19/01/2016, 17:36
(Última modificación: 18/07/2016, 17:12 por Amedama Daruu.)
Mecido por el dulce traqueteo del carruaje y el ocasional relinche de un caballo, Daruu dormía profundamente acariciado por la cálida luz del sol. Un sol del que, por suerte o por desgracia no podían disfrutar en Amegakure. Y para las pocas veces que podían, pensó el muchacho, los vecinos lo achacaban a que algo malo iba a pasar. Qué irónico. Como si algo tan calentito fuera a hacerles daño.
Con ese pensamiento se despertó, adormilado y con la cabeza pesándole como una cesta a rebosar de melones. Se estiró, y se dio cuenta de que se había quedado dormido leyendo la invitación de Yui.
La invitación al torneo.
¿Por qué a él? No a todos los genin les habían enviado la carta, y su madre le había asegurado de que no había emitido ninguna recomendación en particular. ¿Sería por la fama de su familia? Tanto su padre como su madre habían sido shinobis de muy alto nivel.
En parte, eso a Daruu no le hacía ninguna gracia. Porque aunque le preocupase no estar a la altura de sus compañeros o de sus homólogos de otras villas, en el fondo su mayor problema era no estar a la altura de sus padres cuando tenían su edad.
«¿Y si me toca contra ella?» —pensó, y recordó la pelea que había tenido hacía unos meses con Ayame—. «Hace tiempo que no la veo. ¿Habrá aprendido ella cosas también?»
Se miró la mano derecha, magullada por el entrenamiento. La tenía vendada hasta la altura de los dedos.
—¡Daruu, hijo, despierta! —llamó su madre desde fuera—. ¡Ya hemos llegado al punto de encuentro!
Daruu sonrió y se levantó, con esfuerzo. Salió del carruaje y bajó de un salto. Le esperaban su madre y un señor mayor, regordete, con bigote: el conductor del carruaje.
—Gracias por apearnos hasta aquí, Yaru-san. Nos ha venido genial tu ayuda. Si no, no habríamos llegado a tiempo. —dijo Kiroe.
Yaru-san era un mercader de fruta y verdura que iba de camino a Uzushiogakure. Se había ofrecido a llevarles hasta allí a cambio de protección. Al final, no había sido necesario hacer nada por él, pero nunca se sabe cuando un ninja podría serte útil, especialmente en algunos caminos llenos de bandidos y otras cosas peores.
—¡Nada, nada! ¡Buen viaje, que lleguéis bien! Y mucha suerte, muchacho. Tu madre me ha contado que te va a hacer falta.
—¡Gracias, Yaru-san! —respondió el chico, y le saludó con la mano mientras se volvía a subir al carruaje.
Yaru azuzó a los caballos, que relincharon, y se pusieron a galopar arrastrando el carruaje. Daruu suspiró y se dio la vuelta. Observó la estepa que subía hasta un gran roble de grueso tronco.
—¿Es ahí?
—Sí. De jóvenes, solíamos utilizar ese roble como punto de encuentro cuando estábamos de misión en el País del Fuego.
Daruu comenzó a caminar.
—Hala, ¿has hecho misiones con Zetsuo-san? ¿Cómo es? —preguntó Daruu. Había tratado con él varias veces, pero no lo conocía en verdad. Siempre parecía muy serio y tenía mal carácter, pero aparte de eso...
—Un shinobi y un médico excelente. Una buena persona. Difícil de tratar. —Kiroe cerró los ojos y dio un suspiro animado, sonriendo con resignación.
¿"Buena persona" y "difícil de tratar"? Nada nuevo bajo el sol, por lo que él sabía.
Llegaron a la base del roble, y se sentaron a esperar a sus acompañantes para el resto del camino hacia los Dojos.
Con ese pensamiento se despertó, adormilado y con la cabeza pesándole como una cesta a rebosar de melones. Se estiró, y se dio cuenta de que se había quedado dormido leyendo la invitación de Yui.
La invitación al torneo.
¿Por qué a él? No a todos los genin les habían enviado la carta, y su madre le había asegurado de que no había emitido ninguna recomendación en particular. ¿Sería por la fama de su familia? Tanto su padre como su madre habían sido shinobis de muy alto nivel.
En parte, eso a Daruu no le hacía ninguna gracia. Porque aunque le preocupase no estar a la altura de sus compañeros o de sus homólogos de otras villas, en el fondo su mayor problema era no estar a la altura de sus padres cuando tenían su edad.
«¿Y si me toca contra ella?» —pensó, y recordó la pelea que había tenido hacía unos meses con Ayame—. «Hace tiempo que no la veo. ¿Habrá aprendido ella cosas también?»
Se miró la mano derecha, magullada por el entrenamiento. La tenía vendada hasta la altura de los dedos.
—¡Daruu, hijo, despierta! —llamó su madre desde fuera—. ¡Ya hemos llegado al punto de encuentro!
Daruu sonrió y se levantó, con esfuerzo. Salió del carruaje y bajó de un salto. Le esperaban su madre y un señor mayor, regordete, con bigote: el conductor del carruaje.
—Gracias por apearnos hasta aquí, Yaru-san. Nos ha venido genial tu ayuda. Si no, no habríamos llegado a tiempo. —dijo Kiroe.
Yaru-san era un mercader de fruta y verdura que iba de camino a Uzushiogakure. Se había ofrecido a llevarles hasta allí a cambio de protección. Al final, no había sido necesario hacer nada por él, pero nunca se sabe cuando un ninja podría serte útil, especialmente en algunos caminos llenos de bandidos y otras cosas peores.
—¡Nada, nada! ¡Buen viaje, que lleguéis bien! Y mucha suerte, muchacho. Tu madre me ha contado que te va a hacer falta.
—¡Gracias, Yaru-san! —respondió el chico, y le saludó con la mano mientras se volvía a subir al carruaje.
Yaru azuzó a los caballos, que relincharon, y se pusieron a galopar arrastrando el carruaje. Daruu suspiró y se dio la vuelta. Observó la estepa que subía hasta un gran roble de grueso tronco.
—¿Es ahí?
—Sí. De jóvenes, solíamos utilizar ese roble como punto de encuentro cuando estábamos de misión en el País del Fuego.
Daruu comenzó a caminar.
—Hala, ¿has hecho misiones con Zetsuo-san? ¿Cómo es? —preguntó Daruu. Había tratado con él varias veces, pero no lo conocía en verdad. Siempre parecía muy serio y tenía mal carácter, pero aparte de eso...
—Un shinobi y un médico excelente. Una buena persona. Difícil de tratar. —Kiroe cerró los ojos y dio un suspiro animado, sonriendo con resignación.
¿"Buena persona" y "difícil de tratar"? Nada nuevo bajo el sol, por lo que él sabía.
Llegaron a la base del roble, y se sentaron a esperar a sus acompañantes para el resto del camino hacia los Dojos.