14/07/2021, 15:44
Todo fue demasiado repentino como para darle tiempo a asimilarlo.
Kokuō cargaba contra Kuroyuki y, con un brusco giro, lanzó sus colas como cinco látigos dispuestos a aplastarla. Consiguió acertarla, pero antes de que pudiera cantar victoria, la kunoichi estalló en una nube de humo y en su lugar apareció uno de los cientos de escombros que ahora poblaban aquel corredor. Y cuando sus ojos vieron una etiqueta pegada en él, supo que era el fin.
«Lo siento, Tormenta. Regrese pronto a casa...» Pensó, justo antes de que una violenta explosión la engullera y la lanzara lejos, muy lejos de allí.
En la habitación se había hecho el silencio y reinaba una lúgubre penumbra. Aún agazapada bajo el escritorio, Ayame se estremeció cuando sintió un súbito torrente de energía llenándola de nuevo. Kokuō había regresado a su cuerpo. Eso sólo podía significar una cosa, pero Ayame se negaba a encarar esa realidad.
«Se ha quedado combatiendo con Kuroyuki.» Le informó Kokuō, a pesar de todo. «No he conseguido quedarme más tiempo para cubrirla... Lo siento.»
Ayame no respondió. No comentó nada al respecto. Pero se abrazó con más fuerza las rodillas. Sus dedos estaban clavados alrededor de su bandana como kunoichi, con los nudillos blancos de la fuerza que estaba haciendo sobre ella. Había dejado de llorar, pero la garra que atenazaba sus entrañas y el vacío que sentía en el pecho sólo aumentó aún más...
Kokuō cargaba contra Kuroyuki y, con un brusco giro, lanzó sus colas como cinco látigos dispuestos a aplastarla. Consiguió acertarla, pero antes de que pudiera cantar victoria, la kunoichi estalló en una nube de humo y en su lugar apareció uno de los cientos de escombros que ahora poblaban aquel corredor. Y cuando sus ojos vieron una etiqueta pegada en él, supo que era el fin.
«Lo siento, Tormenta. Regrese pronto a casa...» Pensó, justo antes de que una violenta explosión la engullera y la lanzara lejos, muy lejos de allí.
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En la habitación se había hecho el silencio y reinaba una lúgubre penumbra. Aún agazapada bajo el escritorio, Ayame se estremeció cuando sintió un súbito torrente de energía llenándola de nuevo. Kokuō había regresado a su cuerpo. Eso sólo podía significar una cosa, pero Ayame se negaba a encarar esa realidad.
«Se ha quedado combatiendo con Kuroyuki.» Le informó Kokuō, a pesar de todo. «No he conseguido quedarme más tiempo para cubrirla... Lo siento.»
Ayame no respondió. No comentó nada al respecto. Pero se abrazó con más fuerza las rodillas. Sus dedos estaban clavados alrededor de su bandana como kunoichi, con los nudillos blancos de la fuerza que estaba haciendo sobre ella. Había dejado de llorar, pero la garra que atenazaba sus entrañas y el vacío que sentía en el pecho sólo aumentó aún más...