26/06/2021, 10:41
Por un segundo cayó en cuenta de la mini situación que había creado. Una sola palabra hizo que muchos mercaderes giraran la mirada hacia ella, como cazadores atentos a su presa y al más mínimo cambio en el ambiente para atraparla. Sin embargo, esa no era la presa indicada, aunque ni siquiera era una presa, no estaba allí para comprar. Rápidamente, todos volvieron a su actividad normal, a excepción de uno.
La primera impresión del hombre del carro fue de susto, situación con la que la chica se había cruzado un par de veces nada más. «¿Tanto respeto y miedo le tiene la gente a una bandana?» Aún no se acostumbraba mucho. No le molestaba ni mucho menos, pero todavía se le hacía raro. «Ni me imagino el miedo que le tendrán a mi hermano y mi papá...»
—¡Al fin! ¡Gracias, gracias! — suspiró aliviada y guardó la foto nuevamente, mientras agitó la otra mano hecha un puño, haciendo una especie de festejo por tener un dato más preciso.
En su cabeza, le retumbó un poco lo de los animales. Si estaba loco, por lo menos parecía buena persona. O por lo menos por lo que le estaba narrando el señor en frente suyo. Y, claro, si el relato este era de la persona que estaba buscando. Aunque los detalles daban igual. Finalmente tenía una información que, hasta el momento, había sido la más certera que había encontrado. Cuando iba a emprender camino hacia el puesto del carnicero, una oferta asesina, literalmente, se le fue planteada a la joven.
—¿No quieres comprar al menos una manzana?
Instantáneamente se le erizó la piel, recordando las peores reacciones que tuvo en su vida con las manzanas. No le daba asco, solo era respeto y un poco de miedo. Tal cual la misma sensación que tenían muchos aldeanos cuando iba a hablarles la kunoichi.
—¡NO! — se le escapó, casi como un mecanismo de defensa. —P-perdón. No. — se aclaró la garganta —Me hace muy mal la manzana.
Era raro verla apenada, pero en esa situación no lo pudo evitar. Casi le gritó en la cara y el hombre, no solo había sido amable con ella, sino que le había sido del todo útil.
—Aunque, si quiere, puede venderme una mandarina. O un plátano. Cualquiera de las dos, me gustan ambas. — dijo suave, en un intento de enmendar un poco la situación incómoda que se había formado.
La primera impresión del hombre del carro fue de susto, situación con la que la chica se había cruzado un par de veces nada más. «¿Tanto respeto y miedo le tiene la gente a una bandana?» Aún no se acostumbraba mucho. No le molestaba ni mucho menos, pero todavía se le hacía raro. «Ni me imagino el miedo que le tendrán a mi hermano y mi papá...»
—¡Al fin! ¡Gracias, gracias! — suspiró aliviada y guardó la foto nuevamente, mientras agitó la otra mano hecha un puño, haciendo una especie de festejo por tener un dato más preciso.
En su cabeza, le retumbó un poco lo de los animales. Si estaba loco, por lo menos parecía buena persona. O por lo menos por lo que le estaba narrando el señor en frente suyo. Y, claro, si el relato este era de la persona que estaba buscando. Aunque los detalles daban igual. Finalmente tenía una información que, hasta el momento, había sido la más certera que había encontrado. Cuando iba a emprender camino hacia el puesto del carnicero, una oferta asesina, literalmente, se le fue planteada a la joven.
—¿No quieres comprar al menos una manzana?
Instantáneamente se le erizó la piel, recordando las peores reacciones que tuvo en su vida con las manzanas. No le daba asco, solo era respeto y un poco de miedo. Tal cual la misma sensación que tenían muchos aldeanos cuando iba a hablarles la kunoichi.
—¡NO! — se le escapó, casi como un mecanismo de defensa. —P-perdón. No. — se aclaró la garganta —Me hace muy mal la manzana.
Era raro verla apenada, pero en esa situación no lo pudo evitar. Casi le gritó en la cara y el hombre, no solo había sido amable con ella, sino que le había sido del todo útil.
—Aunque, si quiere, puede venderme una mandarina. O un plátano. Cualquiera de las dos, me gustan ambas. — dijo suave, en un intento de enmendar un poco la situación incómoda que se había formado.