6/07/2021, 20:19
Al aterrizar abrió los ojos: uno de ellos, de un carmesí intenso; el otro, gris y apagado. Su ojo sano fue a parar en la bandana metálica que portaba el muchacho, luego, en su rostro. Se le escapó una media sonrisa antes de decir, de manera tan anodina como la charla en uno de esos ascensores modernos que había en el País de la Tormenta:
—Se ha quedado buen día, ¿huh?
—Se ha quedado buen día, ¿huh?