20/01/2016, 19:46
Si no fuera porque estaba poniendo en riesgo una cantidad de dinero asombrosamente grande, y también la vida de aquel chico, Kunie habría encontrado la situación mucho más divertida. O, tal vez, por eso mismo tenía que contener la risa cada vez que Datsue se cagaba, mentalmente, en los pantalones. Ella seguía en su postura desde el primer momento, sorprendentemente cómoda. La cabeza empezaba a dolerle, y tuvo que apoyarla en el brazo izquierdo, que descansaba ahora sobre la barra.
"- ¡No me digas que no es excitante! El riesgo, la tensión... Apuesto a que nunca habías hecho algo así antes." - respondió la kunoichi ante las quejas de su asociado.
Datsue trató de serenarse, tomó la copa que había dejado sobre la mesa para ganar tiempo y bebió de ella, olvidándose de que aquello no era agua, sino sake. Cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. El alcohol bajó por su garganta, abrasándola, raspándola, e hizo acopió de todo su aplomo para no escupirla, repugnado, en el acto.
Consciente de que estaba tardando demasiado, sacó los billetes de su cartera y los dejó sobre la mesa.
- Subo a 900. - declaró, mientras un calorcillo tenue subía hasta su cabeza.
Los parroquianos no contuvieron unas sonoras carcajadas al ver la cara de asco que había puesto el joven después de darle un sorbo al sake. El Veterano, o Cicatrices, o como quisieran llamarle, siguió riendo incluso cuando Datsue igualó la apuesta. Miró a los otros jugadores y, con habilidad, repartió una carta más al de la wakizashi, a Datsue, y por último a sí mismo. El Uchiha pudo entonces ver algo un tanto extraño. La carta que el Veterano acababa de poner junto a sus otras tres no había salido de la baraja, sino de una de las mangas de su vieja camisa.
- Paso. - dijo, casi al momento, el de la wakizashi.
- Subo quinientos ryos más. - replicó el de las cicatrices, ensanchando su característica sonrisa mientras apilaba en la mesa cinco gruesos fajos de billetes.- ¿Qué dices, Carnefresca?
"- Datsue-san, ten cui..."
De repente, Uchiha dejó de oír la voz de Kunie en su cabeza. Si miraba por el rabillo del ojo hacia la barra, vería que la chica ya no estaba en aquella posición de concentración, sino que miraba al camarero con gesto de aturdimiento. Éste se había inclinado hacia ella, con ambos codos apoyados en la madera, y gesto pretendidamente seductor.
- Te preguntaba que qué hace una chica como tú por aquí, y a estas horas de la noche.
Ella se apresuró a contestar, pero la repentina salida del trance en el que estaba sumida, tratando de comunicarse con tantas mentes a la vez, la había dejado un poco atontada.
- Pues, verás, yo...
El Uchiha estaría solo por el momento.
"- ¡No me digas que no es excitante! El riesgo, la tensión... Apuesto a que nunca habías hecho algo así antes." - respondió la kunoichi ante las quejas de su asociado.
Datsue trató de serenarse, tomó la copa que había dejado sobre la mesa para ganar tiempo y bebió de ella, olvidándose de que aquello no era agua, sino sake. Cuando se dio cuenta, ya era demasiado tarde. El alcohol bajó por su garganta, abrasándola, raspándola, e hizo acopió de todo su aplomo para no escupirla, repugnado, en el acto.
Consciente de que estaba tardando demasiado, sacó los billetes de su cartera y los dejó sobre la mesa.
- Subo a 900. - declaró, mientras un calorcillo tenue subía hasta su cabeza.
Los parroquianos no contuvieron unas sonoras carcajadas al ver la cara de asco que había puesto el joven después de darle un sorbo al sake. El Veterano, o Cicatrices, o como quisieran llamarle, siguió riendo incluso cuando Datsue igualó la apuesta. Miró a los otros jugadores y, con habilidad, repartió una carta más al de la wakizashi, a Datsue, y por último a sí mismo. El Uchiha pudo entonces ver algo un tanto extraño. La carta que el Veterano acababa de poner junto a sus otras tres no había salido de la baraja, sino de una de las mangas de su vieja camisa.
- Paso. - dijo, casi al momento, el de la wakizashi.
- Subo quinientos ryos más. - replicó el de las cicatrices, ensanchando su característica sonrisa mientras apilaba en la mesa cinco gruesos fajos de billetes.- ¿Qué dices, Carnefresca?
"- Datsue-san, ten cui..."
De repente, Uchiha dejó de oír la voz de Kunie en su cabeza. Si miraba por el rabillo del ojo hacia la barra, vería que la chica ya no estaba en aquella posición de concentración, sino que miraba al camarero con gesto de aturdimiento. Éste se había inclinado hacia ella, con ambos codos apoyados en la madera, y gesto pretendidamente seductor.
- Te preguntaba que qué hace una chica como tú por aquí, y a estas horas de la noche.
Ella se apresuró a contestar, pero la repentina salida del trance en el que estaba sumida, tratando de comunicarse con tantas mentes a la vez, la había dejado un poco atontada.
- Pues, verás, yo...
El Uchiha estaría solo por el momento.