6/07/2021, 21:44
Cualquier persona de Onindo sabe que no es raro que llueva en Amegakure. De hecho, es la norma. Pero pocas personas se preguntan realmente como es el día a día en un mundo donde siempre tienes al Dios de la Lluvia vigilándote constantemente. Y Chika no era una de esas personas.
Sencillamente cogía el paraguas cuando le apetecía, sino una capa impermeable, pero normalmente iba sin nada. El truco estaba en moverse de sitio cubierto en sitio cubierto tan rápido como fuese posible. Total, la mayoría de locales estaban ya preparados para recibir a sus clientes hechos una esponja.
Volviendo al presente, Chika había salido de casa por orden del general, digo, de su hermana a hacer unos recados. Era la tercera vez que salía aquel día así que decidió agarrar una de las capas negras impermeables que tenían antes de salir. A la hora de decidir el camino, no lo dudó, nada de calles principales y concurridas, se metió directa a callejear.
Así fue como una figura corpulenta y escondida bajo una capa negra con capucha se adentró por las calles residenciales. Chika iba pensando en sus cosas cuando un grito hizo que se frenase en seco.
—¡AHHH! ¡La próxima te mato!
Esperó unos segundos para ver si era un grito de ayuda o qué estaba pasando, pero su respuesta no llegó de la forma que esperaba. Una katana salió volando por encima de la pared y Chika saltó hacia atrás por instinto, viendo la hoja caer y golpear el suelo. Instantaneamente dirigió la mirada al muro por encima del cual había aparecido el arma.
Se acercó al arma y cuando ya se estaba agachando para recogerla, una joven se asomó por encima del muro.
—¿Dónde mierda está?
Levantó la cabeza y la mano, señalando a la muchacha con el arma.
— ¿Buscas esto? — viendo que estaba prácticamente amenazandola al apuntarla con el filo, rápidamente bajó la mano. — Perdona, no quería apuntarte.
Lo único que la joven podría discernir dentro de la capucha eran los ojos de Chika, el izquierdo verde oliva y el derecho azul marino, y su sonrisa afable, ya que era tremendamente parecida a su hermana pequeña. Tal vez, si la luz daba adecuadamente podría ver el brillo de la bandana colgando de su cuello.
— ¿Estás bien? Ese grito ha sonado a problemas. — preguntó amablemente.
Sencillamente cogía el paraguas cuando le apetecía, sino una capa impermeable, pero normalmente iba sin nada. El truco estaba en moverse de sitio cubierto en sitio cubierto tan rápido como fuese posible. Total, la mayoría de locales estaban ya preparados para recibir a sus clientes hechos una esponja.
Volviendo al presente, Chika había salido de casa por orden del general, digo, de su hermana a hacer unos recados. Era la tercera vez que salía aquel día así que decidió agarrar una de las capas negras impermeables que tenían antes de salir. A la hora de decidir el camino, no lo dudó, nada de calles principales y concurridas, se metió directa a callejear.
Así fue como una figura corpulenta y escondida bajo una capa negra con capucha se adentró por las calles residenciales. Chika iba pensando en sus cosas cuando un grito hizo que se frenase en seco.
—¡AHHH! ¡La próxima te mato!
Esperó unos segundos para ver si era un grito de ayuda o qué estaba pasando, pero su respuesta no llegó de la forma que esperaba. Una katana salió volando por encima de la pared y Chika saltó hacia atrás por instinto, viendo la hoja caer y golpear el suelo. Instantaneamente dirigió la mirada al muro por encima del cual había aparecido el arma.
Se acercó al arma y cuando ya se estaba agachando para recogerla, una joven se asomó por encima del muro.
—¿Dónde mierda está?
Levantó la cabeza y la mano, señalando a la muchacha con el arma.
— ¿Buscas esto? — viendo que estaba prácticamente amenazandola al apuntarla con el filo, rápidamente bajó la mano. — Perdona, no quería apuntarte.
Lo único que la joven podría discernir dentro de la capucha eran los ojos de Chika, el izquierdo verde oliva y el derecho azul marino, y su sonrisa afable, ya que era tremendamente parecida a su hermana pequeña. Tal vez, si la luz daba adecuadamente podría ver el brillo de la bandana colgando de su cuello.
— ¿Estás bien? Ese grito ha sonado a problemas. — preguntó amablemente.