19/07/2021, 22:09
«¡Sus ojos! ¡SUS OJOS! ¡UNA TORMENTA!»
«¡TRANQUILÍZATE, JODER!»
«¡TRANQUILÍZATE, JODER!»
¡TOC, TOC, TOC!
—¿¡Estás rezando a tu Dios, Kuroyuki!? —rugió Yui, impaciente. La cólera y el frenesí reverberaba en su voz, y en su tono se apreciaba el ansia de una amante por ver a su querida tras años separados por la mar—. ¡¡NO TEMAS!! ¡¡PRONTO TU DIOS SE REUNIRÁ CONTIGO!! —soltó una carcajada, tan placentera de escuchar como el sonido de tus propios huesos partiéndose por la mitad—. ¡ALLÁ A DONDE PIENSO MANDARTE!
«¡Voy a salir, voy a salir! ¡No puedo más!»
Kuroyuki se veía arrinconada. No eran las estrechas paredes del pasillo, ni el montón de escombros que tenía a la espalda. Podía salir perfectamente por el hueco a su derecha, que había abierto con su bijūgatana. Además, una bijūdama hacia adelante y se acabaría el problema. Pero es que no era el pasillo. El pasillo molestaba, pero el pasillo no le daba miedo.
¿La Tormenta? La Tormenta la aterrorizaba. Porque una puede enfrentarse a un ejército, pero no a un huracán. Ante un huracán, una pierde los nervios. Hasta el más fuerte de los refugios podía caer.
Por primera vez desde que ostentaba el cargo de General, Kuroyuki temió por su vida.
A una kunoichi le venía bien que de vez en cuando le recordasen que era... bueno, mortal. Pero cuando una lleva tiempo sin sentirse así, la certeza la golpea como una ola rompiente.
Kuroyuki extendió la mano hacia arriba y flexionó las rodillas. Comenzó a cargar una gran cantidad de energía en la palma de la mano.
Saltó.
¡¡FUASSHHHHHH!!
El láser fue lo suficientemente potente como para arrasar la capa de techo y de nieve que había sobre ella. Se abrió paso como una excavadora y aterrizó en el suelo del almacén que usaban como tapadera. Se oían gritos.
«No han terminado con la evacuación, Kuroyuki. ¡Deberías tener más cuidado! ¡Como hayas matado a alguien...!»
«LO SIENTO MUCHO, PERO AHORA NO PUEDO PENSAR EN ELLO.»
«LO SIENTO MUCHO, PERO AHORA NO PUEDO PENSAR EN ELLO.»
Miró hacia arriba. El agujero que la bijūdama láser había horadado también en el techo de chapa de la nave industrial le permitiría disponer de espacio suficiente para maniobrar. Allí no estaría atrapada entre cuatro muros y una...
¡TOC, TOC, CRASHHH!
Tragó saliva y saltó. Atravesó el agujero y se posó en el tejado. Retrocedió hasta el borde opuesto, y se quedó mirando el hueco deseando que Yui se muriese sola.
«¿Cuánto le falta a Hammer? ¡Se lo está tomando con calma!»
«Yo también odio eso de él. Pero cuando llegue, todo acabará. Eso sí, le mandé a abajo. Ahora me haces volverle a avisar de...»
«¡Es Hōzuki! ¡Absorberá todo el daño que pueda hacerle! Hammer es...»
«La arrollará. Pasará por encima suya como cincuenta elefantes a los mandos de un carro de combate. Caerá sobre ella como cincuenta catapultas.
Ni siquiera un Hōzuki detendrá el taijutsu de Hammer. O a su martillo. No tendrá suficiente chakra.»
«Yo también odio eso de él. Pero cuando llegue, todo acabará. Eso sí, le mandé a abajo. Ahora me haces volverle a avisar de...»
«¡Es Hōzuki! ¡Absorberá todo el daño que pueda hacerle! Hammer es...»
«La arrollará. Pasará por encima suya como cincuenta elefantes a los mandos de un carro de combate. Caerá sobre ella como cincuenta catapultas.
Ni siquiera un Hōzuki detendrá el taijutsu de Hammer. O a su martillo. No tendrá suficiente chakra.»
Afortunadamente, no hacía falta que Kurama avisase a Hammer de la nueva localización de Kuroyuki. Era evidente. El láser había alertado a toda Yukio. Y con el martillo echado al hombro, Hammer comenzó a caminar, lento pero firme.
Respiró hondo y comenzó a concentrarse. Asió con fuerza su martillo.