19/01/2016, 17:20
Está bien, está bien. Creo que podemos ir hasta allí sin ningún tipo de riesgo. Eso sí, mientras esperas el barril ve planeando un plan para entrar al barco. Supongo que tienes intención de hundirlo con tu barril, ¿No es así?
Solo me gustaría opinar que ya hemos hecho suficiente matanza por el esta noche. No son shinobis, no controlan el chakra, no podrán siquiera nadar. Si detenemos el barco los podremos apresar fácilmente, y no correrá ni una gota de sangre. Es más, si no destruimos el barco podría ser un buen regalo para la aldea, tal vez hasta puedan salir a pescar, o venderlo para conseguir dinero.
Es tu plan, en esta misión tu eres el líder, te acompañare pero piensa bien como la harás. Podríamos salvar más vidas de lo que ya hicimos.
Las palabras de aquel joven cenobita insuflaron confianza en él ya determinado corazón del moreno. Desde la oscuridad del momento pudo escuchar una voz lastimosa que decía “Mátenlos”. Aquello lo perturbo un poco, pero no tenía tiempo para saber él porque pues tenía que trazar un plan y ni el amanecer ni los saqueadores esperarían por él.
—Doy gracias por tu opinión, pues admito que hay cosas que no he considerado —agradeció, aunque le parecía extraño que existieran piratas que no supieran nadar—.Debo admitir que mi plan original era matarles a todos y hundir el navío, pero como en una verdadera misión hay que concentrarse en solo lo que es necesario. —Admitió recordando las enseñanzas ninjas, pues sabía que en aquel momento la prioridad no era castigarlos.
—Aquí traigo lo que me pediste —gritó el viejo guardia que se acercaba corriendo hacia ellos con un barril en los brazos.
El peliblanco le hizo un gesto y el hombre reaccionó destapando tonel. El contenido en su interior causó que la cara del joven se retorciera en gesto preocupación. Era un fanático de las armas pero aun así jamás había visto una disposición tan extraña en ningún artefacto explosivo.
—Esto… Esto es una monstruosidad —aseguro horrorizado el viejo soldado, mientras todos prestaban atención a sus palabras—. Solo he visto algo así una vez, y fue cuando trabajaba escoltando a un sujeto experto en explosivos —recordó, mientras analizaba el cilindro de metal dentro del barril—. Son dos bombas en una, la primera estalla dispersando una pegajosa brea que arde con fuerza y que resulta difícil de apagar, la segunda explota un poco después destrozando el contenedor de metal y arrojando esquirlas afiladas en todas direcciones.
—Ya veo. Entonces no podría hundir un barco, pero sí resultaría ideal para reducir una casa y a sus habitantes —inquirió con amargura.
El hombre dejó con sumo cuidado la bomba en la tierra y salió corriendo a atender algún grito de ayuda.
—Esto cambia un poco las cosas… —admitió—. Me he dado cuenta que estos bandidos no son muy inteligentes que digamos, pero quien les dirige es alguien en extremo peligroso y si es capaz de fabricar estas cosas, representa una seria amenaza criminal.
El ojos grises suspiro pensando en todo lo que tendrían que hacer.
—Mi plan va en este orden: Acercarse a la nave sin que se den cuenta, detonar la bomba en cubierta para causar caos y recuperar el dinero del pueblo. También está la cuestión de apresar al capitán, pero si es demasiado peligroso para ambos no tendremos otra opción más que ejecutarlo.
No hacía falta preocuparse por los demás, pues como ratas que eran, en cuanto el capitán y la nave se vieran comprometidos cada quien huiría por su lado. Por otra parte tenían el elemento sorpresa, ya que seguramente esperaban que los botes de sus compañeros regresaran con algún botín y no con dos ninjas dispuestos a darles escarmiento.
—¿Qué te parece compañero? —le pregunto a Karamaru, quien seguramente ya estaría pensando en una forma de hacer creer a los piratas que tuvieron éxito destruyendo el pueblo.
Solo me gustaría opinar que ya hemos hecho suficiente matanza por el esta noche. No son shinobis, no controlan el chakra, no podrán siquiera nadar. Si detenemos el barco los podremos apresar fácilmente, y no correrá ni una gota de sangre. Es más, si no destruimos el barco podría ser un buen regalo para la aldea, tal vez hasta puedan salir a pescar, o venderlo para conseguir dinero.
Es tu plan, en esta misión tu eres el líder, te acompañare pero piensa bien como la harás. Podríamos salvar más vidas de lo que ya hicimos.
Las palabras de aquel joven cenobita insuflaron confianza en él ya determinado corazón del moreno. Desde la oscuridad del momento pudo escuchar una voz lastimosa que decía “Mátenlos”. Aquello lo perturbo un poco, pero no tenía tiempo para saber él porque pues tenía que trazar un plan y ni el amanecer ni los saqueadores esperarían por él.
—Doy gracias por tu opinión, pues admito que hay cosas que no he considerado —agradeció, aunque le parecía extraño que existieran piratas que no supieran nadar—.Debo admitir que mi plan original era matarles a todos y hundir el navío, pero como en una verdadera misión hay que concentrarse en solo lo que es necesario. —Admitió recordando las enseñanzas ninjas, pues sabía que en aquel momento la prioridad no era castigarlos.
—Aquí traigo lo que me pediste —gritó el viejo guardia que se acercaba corriendo hacia ellos con un barril en los brazos.
El peliblanco le hizo un gesto y el hombre reaccionó destapando tonel. El contenido en su interior causó que la cara del joven se retorciera en gesto preocupación. Era un fanático de las armas pero aun así jamás había visto una disposición tan extraña en ningún artefacto explosivo.
—Esto… Esto es una monstruosidad —aseguro horrorizado el viejo soldado, mientras todos prestaban atención a sus palabras—. Solo he visto algo así una vez, y fue cuando trabajaba escoltando a un sujeto experto en explosivos —recordó, mientras analizaba el cilindro de metal dentro del barril—. Son dos bombas en una, la primera estalla dispersando una pegajosa brea que arde con fuerza y que resulta difícil de apagar, la segunda explota un poco después destrozando el contenedor de metal y arrojando esquirlas afiladas en todas direcciones.
—Ya veo. Entonces no podría hundir un barco, pero sí resultaría ideal para reducir una casa y a sus habitantes —inquirió con amargura.
El hombre dejó con sumo cuidado la bomba en la tierra y salió corriendo a atender algún grito de ayuda.
—Esto cambia un poco las cosas… —admitió—. Me he dado cuenta que estos bandidos no son muy inteligentes que digamos, pero quien les dirige es alguien en extremo peligroso y si es capaz de fabricar estas cosas, representa una seria amenaza criminal.
El ojos grises suspiro pensando en todo lo que tendrían que hacer.
—Mi plan va en este orden: Acercarse a la nave sin que se den cuenta, detonar la bomba en cubierta para causar caos y recuperar el dinero del pueblo. También está la cuestión de apresar al capitán, pero si es demasiado peligroso para ambos no tendremos otra opción más que ejecutarlo.
No hacía falta preocuparse por los demás, pues como ratas que eran, en cuanto el capitán y la nave se vieran comprometidos cada quien huiría por su lado. Por otra parte tenían el elemento sorpresa, ya que seguramente esperaban que los botes de sus compañeros regresaran con algún botín y no con dos ninjas dispuestos a darles escarmiento.
—¿Qué te parece compañero? —le pregunto a Karamaru, quien seguramente ya estaría pensando en una forma de hacer creer a los piratas que tuvieron éxito destruyendo el pueblo.