19/07/2021, 12:25
Como si lo hubiese visto venir desde kilómetros de distancia, Uchiha Zaide reaccionó de la mejor manera posible: con una contraofensiva por su parte que acabó con un corte feo en el costado del peliverde.
No se quejó. No le daría ese placer, pero ya se estaba empezando a dar cuenta de la situación en la que se encontraban: su enemigo los superaba en clase y en potencia de fuego. Entonces ¿qué podían hacer?
No podía hablar por su compañero, pero Daigo sabía que solo podía hacer una cosa: seguir adelante, como siempre hacía.
¿Qué busca una presa cuando sigue el rastro de sus depredadores? —Zaide tomó unas píldoras y se las comió. Daigo hizo lo mismo—. ¿Quizá solo busca morir deprisa y acabar con la angustia, huh? ¿Podríais hacer eso por mí, ninjas del Bosque? ¿Podríais matarme?
Entonces, por si les quedaba alguna duda de la diferencia que había entre ellos y Zaide, el Uchiha decidió mostrárselo.
El aire se cargó de electricidad y de Zaide empezó a emanar un aura dorada de la que salían chispas y relámpagos. Además de sus hachas, que estaban flotando alrededor suyo, amenazando con ser lanzadas en cualquier instante. Pero lo peor de todo era esa maldita risa.
Ya no estaban peleando con una persona. ¡Era un demonio! Tsukiyama Daigo, por primera vez en mucho tiempo, estaba aterrorizado. Estaba...
«No puedo permitir que el miedo me controle. ¡No si quiero traer la paz a Oonindo!»
Sonriendo. Estaba sonriendo de oreja a oreja, desafiante, mientras temblaba en una mezcla de miedo y emoción y realizaba un único sello manual y escuchaba los consejos de su enemigo a la vez que las preguntas de su compañero.
No eran malos consejos, cabe decir. Ya se lo agradecería cuando lo capturase.
Tres clones sombríos fueron creados a la vez. Dos de ellos, que no podían utilizar ninjutsu y por lo tanto tampoco caminar en el agua, se hundieron en el agua apenas aparecer, mientras que el tercero fue creado encima de sus hombros para saltar casi diez metros en el aire.
—¡Capitán! —Le dijo a Yota, con su mirada puesta en Zaide—. Órdenes.
No se quejó. No le daría ese placer, pero ya se estaba empezando a dar cuenta de la situación en la que se encontraban: su enemigo los superaba en clase y en potencia de fuego. Entonces ¿qué podían hacer?
No podía hablar por su compañero, pero Daigo sabía que solo podía hacer una cosa: seguir adelante, como siempre hacía.
¿Qué busca una presa cuando sigue el rastro de sus depredadores? —Zaide tomó unas píldoras y se las comió. Daigo hizo lo mismo—. ¿Quizá solo busca morir deprisa y acabar con la angustia, huh? ¿Podríais hacer eso por mí, ninjas del Bosque? ¿Podríais matarme?
Entonces, por si les quedaba alguna duda de la diferencia que había entre ellos y Zaide, el Uchiha decidió mostrárselo.
El aire se cargó de electricidad y de Zaide empezó a emanar un aura dorada de la que salían chispas y relámpagos. Además de sus hachas, que estaban flotando alrededor suyo, amenazando con ser lanzadas en cualquier instante. Pero lo peor de todo era esa maldita risa.
Ya no estaban peleando con una persona. ¡Era un demonio! Tsukiyama Daigo, por primera vez en mucho tiempo, estaba aterrorizado. Estaba...
Mérito activado: ¤ Fuente de inspiración
«No puedo permitir que el miedo me controle. ¡No si quiero traer la paz a Oonindo!»
Sonriendo. Estaba sonriendo de oreja a oreja, desafiante, mientras temblaba en una mezcla de miedo y emoción y realizaba un único sello manual y escuchaba los consejos de su enemigo a la vez que las preguntas de su compañero.
No eran malos consejos, cabe decir. Ya se lo agradecería cuando lo capturase.
Tres clones sombríos fueron creados a la vez. Dos de ellos, que no podían utilizar ninjutsu y por lo tanto tampoco caminar en el agua, se hundieron en el agua apenas aparecer, mientras que el tercero fue creado encima de sus hombros para saltar casi diez metros en el aire.
—¡Capitán! —Le dijo a Yota, con su mirada puesta en Zaide—. Órdenes.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.