16/07/2021, 11:39
Amedama Daruu caminaba distraído por las zonas menos concurridas del Distrito Comercial. Era por la mañana, cuando solía haber menos gente. El único momento del día en el que el Hyūga podía tolerar aquellas calles. Por eso se sorprendió cuando escuchó silbidos, gritos. Uno en particular llamó su atención.
—¡ESTOS TIPOS ESTÁN LOCOS!
Alarmado, se movió rápido cruzando un callejón y se encontró con una marabunta. Chasqueó la lengua y se abrió paso a través de la gente para averiguar de qué se trataba. Pero no lo consiguió. Se llevó la mano a la frente pensando que en realidad estaba siendo bastante estúpido, y se apartó de todo el mundo.
«Byakugan.»
Con su dōjutsu, pasó a través de la gente y se topó con una curiosa escena: tres tipos daban toques a tres balones, de forma totalmente coordinada. Había algo extraño, no obstante. Desde sus pies, un chakra ajeno se filtraba hacia el cuerpo y les movía los brazos y las piernas. «¿Un genjutsu? ¿Quién será el bastardo...?»
—Nosotros no estamos haciendo esto. ¡Queremos parar! —exclamó uno de los hombres.
Daruu entornó los ojos y enfocó con cuidado. Una fina sombra bifurcaba y se ataba a las suyas. La sombra se filtraba hasta un callejón. Más allá, una chiquilla, una genin, utilizando un Ninjutsu para pasárselo bien. Daruu entornó la mirada un poco más, y comenzó a caminar alrededor de los edificios...
¡ZAS!
Jun sintió en la nuca el imponente golpe de una colleja bien dada. De esas que te da tu madre cuando metes la mano en el tarro de galletas si no corresponde.
—¿No te da vergüenza? Los ninjas están para proteger a la gente, no para hacer esto. ¿No tienes nada mejor que hacer? —riñó un joven, de cabellos negros y ojos con un extraño color blanco, sin pupilas. Las venas de los laterales estaban hinchadas, lo que le hacía adoptar un aspecto aún más aterrador. Si es que la placa de jōnin no daba a entender ya que se había metido en un buen lío—. A ver. Nombre completo, por favor.
El jōnin de la Lluvia había aparecido de la nada por la espalda. Incluso si Jun se hubiese volteado, habría jurado que allí no había nadie apenas hacía un instante.
—¡ESTOS TIPOS ESTÁN LOCOS!
Alarmado, se movió rápido cruzando un callejón y se encontró con una marabunta. Chasqueó la lengua y se abrió paso a través de la gente para averiguar de qué se trataba. Pero no lo consiguió. Se llevó la mano a la frente pensando que en realidad estaba siendo bastante estúpido, y se apartó de todo el mundo.
«Byakugan.»
Con su dōjutsu, pasó a través de la gente y se topó con una curiosa escena: tres tipos daban toques a tres balones, de forma totalmente coordinada. Había algo extraño, no obstante. Desde sus pies, un chakra ajeno se filtraba hacia el cuerpo y les movía los brazos y las piernas. «¿Un genjutsu? ¿Quién será el bastardo...?»
—Nosotros no estamos haciendo esto. ¡Queremos parar! —exclamó uno de los hombres.
Daruu entornó los ojos y enfocó con cuidado. Una fina sombra bifurcaba y se ataba a las suyas. La sombra se filtraba hasta un callejón. Más allá, una chiquilla, una genin, utilizando un Ninjutsu para pasárselo bien. Daruu entornó la mirada un poco más, y comenzó a caminar alrededor de los edificios...
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¡ZAS!
Jun sintió en la nuca el imponente golpe de una colleja bien dada. De esas que te da tu madre cuando metes la mano en el tarro de galletas si no corresponde.
—¿No te da vergüenza? Los ninjas están para proteger a la gente, no para hacer esto. ¿No tienes nada mejor que hacer? —riñó un joven, de cabellos negros y ojos con un extraño color blanco, sin pupilas. Las venas de los laterales estaban hinchadas, lo que le hacía adoptar un aspecto aún más aterrador. Si es que la placa de jōnin no daba a entender ya que se había metido en un buen lío—. A ver. Nombre completo, por favor.
El jōnin de la Lluvia había aparecido de la nada por la espalda. Incluso si Jun se hubiese volteado, habría jurado que allí no había nadie apenas hacía un instante.