18/01/2016, 22:26
(Última modificación: 19/01/2016, 00:26 por Uchiha Akame.)
La modesta callejuela, pese a que no estaba precisamente abarrotada, sí fluía con intenso tráfico de viandantes. Hacía de nexo entre una gran plaza, con más puestos mercantes y, por consiguiente, más gente, y el entramado de calles residenciales que ocupaban las tres o cuatro manzanas de alrededor. Como una arteria con línea directa al corazón, bombeaba notsubeños desde el barrio a la plaza de mercaderes. No era raro a aquellas horas de la tarde, cuando aún faltaba poco para anochecer, encontrar todo tipo de personajes por las calles de la urbe feudal. Desde amas de casa que recolectaban ingredientes para la cena, hasta chiquillos que aprovechaban las últimas horas de luz diurna para jugar en la calle. Pasando por artesanos, guardias del Daimyō enfundados en sus polvorientas armaduras, borrachos, mendigos y demás malvivientes.
Pero, incluso entre el variopinto gentío, una chica atraía de vez en cuando las miradas de algún grupo de galanes, o de un par de señoras mayores que se detenían a observarla y comentar sus rasgos. Era de estatura media, delgada como un cisne y con la piel tan blanca como las plumas de uno. Su larga melena negra estaba recogida en una cola de caballo, que le caía lacia por la espalda y ondeaba de vez en cuando al viento junto a las mangas de su camisa. Llevaba pantalones de color azul marino, ceñidos pero cómodos, complementados con unas sandalias ninja tintadas de azabache.
Kunie paseaba con aire despreocupado mas atenta a cuanto sucedía a su alrededor. Cansada de esperar a que Kishō terminase sus compras, había decidido dar una vuelta en solitario para averiguar qué clase de misterios podían encontrarse en los callejones de la ciudad feudal. Sus ojos de ámbar se movían con vivacidad, observando todo a su alrededor, y sólo de vez en cuando se detenían en algo que mereciese la pena. Por ejemplo, el chico que gritaba, desgañitándose, unos cuantos pasos más adelante.
¿¡Preocupadas por las arrugas!? ¿¡Preocupadas por las feas cicatrices que pueden sufrir con un golpe fortuito!? Si es usted kunoichi, ¡está de enhorabuena! ¡Y si no lo es... TAMBIÉN! ¡Porque ninguna de esas preocupaciones les incordiará de nuevo! ¡No con la CREMA PLUS 2000! ¡LA CREMA DEL FUTURO!
La kunoichi se acercó, curiosa, al precario puestecito. Llamarlo "puesto" habría sido una ofensa al resto de comerciantes. Posiblemente, decir directamente "dos troncos y una tabla mal equilibrados" hacía más justicia a lo que allí había montado el muchacho. Sin embargo, a ella poco le importaba.
- Buenas tardes, vendedor-san. - saludó, sonriendo con naturalidad.- ¿Qué es esa crema de la que hablas?
Se fijó primero en los tarros, y luego directamente en su contenido: una pasta heterogénea que parecían más bien las entrañas de algún raro animal, que una crema para el cutis.
Pero, incluso entre el variopinto gentío, una chica atraía de vez en cuando las miradas de algún grupo de galanes, o de un par de señoras mayores que se detenían a observarla y comentar sus rasgos. Era de estatura media, delgada como un cisne y con la piel tan blanca como las plumas de uno. Su larga melena negra estaba recogida en una cola de caballo, que le caía lacia por la espalda y ondeaba de vez en cuando al viento junto a las mangas de su camisa. Llevaba pantalones de color azul marino, ceñidos pero cómodos, complementados con unas sandalias ninja tintadas de azabache.
Kunie paseaba con aire despreocupado mas atenta a cuanto sucedía a su alrededor. Cansada de esperar a que Kishō terminase sus compras, había decidido dar una vuelta en solitario para averiguar qué clase de misterios podían encontrarse en los callejones de la ciudad feudal. Sus ojos de ámbar se movían con vivacidad, observando todo a su alrededor, y sólo de vez en cuando se detenían en algo que mereciese la pena. Por ejemplo, el chico que gritaba, desgañitándose, unos cuantos pasos más adelante.
¿¡Preocupadas por las arrugas!? ¿¡Preocupadas por las feas cicatrices que pueden sufrir con un golpe fortuito!? Si es usted kunoichi, ¡está de enhorabuena! ¡Y si no lo es... TAMBIÉN! ¡Porque ninguna de esas preocupaciones les incordiará de nuevo! ¡No con la CREMA PLUS 2000! ¡LA CREMA DEL FUTURO!
La kunoichi se acercó, curiosa, al precario puestecito. Llamarlo "puesto" habría sido una ofensa al resto de comerciantes. Posiblemente, decir directamente "dos troncos y una tabla mal equilibrados" hacía más justicia a lo que allí había montado el muchacho. Sin embargo, a ella poco le importaba.
- Buenas tardes, vendedor-san. - saludó, sonriendo con naturalidad.- ¿Qué es esa crema de la que hablas?
Se fijó primero en los tarros, y luego directamente en su contenido: una pasta heterogénea que parecían más bien las entrañas de algún raro animal, que una crema para el cutis.