18/07/2021, 19:27
Oh, aquel chico… Aquel chico había optado por el mismo camino que un toro optaría. No retrocedía, solo avanzaba. Evadió el rayo por el camino, mas aquello no era un esquive, tan solo un ataque que resultaba haber eludido una amenaza como efecto colateral. Todavía no sabía ni cómo se llamaba, pero le cayó bien al instante.
Su Sharingan pudo leer, como a un libro abierto con letra grande, su movimiento (Percepción 100 vs Agilidad 50). Dejó de suministrar chakra a la planta de sus pies y se hundió, dejando que el puño y cuerpo del chico pasase como una estela por encima de él al mismo tiempo que su diestra, afianzada a un nage ono recubierto ya de electricidad, le golpeaba con el filo en el costado como si fuese un leño que pretendiese partir.
Su zurda, cargada de chakra, se apoyó en la superficie del agua y se impulsó hacia un lado. Acto seguido tocó con los pies de nuevo el lago y dio dos rápidos saltos hacia atrás, con la intención de mantener la distancia y el campo visual con los tres. Ahora la estatua del Morikage estaba a su espalda, y los dos kusajines junto con la araña formaban un semicírculo a su alrededor, a una distancia de unos cuatro metros cada uno.
Uno de ellos le volvió a preguntar por sus intenciones.
—¿Qué busca una presa cuando sigue el rastro de sus depredadores? —replicó, devolviéndosela. Tomó dos píldoras de su portaobjetos y se las tragó de una sentada—. ¿Quizá solo busca morir deprisa y acabar con la angustia, huh? ¿Podríais hacer eso por mí, ninjas del Bosque? ¿Podríais matarme?
Para que tuviesen una mejor idea de a lo que se enfrentaban, dejó que el poder fluyese por su ser. El aire se cargó de electricidad estática, y de su cuerpo empezó a emanar un aura dorada de la que surgían chispas y relámpagos. Era el Raiton no Yoroi, y era mucho más que eso. Soltó el hacha con el filo ensangrentado y acarició el mango del otro nage ono. Ambos quedaron suspendidos en el aire. Giraban sobre sí mismas y danzaban entre sus piernas, alrededor de sus brazos y dando vueltas por su torso como si él fuese un Dios y las hachas sus más fervientes discípulos. En cierto modo, así era.
Soltó una carcajada seca. Si alguien había oído alguna vez a un diablo reírse, probablemente fuese una muy parecida a aquella.
—¡Vamos, aún os veo con opciones! Quizá no pisaros el uno al otro como una pareja de colegiales en su primer baile ayudaría. —Por sugerirles algo—. Tú eres el de mayor rango, ¿no? Imponte un poco, cojones. Dirige al novato —le espetó al rubio. Luego añadió, al peliverde:—. Tú me caes bien. Un consejo: abandona el taijutsu conmigo. No puedes vencerme en ese terreno. Quizá un Hyūga, el mejor de su clan, podría. Y hasta de eso tengo dudas.
Su Sharingan pudo leer, como a un libro abierto con letra grande, su movimiento (Percepción 100 vs Agilidad 50). Dejó de suministrar chakra a la planta de sus pies y se hundió, dejando que el puño y cuerpo del chico pasase como una estela por encima de él al mismo tiempo que su diestra, afianzada a un nage ono recubierto ya de electricidad, le golpeaba con el filo en el costado como si fuese un leño que pretendiese partir.
Su zurda, cargada de chakra, se apoyó en la superficie del agua y se impulsó hacia un lado. Acto seguido tocó con los pies de nuevo el lago y dio dos rápidos saltos hacia atrás, con la intención de mantener la distancia y el campo visual con los tres. Ahora la estatua del Morikage estaba a su espalda, y los dos kusajines junto con la araña formaban un semicírculo a su alrededor, a una distancia de unos cuatro metros cada uno.
Uno de ellos le volvió a preguntar por sus intenciones.
—¿Qué busca una presa cuando sigue el rastro de sus depredadores? —replicó, devolviéndosela. Tomó dos píldoras de su portaobjetos y se las tragó de una sentada—. ¿Quizá solo busca morir deprisa y acabar con la angustia, huh? ¿Podríais hacer eso por mí, ninjas del Bosque? ¿Podríais matarme?
Para que tuviesen una mejor idea de a lo que se enfrentaban, dejó que el poder fluyese por su ser. El aire se cargó de electricidad estática, y de su cuerpo empezó a emanar un aura dorada de la que surgían chispas y relámpagos. Era el Raiton no Yoroi, y era mucho más que eso. Soltó el hacha con el filo ensangrentado y acarició el mango del otro nage ono. Ambos quedaron suspendidos en el aire. Giraban sobre sí mismas y danzaban entre sus piernas, alrededor de sus brazos y dando vueltas por su torso como si él fuese un Dios y las hachas sus más fervientes discípulos. En cierto modo, así era.
Soltó una carcajada seca. Si alguien había oído alguna vez a un diablo reírse, probablemente fuese una muy parecida a aquella.
Carisma 100 + 20 (bono Poder) = 120, +40 de diferencia contra Voluntad 40 y 80 de Yota y Daigo.
Intimidación: Se considera que una diferencia de 20 puntos ya otorga una pequeña ventaja, pero si el Carisma supera a estos atributos en al menos 40 puntos, el efecto es abrumador.
Intimidación: Se considera que una diferencia de 20 puntos ya otorga una pequeña ventaja, pero si el Carisma supera a estos atributos en al menos 40 puntos, el efecto es abrumador.
—¡Vamos, aún os veo con opciones! Quizá no pisaros el uno al otro como una pareja de colegiales en su primer baile ayudaría. —Por sugerirles algo—. Tú eres el de mayor rango, ¿no? Imponte un poco, cojones. Dirige al novato —le espetó al rubio. Luego añadió, al peliverde:—. Tú me caes bien. Un consejo: abandona el taijutsu conmigo. No puedes vencerme en ese terreno. Quizá un Hyūga, el mejor de su clan, podría. Y hasta de eso tengo dudas.