5/07/2021, 23:34
—Si es por tu voluntad, o por alguien más. Es irrelevante...— Contestó la voz ronca. La chica se mantenía a la defensiva ante todo. Tanto con su arma, como con sus palabras. —¿Quieres saber que motivo hay tras mi actuar? Es simple. Mi razón, es conocer tu razón —. Se permitió leer suavemente.
Ante la última pregunta, hubo silencio. Luego, murmullos. Los ecos que hasta hace un tiempo eran palabras, ahora eran murmullos ininteligibles. Los edificios, se distorsionaron, como si por instantes perdieran su forma y la recuperasen. La oscuridad iba y venía, como la de una lámpara parpadeando. Los murmullos, en el eco, se fueron acercando hasta Jun.
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Los edificios se retorcieron en formas geométricas y de pronto un ruido agudo resonó fuertemente en los tímpanos de la joven.
Y de pronto, todo se desvaneció. Los edificios volvieron a la normalidad, la claridad del día también. Ahora ella podía darse cuenta de lo que le rodeaba, siendo que el callejón de las bodegas era tan corto como parecía en un inicio. Atrás, la salida de vuelta a la calle comercial era visible de nuevo y podía ver las luces y los transeúntes que difuminaban luces y sombras hasta el pasadizo.
Lo importante, era que enfrente se hallaba un hombre sentado, apoyándose en la puerta metálica de un almacén, con la cara hundida y escondida entre las rodillas. Vestía con harapos negros y desgastados. Su cabello era bastante largo, pero incluso en ese estado era distinguible gracias al color violeta del mismo, tal cómo en el de la fotografía que Jun había visto ya tantas veces.
—Buscando, buscando, buscando, me están buscando, buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Ante la última pregunta, hubo silencio. Luego, murmullos. Los ecos que hasta hace un tiempo eran palabras, ahora eran murmullos ininteligibles. Los edificios, se distorsionaron, como si por instantes perdieran su forma y la recuperasen. La oscuridad iba y venía, como la de una lámpara parpadeando. Los murmullos, en el eco, se fueron acercando hasta Jun.
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Buscando, buscando, buscando, me están buscando...
Los edificios se retorcieron en formas geométricas y de pronto un ruido agudo resonó fuertemente en los tímpanos de la joven.
Buscando, buscando, buscando, ME ESTÁN BUSCANDO
Y de pronto, todo se desvaneció. Los edificios volvieron a la normalidad, la claridad del día también. Ahora ella podía darse cuenta de lo que le rodeaba, siendo que el callejón de las bodegas era tan corto como parecía en un inicio. Atrás, la salida de vuelta a la calle comercial era visible de nuevo y podía ver las luces y los transeúntes que difuminaban luces y sombras hasta el pasadizo.
Lo importante, era que enfrente se hallaba un hombre sentado, apoyándose en la puerta metálica de un almacén, con la cara hundida y escondida entre las rodillas. Vestía con harapos negros y desgastados. Su cabello era bastante largo, pero incluso en ese estado era distinguible gracias al color violeta del mismo, tal cómo en el de la fotografía que Jun había visto ya tantas veces.
—Buscando, buscando, buscando, me están buscando, buscando, buscando, buscando, me están buscando...