26/07/2021, 17:24
(Última modificación: 27/07/2021, 18:23 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Claro que el martillo no llegó a hendir en Yui, ni siquiera en el espacio donde ella hubiere estado. Hammer desapareció tan pronto como había hecho acto de presencia, y es que la suya era tan solo una presencia metafórica. Una idea. La idea de un tal Hammer, que en realidad se dirigía hacia allí con bastante calma mientras reflexionaba sobre ciertos asuntos.
Kuroyuki había dejado caer una pequeña esfera al suelo y se había tapado la mano con la zurda, que empezaba a formular sellos. El fogonazo de luz que cegó a Yui le sirvió para cortar la distancia con ella. Aferró su cuello con la diestra, y apretó con fuerza para estrangularla, clavándole las largas uñas negras en la piel. Lo hizo sin mesura, asegurándose bien de que al menos le causaba cierta molestia...
...con suerte, la Hōzuki confiaría en sus artes de Hōzuki, claro. Y contra cualquier otra persona, eso hubiera sido un acierto rotundo. Pero no contra Kuroyuki, que en esos instantes terminaba su serie de sellos y aplicaba su mortal jutsu contra la Tormenta.
—¿Y en qué Dios crees tú, ramera? —sonrió Kuroyuki.
Porque tanto si había tocado piel como si había tocado agua, Yui no podría resistir a una congelación súbita. Quedaría bloqueada, rígida. Y Kuroyuki ganaría un tiempo más que necesario.
Ayame descendió lentamente hacia las vías del ferrocarril. Allí estaba el tren, de nuevo de camino a Yukio: parecía que aquél era su día de suerte. Bueno, si una ponía en la balanza las cosas, quizás tendría una opinión distinta. Si ella o su halcón aterrizaban en el techo, quizás fuese ese el plan de la kunoichi, no tardarían en recibir compañía. Tres encapuchados con capas impermeables negras treparían desde la ventana con una pirueta, katanas en ristre.
Inmediatamente, uno de ellos se quitó la capa, y el viento se llevó la prenda. Le estorbaba. Le estorbaría para luchar.
Amatsu Yokuna clavó sus ojos claros en Ayame e inmediatamente, tras esbozar una mueca de sorpresa, extendió el brazo derecho impidiendo al shinobi de la derecha actuar. Él también se mostró sorprendido, y retrocedió.
—¿Seguro que es Aotsuki? Aotsuki Zetsuo dijo que...
—¿Ayame? ¿Cómo...? —Habría sonreído al ver a Takeshi. No en vano él mismo dejó que Ayame firmase en el pergamino de la familia. Pero la situación era terrible. Y confusa—. Tranquilos, chicos. Sólo ella podría invocar a ese animal.
Para quienes no estén familiarizados con él., Amatsu Yokuna es conocido como el Cazador entre los shinobi de Amegakure. Gracias a sus habilidades y a su actitud, se especializa en tareas de inteligencia, pero sobretodo en el rastreo de exiliados y otros criminales del Libro Bingo. Es ligeramente moreno y tiene el pelo alborotado, de color marrón claro. Desde detrás de las orejas, dos trenzas atadas con una pequeña goma cerca de la punta descienden y caen sobre sus hombros. Sus ojos son azules, claros, y tiene dos tatuajes bajo los párpados de color rojo.
Ayame conoció a Yokuna en una peligrosa misión en el Bosque de Azur. Y fue quien introdujo a la muchacha a su Pacto de Invocación con su familia de halcones.
El Cazador no solía rodearse de otros ninjas. Su presencia allí sin duda significaba algo. Y más después de haber escuchado el nombre de su padre.
Kuroyuki había dejado caer una pequeña esfera al suelo y se había tapado la mano con la zurda, que empezaba a formular sellos. El fogonazo de luz que cegó a Yui le sirvió para cortar la distancia con ella. Aferró su cuello con la diestra, y apretó con fuerza para estrangularla, clavándole las largas uñas negras en la piel. Lo hizo sin mesura, asegurándose bien de que al menos le causaba cierta molestia...
...con suerte, la Hōzuki confiaría en sus artes de Hōzuki, claro. Y contra cualquier otra persona, eso hubiera sido un acierto rotundo. Pero no contra Kuroyuki, que en esos instantes terminaba su serie de sellos y aplicaba su mortal jutsu contra la Tormenta.
—¿Y en qué Dios crees tú, ramera? —sonrió Kuroyuki.
Porque tanto si había tocado piel como si había tocado agua, Yui no podría resistir a una congelación súbita. Quedaría bloqueada, rígida. Y Kuroyuki ganaría un tiempo más que necesario.
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Ayame descendió lentamente hacia las vías del ferrocarril. Allí estaba el tren, de nuevo de camino a Yukio: parecía que aquél era su día de suerte. Bueno, si una ponía en la balanza las cosas, quizás tendría una opinión distinta. Si ella o su halcón aterrizaban en el techo, quizás fuese ese el plan de la kunoichi, no tardarían en recibir compañía. Tres encapuchados con capas impermeables negras treparían desde la ventana con una pirueta, katanas en ristre.
Inmediatamente, uno de ellos se quitó la capa, y el viento se llevó la prenda. Le estorbaba. Le estorbaría para luchar.
Amatsu Yokuna clavó sus ojos claros en Ayame e inmediatamente, tras esbozar una mueca de sorpresa, extendió el brazo derecho impidiendo al shinobi de la derecha actuar. Él también se mostró sorprendido, y retrocedió.
—¿Seguro que es Aotsuki? Aotsuki Zetsuo dijo que...
—¿Ayame? ¿Cómo...? —Habría sonreído al ver a Takeshi. No en vano él mismo dejó que Ayame firmase en el pergamino de la familia. Pero la situación era terrible. Y confusa—. Tranquilos, chicos. Sólo ella podría invocar a ese animal.
Para quienes no estén familiarizados con él., Amatsu Yokuna es conocido como el Cazador entre los shinobi de Amegakure. Gracias a sus habilidades y a su actitud, se especializa en tareas de inteligencia, pero sobretodo en el rastreo de exiliados y otros criminales del Libro Bingo. Es ligeramente moreno y tiene el pelo alborotado, de color marrón claro. Desde detrás de las orejas, dos trenzas atadas con una pequeña goma cerca de la punta descienden y caen sobre sus hombros. Sus ojos son azules, claros, y tiene dos tatuajes bajo los párpados de color rojo.
Ayame conoció a Yokuna en una peligrosa misión en el Bosque de Azur. Y fue quien introdujo a la muchacha a su Pacto de Invocación con su familia de halcones.
El Cazador no solía rodearse de otros ninjas. Su presencia allí sin duda significaba algo. Y más después de haber escuchado el nombre de su padre.
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