22/07/2021, 15:37
Kuroyuki suspiró, y trató de...
...calmarse.
—Los bijū son seres superiores —dijo, atreviéndose a mirar a la Tormenta a los ojos una vez más ahora que no estaba allí abajo encerrada. Si Yui prestaba algo de atención, de hecho, vería su antigua ciudad: Yukio, llena de ninjas de Kurama agazapados detrás de las esquinas, acercándose a la escena pero sin atreverse a intervenir. También familias, antiguos súbditos, alejándose, siendo evacuados con cariño, con diligencia... por extraños—. Negar eso es cerrar los ojos ante una realidad evidente. Lo nuestro no tiene nada que ver con la religión, ni con la fe.
»La nuestra es una certeza que tu pueblo comparte. Que nuestro pueblo comparte —Señaló a un lado. A un grupo de niños y personas mayores que eran dirigidas hacia unos búnkeres a las afueras de Yukio—. Que hasta tú compartes, tengo entendido. Tormenta: el más fuerte tiene que ser el líder. —Kuroyuki juntó las manos en un sello, y
Fue tan solo una sombra. Kuroyuki trazó como una sombra difusa, más rápido de lo que Yui creía que podía moverse, un arco que la dejó a unos cinco metros a su izquierda. Para cuando había recorrido la distancia, además, había terminado su serie de sellos. Kuroyuki movió las manos, estaba claro que iba a lanzar una técnica, pero entonces a la Tormenta se le vino encima un problema algo más... prioritario.
Como una montaña esgrimiendo un robusto martillo de acero de guerra, un hombre vestido igual que Kuroyuki, de piel oscura y de casi dos metros de altura, saltó por encima del tejado justo desde detrás de ella y cayó sobre la amejin anteponiéndose a su compañera, a punto de propinarle un golpe en el centro de la frente. No hizo ningún aspaviento ni ninguna declaración. No hubo grito de guerra, ni mirada cargada de ira, ni una mueca con dientes apretados.
Así es como Hammer actuaba normalmente, y así es como actuó en aquella ocasión.
Hacía algún tiempo, una muchacha se había descarriado y ahora volaba camino a Yukio con buen corazón, pero muy poca cabeza. Veía ya de lejos su aldea natal, a resguardo de la lluvia, y ahí, en las alturas, recordó de pronto que al comienzo de la aventura con Yui habían decidido utilizar el ferrocarril precisamente por el frío que hacía en invierno en el País de la Tormenta, y más aún en el gélido norte. Por eso supo que de seguir así, ella y Takeshi no llegarían a la ciudad. Morirían de hipotermia.
A no ser, claro, que quisieran parar a descansar al cobijo de un refugio en el bosque, hacer fuego... cosas que Ayame no podría permitirse si quería llegar a Yukio antes de que Yui...
Ya de por sí, el viaje les llevaría medio día, quizás un poco más. La noche caería antes. Y estarían perdidos.
¿Perdería Ayame su fe?
Mérito Calma
...calmarse.
—Los bijū son seres superiores —dijo, atreviéndose a mirar a la Tormenta a los ojos una vez más ahora que no estaba allí abajo encerrada. Si Yui prestaba algo de atención, de hecho, vería su antigua ciudad: Yukio, llena de ninjas de Kurama agazapados detrás de las esquinas, acercándose a la escena pero sin atreverse a intervenir. También familias, antiguos súbditos, alejándose, siendo evacuados con cariño, con diligencia... por extraños—. Negar eso es cerrar los ojos ante una realidad evidente. Lo nuestro no tiene nada que ver con la religión, ni con la fe.
»La nuestra es una certeza que tu pueblo comparte. Que nuestro pueblo comparte —Señaló a un lado. A un grupo de niños y personas mayores que eran dirigidas hacia unos búnkeres a las afueras de Yukio—. Que hasta tú compartes, tengo entendido. Tormenta: el más fuerte tiene que ser el líder. —Kuroyuki juntó las manos en un sello, y
Agilidad 120 vs Percepción 70
Destreza 120 vs Percepción 70
Destreza 120 vs Percepción 70
Fue tan solo una sombra. Kuroyuki trazó como una sombra difusa, más rápido de lo que Yui creía que podía moverse, un arco que la dejó a unos cinco metros a su izquierda. Para cuando había recorrido la distancia, además, había terminado su serie de sellos. Kuroyuki movió las manos, estaba claro que iba a lanzar una técnica, pero entonces a la Tormenta se le vino encima un problema algo más... prioritario.
Como una montaña esgrimiendo un robusto martillo de acero de guerra, un hombre vestido igual que Kuroyuki, de piel oscura y de casi dos metros de altura, saltó por encima del tejado justo desde detrás de ella y cayó sobre la amejin anteponiéndose a su compañera, a punto de propinarle un golpe en el centro de la frente. No hizo ningún aspaviento ni ninguna declaración. No hubo grito de guerra, ni mirada cargada de ira, ni una mueca con dientes apretados.
Así es como Hammer actuaba normalmente, y así es como actuó en aquella ocasión.
· · ·
Hacía algún tiempo, una muchacha se había descarriado y ahora volaba camino a Yukio con buen corazón, pero muy poca cabeza. Veía ya de lejos su aldea natal, a resguardo de la lluvia, y ahí, en las alturas, recordó de pronto que al comienzo de la aventura con Yui habían decidido utilizar el ferrocarril precisamente por el frío que hacía en invierno en el País de la Tormenta, y más aún en el gélido norte. Por eso supo que de seguir así, ella y Takeshi no llegarían a la ciudad. Morirían de hipotermia.
A no ser, claro, que quisieran parar a descansar al cobijo de un refugio en el bosque, hacer fuego... cosas que Ayame no podría permitirse si quería llegar a Yukio antes de que Yui...
Ya de por sí, el viaje les llevaría medio día, quizás un poco más. La noche caería antes. Y estarían perdidos.
¿Perdería Ayame su fe?
Resistencia 40
Aguante 40
Voluntad 40
Aguante 40
Voluntad 40
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