28/06/2021, 22:25
Las decisiones siempre traen consigo consecuencias. Y estas consecuencias suelen tener la mala costumbre de ser... irreversibles.
—¡Rápido, ponedme...!
Ayame ni siquiera tuvo tiempo de terminar la frase, antes de que una violenta explosión en lo alto de las escaleras sacudiera todo el pasillo. Sobre Yui y los dos atacantes, el techo se resquebrajó y se desplomó sobre ellos como un castillo de naipes. Los escombros levantaron una densa nube de polvo, y después se produjo un escalofriante silencio. Un silencio de muerte.
—¡Yui-sama!
—¡¡No, joder!! ¡¡Yui-sama!!
Kōri y Zetsuo pasaron por ambos lados de Ayame y terminaron de subir las escaleras en una exhalación. Comenzaron a levantar escombros, buscando el cuerpo de la anterior Arashikage, mientras el médico se afanaba por lanzar órdenes e instrucciones que Ayame no llegó siquiera a oír. Se había quedado congelada en el sitio, con los ojos fijos en el mismo punto donde hasta hacía apenas un par de segundos se había erguido la imponente figura de Amekoro Yui.
«...Mi culpa...» Susurró su propia voz en su propia mente.
Había fallado. Su incapacidad para matar a otra persona le acababa de pasar una grave factura.
«...La... he matado yo...»
La respiración se le aceleró. La presión en su pecho se hizo insoportable. Era como si una garra de hielo le estuviera estrujando las entrañas, retorciéndolas sin ningún tipo de piedad. No podía apenas respirar. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Kōri hizo a un lado un buen escombro y entonces se volvió hacia ella. Su mirada nunca le había parecido tan fría. Tan... escalofriante.
«...Ha muerto... por mi culpa... Soy una traidora...»
Ayame retrocedió un paso, temblando de los pies a la cabeza. Hiperventilaba.
—¡Kōri, joder, ayúdame a levantar esto! ¡Hay que sacarla de ahí y curarla cuanto antes!
—¡Rápido, ponedme...!
¡¡¡BOOOOOOOOOOOOOMMM!!!
Ayame ni siquiera tuvo tiempo de terminar la frase, antes de que una violenta explosión en lo alto de las escaleras sacudiera todo el pasillo. Sobre Yui y los dos atacantes, el techo se resquebrajó y se desplomó sobre ellos como un castillo de naipes. Los escombros levantaron una densa nube de polvo, y después se produjo un escalofriante silencio. Un silencio de muerte.
—¡Yui-sama!
—¡¡No, joder!! ¡¡Yui-sama!!
Kōri y Zetsuo pasaron por ambos lados de Ayame y terminaron de subir las escaleras en una exhalación. Comenzaron a levantar escombros, buscando el cuerpo de la anterior Arashikage, mientras el médico se afanaba por lanzar órdenes e instrucciones que Ayame no llegó siquiera a oír. Se había quedado congelada en el sitio, con los ojos fijos en el mismo punto donde hasta hacía apenas un par de segundos se había erguido la imponente figura de Amekoro Yui.
«...Mi culpa...» Susurró su propia voz en su propia mente.
Había fallado. Su incapacidad para matar a otra persona le acababa de pasar una grave factura.
«...La... he matado yo...»
La respiración se le aceleró. La presión en su pecho se hizo insoportable. Era como si una garra de hielo le estuviera estrujando las entrañas, retorciéndolas sin ningún tipo de piedad. No podía apenas respirar. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Kōri hizo a un lado un buen escombro y entonces se volvió hacia ella. Su mirada nunca le había parecido tan fría. Tan... escalofriante.
«...Ha muerto... por mi culpa... Soy una traidora...»
Ayame retrocedió un paso, temblando de los pies a la cabeza. Hiperventilaba.
—¡Kōri, joder, ayúdame a levantar esto! ¡Hay que sacarla de ahí y curarla cuanto antes!