26/07/2021, 15:29
La peliplateada se le acercaría, preocupada.
—E-e-estoy bien. Son sólo unos rasponcillos, s-se me curarán mañana, je… —dijo la de la trenza, levantándose y sacudiéndose. Se tanteó el cuerpo y no encontró más que manchas de polvo en su ropa y ligerísimos cortes hechos por la maleza y el suelo. Era en realidad nada preocupante. Sin embargo, a pesar de la distancia recortada entre Lyndis y Ranko, ésta parecía no querer alzar la vista hacia aquella.
”Por favor, que ya no se vea así, por favor, que ya no se vea así, por favor…”
Cuando, muy temerosa, logró mirar a su compañera, se encontró con que ya vestía sus ropajes normales, y no aquel traje tan… curioso. Una pequeña parte de Ranko se lamentó.
—Y-yo… Yo… —comenzó la castaña de nuevo, mirando a su amiga. Se notaba activa, atlética, y el sudor que adornaba su rostro no hacía más que hacerla ver más fuerte y agresiva, aunque su expresión de preocupación le daba aires tiernos. El corazón de Ranko latió confuso —. E-e-es sólo que recordé algo y-y… a-algo me vino a la cabeza y… me distraje mucho y… lo siento, no sé p-por qué pensé en ella —”¡NO DIGAS ESO, RANKO!” —. ¡D-digo! ¡En eso! ¡No sé por qué pensé en conejitas! —”¡¡RANKO!!” —. ¡Di-di-digo! ¡Ja ja! ¡D-debo recoger todo! ¡S-siento haber desperdigado tu ropa, Lyndis!
Maldiciendo mentalmente su incapacidad de mentir, nerviosa y ruborizada al máximo, Ranko se dispuso a recoger todas las prendas que había esparcido por el área, sin fijarse mucho en qué mochila metía qué cosa. Sólo quería terminar y salir pitando hacia Tanzaku Gai. ¿Era posible que llegaran corriendo en cinco minutos para evitarle la pena? ¿No? Se lamentó de nuevo.
—E-e-estoy bien. Son sólo unos rasponcillos, s-se me curarán mañana, je… —dijo la de la trenza, levantándose y sacudiéndose. Se tanteó el cuerpo y no encontró más que manchas de polvo en su ropa y ligerísimos cortes hechos por la maleza y el suelo. Era en realidad nada preocupante. Sin embargo, a pesar de la distancia recortada entre Lyndis y Ranko, ésta parecía no querer alzar la vista hacia aquella.
”Por favor, que ya no se vea así, por favor, que ya no se vea así, por favor…”
Cuando, muy temerosa, logró mirar a su compañera, se encontró con que ya vestía sus ropajes normales, y no aquel traje tan… curioso. Una pequeña parte de Ranko se lamentó.
—Y-yo… Yo… —comenzó la castaña de nuevo, mirando a su amiga. Se notaba activa, atlética, y el sudor que adornaba su rostro no hacía más que hacerla ver más fuerte y agresiva, aunque su expresión de preocupación le daba aires tiernos. El corazón de Ranko latió confuso —. E-e-es sólo que recordé algo y-y… a-algo me vino a la cabeza y… me distraje mucho y… lo siento, no sé p-por qué pensé en ella —”¡NO DIGAS ESO, RANKO!” —. ¡D-digo! ¡En eso! ¡No sé por qué pensé en conejitas! —”¡¡RANKO!!” —. ¡Di-di-digo! ¡Ja ja! ¡D-debo recoger todo! ¡S-siento haber desperdigado tu ropa, Lyndis!
Maldiciendo mentalmente su incapacidad de mentir, nerviosa y ruborizada al máximo, Ranko se dispuso a recoger todas las prendas que había esparcido por el área, sin fijarse mucho en qué mochila metía qué cosa. Sólo quería terminar y salir pitando hacia Tanzaku Gai. ¿Era posible que llegaran corriendo en cinco minutos para evitarle la pena? ¿No? Se lamentó de nuevo.
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