12/07/2021, 18:05
La noche había cubierto Yachi y fuera de la Posada Cucurbita ya no se escuchaba más que el canto de los grillos. Una paz así era casi inimaginable, después de todo lo que habían pasado los tres shinobi. Poco a poco, el sueño terminó por arroparlos con delicadeza, y nada volvió a sobresaltarlos hasta la mañana siguiente.
La mañana del Día de la Cosecha había llegado. Y, si no habían tenido suficientes calabazas hasta el momento, les esperaban varias raciones más. En el desayuno, todo parecía hecho de calabaza: tarta de calabaza, bizcochos de calabaza, zumo de calabaza... De hecho, si alguien intentaba siquiera pedir algo diferente, se llevaría una mirada cargada de pesar y decepción.
Después de un abundante desayuno, que venía incluido dentro de la tarifa del hospedaje, Daruu, Eri y Yota se dirigieron al fin al hogar de Hada. En la entrada volvieron a encontrarse con Natsu y Mai, esta última con ojeras y ojos enrojecidos. La mujer apartó la mirada en cuanto vio a Daruu, y ni siquiera se dignó a darles los buenos días, pero Natsu les acompañó hasta la entrada de la morada, donde se puso firme y llamó a la puerta hasta tres veces. Al otro lado apareció, Aru, el diligente mayordomo, y con los mismos exquisitos modales que ya había mostrado en su primera visita, guió a los tres chicos hacia la misma sala donde se reunieron la primera vez.
—Adelante, adelante. Pueden sentarse y esperar mientras aviso de su presencia a la señora. ¿Desean tomar algo mientras tanto?
La mañana del Día de la Cosecha había llegado. Y, si no habían tenido suficientes calabazas hasta el momento, les esperaban varias raciones más. En el desayuno, todo parecía hecho de calabaza: tarta de calabaza, bizcochos de calabaza, zumo de calabaza... De hecho, si alguien intentaba siquiera pedir algo diferente, se llevaría una mirada cargada de pesar y decepción.
Después de un abundante desayuno, que venía incluido dentro de la tarifa del hospedaje, Daruu, Eri y Yota se dirigieron al fin al hogar de Hada. En la entrada volvieron a encontrarse con Natsu y Mai, esta última con ojeras y ojos enrojecidos. La mujer apartó la mirada en cuanto vio a Daruu, y ni siquiera se dignó a darles los buenos días, pero Natsu les acompañó hasta la entrada de la morada, donde se puso firme y llamó a la puerta hasta tres veces. Al otro lado apareció, Aru, el diligente mayordomo, y con los mismos exquisitos modales que ya había mostrado en su primera visita, guió a los tres chicos hacia la misma sala donde se reunieron la primera vez.
—Adelante, adelante. Pueden sentarse y esperar mientras aviso de su presencia a la señora. ¿Desean tomar algo mientras tanto?
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