18/06/2021, 17:21
Pero Yui negó con la cabeza.
—Sin humo. O no podré apuntar al corazón —objetó, pasándose una mano por el cabello. Los mechones entre sus dedos se deshicieron en delicadas gotas de agua que se agruparon en otras más grandes y comenzaron a burbujear como si hirvieran. De un momento a otro, se arremolinaron y terminando formando ante los estupefactos ojos de Ayame una fina katana conformada enteramente por agua que La Tormenta se cuidó de envainar en su cinto.
«¡Pero qué pasada!» Admiró, con los ojos abiertos como platos.
—Usaremos el agua a nuestro favor —explicó Yui, mirando a Ayame—, y convertiremos su trampa en su propia contra. Un Mizu Bunshin tuyo y mío bastarán. Haremos que avancen por el pasillo inocentes y desvalidas —añadió, con cierta sorna que casi sonó hasta cruel—. Y cuando ellos ataquen… —Aunque no tan cruel como aquella sonrisa afilada como cuchillos.
«Yui haciendo planes... esto sí que es nuevo...» No pudo evitar pensar Ayame, alzando sendas cejas.
—Bien —asintió, sin embargo. Y, casi al unísono que Yui, entrelazó las manos en el sello del Tigre para crear un clon de agua que subió las escaleras junto a Yui.
—Nosotros iremos detrás. Por si acaso —murmuró Zetsuo.
Y así, Ayame se colocó en paralelo a Yui y comenzaron a avanzar con la cautela de dos felinos al acecho. Ayame había estirado sendos brazos, con los dedos índice apuntando al final de las escaleras, mientras seguía caminando. Aunque a una parte de ella no le hacía ninguna gracia tener que hacer lo que estaba a punto de hacer.
«Son ellos o nosotros. Es defensa propia...» Se repetía una y otra vez en su mente, como un mantra. Aunque más bien estaba intentando convencerse a sí misma.
«Señorita...»
«Ahora no, Kokuō.»
—Sin humo. O no podré apuntar al corazón —objetó, pasándose una mano por el cabello. Los mechones entre sus dedos se deshicieron en delicadas gotas de agua que se agruparon en otras más grandes y comenzaron a burbujear como si hirvieran. De un momento a otro, se arremolinaron y terminando formando ante los estupefactos ojos de Ayame una fina katana conformada enteramente por agua que La Tormenta se cuidó de envainar en su cinto.
«¡Pero qué pasada!» Admiró, con los ojos abiertos como platos.
—Usaremos el agua a nuestro favor —explicó Yui, mirando a Ayame—, y convertiremos su trampa en su propia contra. Un Mizu Bunshin tuyo y mío bastarán. Haremos que avancen por el pasillo inocentes y desvalidas —añadió, con cierta sorna que casi sonó hasta cruel—. Y cuando ellos ataquen… —Aunque no tan cruel como aquella sonrisa afilada como cuchillos.
«Yui haciendo planes... esto sí que es nuevo...» No pudo evitar pensar Ayame, alzando sendas cejas.
—Bien —asintió, sin embargo. Y, casi al unísono que Yui, entrelazó las manos en el sello del Tigre para crear un clon de agua que subió las escaleras junto a Yui.
—Nosotros iremos detrás. Por si acaso —murmuró Zetsuo.
Y así, Ayame se colocó en paralelo a Yui y comenzaron a avanzar con la cautela de dos felinos al acecho. Ayame había estirado sendos brazos, con los dedos índice apuntando al final de las escaleras, mientras seguía caminando. Aunque a una parte de ella no le hacía ninguna gracia tener que hacer lo que estaba a punto de hacer.
«Son ellos o nosotros. Es defensa propia...» Se repetía una y otra vez en su mente, como un mantra. Aunque más bien estaba intentando convencerse a sí misma.
«Señorita...»
«Ahora no, Kokuō.»