11/06/2021, 10:14
Sin lugar a duda parecían tener bastante experiencia en combate aquellos matones, en combate actuaban medianamente organizados a diferencia de a la hora de cometer vandalismo donde parecían tener mucho más claro sus objetivos y papeles seguramente. El trabajo de los obreros por detener sus ataques nocturnos no tuvo que ser fácil, y si no estuvieran tan cansados tras una larga jornada de trabajo, seguro que eran más que capaces de repelerlos con algún que otro herido en sus filas.
Tras dejar a uno de los bandidos fuera de combate, Lyndis sonrió con confidencialidad cometiendo posteriormente un error, y dejando que el matón que portaba unas afiladas garras la apresara del brazo encadenado, buscando golpear con estas mismas su rostro. Lo que le faltaba, más cicatrices de guerra por si los ojos de mapache y la enorme cicatriz de su ojo izquierdo no fueran suficientes. Consiguió esquivar casi al límite aquellas peligrosas cuchillas, cortándole tan solo un par de cabellos y haciéndole una pequeña herida en su mejilla izquierda, pero estar tan centrada en estas no le permitió percatarse del golpe que recibió en el torso por parte de otro conjunto de cadenas.
Dejó escapar un quejido de dolor, haciéndola fruncir el ceño y atacando por reacción al más cercano, queriendo tan solo separarse y mantener algo de distancia. Le propino un fuerte cabezazo más propio de una bestia que de un shinobi, buscando que este se separará de ella y retrocediendo un par de pasos. Tras la breve pausa, notó el escozor de la herida de su rostro, pasó el dorso de la mano para borrar rastro de la sangre y se percató del cuarto que parecía algo desorientado intentando rodearla para buscar su oportunidad, por lo que decidido reubicarlo en la pelea de la mejor manera posible.
Las chispas del torso de la joven desaparecieron, y esta se abalanzó sobre el desarmado lanzándole una patada alta giratoria, que culminaría en el suelo con otra baja también girando sobre ella misma tanto si la primera acertaba, como si no lo hacía.
— ¡Joder, como echaba de menos una buena pelea! — añadió con su amenazante sonrisa.
Tras dejar a uno de los bandidos fuera de combate, Lyndis sonrió con confidencialidad cometiendo posteriormente un error, y dejando que el matón que portaba unas afiladas garras la apresara del brazo encadenado, buscando golpear con estas mismas su rostro. Lo que le faltaba, más cicatrices de guerra por si los ojos de mapache y la enorme cicatriz de su ojo izquierdo no fueran suficientes. Consiguió esquivar casi al límite aquellas peligrosas cuchillas, cortándole tan solo un par de cabellos y haciéndole una pequeña herida en su mejilla izquierda, pero estar tan centrada en estas no le permitió percatarse del golpe que recibió en el torso por parte de otro conjunto de cadenas.
Dejó escapar un quejido de dolor, haciéndola fruncir el ceño y atacando por reacción al más cercano, queriendo tan solo separarse y mantener algo de distancia. Le propino un fuerte cabezazo más propio de una bestia que de un shinobi, buscando que este se separará de ella y retrocediendo un par de pasos. Tras la breve pausa, notó el escozor de la herida de su rostro, pasó el dorso de la mano para borrar rastro de la sangre y se percató del cuarto que parecía algo desorientado intentando rodearla para buscar su oportunidad, por lo que decidido reubicarlo en la pelea de la mejor manera posible.
Las chispas del torso de la joven desaparecieron, y esta se abalanzó sobre el desarmado lanzándole una patada alta giratoria, que culminaría en el suelo con otra baja también girando sobre ella misma tanto si la primera acertaba, como si no lo hacía.
— ¡Joder, como echaba de menos una buena pelea! — añadió con su amenazante sonrisa.