:
Cualquiera que apoyase a Kintsugi se convertía automáticamente en la presa. Él también tenía unos buenos ojos para cazar.